Por Salvador González Briceño*
MICHOACÁN, SIGUEN LAS FALLAS
MICHOACÁN, SIGUEN LAS FALLAS
* Inseguridad en el terreno “experimental”
Realidades. Suspicacias de lado, si la situación en Michoacán no está mejorando, no avanzará en Guerrero y tampoco habrá resultados a nivel nacional. Michoacán es el piloto, el “laboratorio” desde el 2006 con Felipe Calderón. Ni antes ni ahora las cosas están bien.
O están peor cada vez. Pésimo estatus o diagnóstico para el gobierno de Enrique Peña Nieto y su “buena voluntad” de brindar seguridad a los mexicanos, la principal demanda irresuelta al primer tercio ya de su administración.
En todo caso, según avance o retroceda, la responsabilidad es primeramente del gobierno federal. Le alcanza el propio comisionado, Alfredo Castillo Cervantes, encargado del crimen organizado en el estado. En su caso, sigue la interrogante vigente: ¿si Castillo no resolvió asuntos como el de la niña Paulette Gebara Farah en 2010, o el estallido en la Torre B de Pemex, el 31 de enero de 2013…, ¿Resolverá Michoacán? Lo ha complicado, dicen los afectados.
Se supone que la solución debería ser incluyente, con la participación de todos: gobierno, sociedad y sectores afectados. Ahí hay excluidos. Los autodefensas, para comenzar que han vuelto al rearme. Casos como el encarcelamiento del Dr. José Manuel Mireles Valverde dice mucho; o el reciente atentado en La Ruana en contra del grupo de Hipólito Mora, en donde murió su hijo. Dizque por presuntas diferencias “personales” con El Americano, Luis Antonio Torres, presunto ex Templario.
“Dejar las armas será un suicidio”, dicen los autodefensas. “Las promesas de Castillo no se cumplen”, rezan. Peor aún, declara Mora; “En los grupos de autodefenzas hay grupos delictivos”. ¿Cuál confianza? Y el gobierno quiere acabar con los “líderes de movimiento”, denuncian.
Por lo mismo, la estrategia Michoacán no está clara. ¿Hacia dónde? Al menos con Castillo hay suspicacia. Pero entonces ¿cuál estrategia del gobierno de Peña en contra de la delincuencia organizada?
No caben —vale el reclamo— el embuste ni la artimaña. Así no se acabará con la inseguridad. Lo peor de todo es que el problema se encamine hacia la contención de una ciudadanía organizada, como es el caso de los autodefensas, porque entonces las cosas se complican todavía más.
¿Si el “experimento Michoacán” no funciona, lo hará en otros casos como Guerrero? ¿Lo hará en el país? ¿Hacia dónde apunta la estrategia de Peña Nieto? Los 10 puntos anunciados el pasado 27 de noviembre para los problemas de inseguridad y violencia, deberán pasar por el cedazo del Congreso todavía. ¡Y hasta que se apliquen! La oposición todavía revisará aplicación, legalidad y procedencia.
Pero ya se dijo, el mismo Peña Nieto lo reconoce, que el “911 mexicano” tardará (hasta 2016) en lo que se generaliza, tanto técnicamente como en su uso: atención y respuesta en tiempo y forma —con personal y capacitación—, etcétera. ¿Pero y los demás puntos? ¿Esa es la estrategia?
Por ello los llamados desesperados de michoacanos como el propio Mireles, en el sentido de “vencer el miedo” para recuperar la democracia. Porque en Michoacán reina “el antagonismo”, la confusión y la contradicción. ¿En dónde anda Servando Gómez Martínez, alias La Tuta?
En cambio Mireles está en la cárcel y Mora con el hijo asesinado. ¿A Hipólito Mora también le espera la cárcel? ¿Hacia dónde se encamina Guerrero y el país? ¿Cuál certidumbre? ¿En dónde la seguridad de los mexicanos? ¿Y las promesas? ¿En dónde la estrategia diferente a la de Calderón, al retorno del Partido Revolucionario Institucional al poder con Peña Nieto?
Más incertidumbre que seguridad en esto que parece ser “el reinado de la maña”.
Realidades. Suspicacias de lado, si la situación en Michoacán no está mejorando, no avanzará en Guerrero y tampoco habrá resultados a nivel nacional. Michoacán es el piloto, el “laboratorio” desde el 2006 con Felipe Calderón. Ni antes ni ahora las cosas están bien.
O están peor cada vez. Pésimo estatus o diagnóstico para el gobierno de Enrique Peña Nieto y su “buena voluntad” de brindar seguridad a los mexicanos, la principal demanda irresuelta al primer tercio ya de su administración.
En todo caso, según avance o retroceda, la responsabilidad es primeramente del gobierno federal. Le alcanza el propio comisionado, Alfredo Castillo Cervantes, encargado del crimen organizado en el estado. En su caso, sigue la interrogante vigente: ¿si Castillo no resolvió asuntos como el de la niña Paulette Gebara Farah en 2010, o el estallido en la Torre B de Pemex, el 31 de enero de 2013…, ¿Resolverá Michoacán? Lo ha complicado, dicen los afectados.
Se supone que la solución debería ser incluyente, con la participación de todos: gobierno, sociedad y sectores afectados. Ahí hay excluidos. Los autodefensas, para comenzar que han vuelto al rearme. Casos como el encarcelamiento del Dr. José Manuel Mireles Valverde dice mucho; o el reciente atentado en La Ruana en contra del grupo de Hipólito Mora, en donde murió su hijo. Dizque por presuntas diferencias “personales” con El Americano, Luis Antonio Torres, presunto ex Templario.
“Dejar las armas será un suicidio”, dicen los autodefensas. “Las promesas de Castillo no se cumplen”, rezan. Peor aún, declara Mora; “En los grupos de autodefenzas hay grupos delictivos”. ¿Cuál confianza? Y el gobierno quiere acabar con los “líderes de movimiento”, denuncian.
Por lo mismo, la estrategia Michoacán no está clara. ¿Hacia dónde? Al menos con Castillo hay suspicacia. Pero entonces ¿cuál estrategia del gobierno de Peña en contra de la delincuencia organizada?
No caben —vale el reclamo— el embuste ni la artimaña. Así no se acabará con la inseguridad. Lo peor de todo es que el problema se encamine hacia la contención de una ciudadanía organizada, como es el caso de los autodefensas, porque entonces las cosas se complican todavía más.
¿Si el “experimento Michoacán” no funciona, lo hará en otros casos como Guerrero? ¿Lo hará en el país? ¿Hacia dónde apunta la estrategia de Peña Nieto? Los 10 puntos anunciados el pasado 27 de noviembre para los problemas de inseguridad y violencia, deberán pasar por el cedazo del Congreso todavía. ¡Y hasta que se apliquen! La oposición todavía revisará aplicación, legalidad y procedencia.
Pero ya se dijo, el mismo Peña Nieto lo reconoce, que el “911 mexicano” tardará (hasta 2016) en lo que se generaliza, tanto técnicamente como en su uso: atención y respuesta en tiempo y forma —con personal y capacitación—, etcétera. ¿Pero y los demás puntos? ¿Esa es la estrategia?
Por ello los llamados desesperados de michoacanos como el propio Mireles, en el sentido de “vencer el miedo” para recuperar la democracia. Porque en Michoacán reina “el antagonismo”, la confusión y la contradicción. ¿En dónde anda Servando Gómez Martínez, alias La Tuta?
En cambio Mireles está en la cárcel y Mora con el hijo asesinado. ¿A Hipólito Mora también le espera la cárcel? ¿Hacia dónde se encamina Guerrero y el país? ¿Cuál certidumbre? ¿En dónde la seguridad de los mexicanos? ¿Y las promesas? ¿En dónde la estrategia diferente a la de Calderón, al retorno del Partido Revolucionario Institucional al poder con Peña Nieto?
Más incertidumbre que seguridad en esto que parece ser “el reinado de la maña”.
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