"TRATADOS (TISA), LA VENTA DE BASURA"
Por Salvador González Briceño*
Prorrateo del costo de bonos chatarra. Acuerdos comerciales, artificios promovidos por el imperio estadounidense y la Troika europea, para perpetrar por algún tiempo las tropelías empresariales con el apoyo de la Reserva Federal (FED) y la City de Londres hacia un mercado extensivo.
Fruto del dominio de una economía financiarizada, truculenta y rapaz, el modelo económico de la globalización se mantiene no por la recuperación de la economía real sino con mecanismos como: la especulación bursátil —los famosos swaps— o venta de bonos basura (jugosas trampas de los corredores de bolsa), pero principalmente por la impresión de billetes desde la casa de moneda de la iniciativa privada —la llamada flexibilización cuantitativa de la FED—, los rescates obligados de los bancos con cargo al erario, y el interés a tasas cero de 2008 a la fecha.
Mecanismos tales de obligada observancia y aplicación para estados y gobiernos, como el propio estadounidense último, de Barack Obama, para la perpetración del dominio de los intereses de los consorcios multinacionales por encima o más allá de cualquier derecho ciudadano al empleo, a la digna remuneración, a no perder sus niveles de bienestar ganados y la imposición del interés de unos cuantos por sobre la mayoría de la población. Es el modelo de la globalización en donde las ganancias son de los pocos y quienes la pagan son los muchos; que además funciona como reparto de culpas, antes que enmendarlas, prorratearlas.
¿Quién desconoce los fines últimos de los tratados comerciales? Quién ignora que el Tratado de Libreo Comercio de América del Norte (TLCAN), por ejemplo, entre Canadá, Estados Unidos de América y México resultó en perjuicio para este último país? Nada más las tasas de crecimiento ubicadas solo por arriba del 2% son un indicador, a lo que se le puede sumar el índice de empobrecimiento de la población cercano al 70%, cuando antes de esta etapa neoliberal (décadas del 30-40-50 y 60 unos más otros un poco menos) el PIB del país rondaba por arriba del 5%, con creación de empleos, absorción de la nueva mano de obra, seguridad social, un nivel salarial no anclado a la inflación, etcétera. No se olvide que México destaca por su desigualdad social.
Que así como el TLC que entró en vigor en 1994, antes el GATT (1947-48), la OCDE (1961), APEC (1989), Unión Europea (1993), el ALCA (1994), la OMC (1995), etcétera, mecanismos todos para la liberalización del comercio, el derribo de barredas, un trato igualitario a extranjeros en tierras nacionales, un Estado local garante de esos intereses foráneos y una financiarización de las tales economías —arrastradas todas por el garlito de la globalización modernizadora; que a México lo llevaría al pedestal del “primer mundo” (¡sic!)—, todas estas cadenas inquisitorias bajo vigilancia del Fondo Monetario Internacional, el resguardo del Banco Mundial, Washington, el Banco Central Europeo y, como decíamos, la FED y la City de Londres, como saldo de la globalización.
Bueno, pues la intentona oscurantista de profundizar cada vez más dichos mecanismos, con saldos favorables siempre para los consorcios estadounidenses y europeos, principalmente, continúa amenazante bajo la negociación del pretendido acuerdo entre Estados Unidos de América y la Unión Europea. En el llamado TTIP, o Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio, que se negocia con la inclusión de otros como Canadá, México, Suiza, Lichteinstein, Noruega, Islandia, Macedonia, Turquía, Bosnia, Herzegovina, Montenegro y Serbia. Está en negociación, y es para el comercio, el crecimiento y el empleo (sic). Un TTIP rechazado sobre todo por ciudadanos europeos, porque conocen el saldo del TLCAN, donde las diferencias se profundizan.
Avanza otra trampa, en lo oscurito: es el llamado Acuerdo de Comercio y Servicios (TISA), más profundo y pretencioso que su antecesor. Un tratado para favorecer a los buitres del sistema financiero de Wall Street y la City de Londres, y sus mismos amos: las corporaciones multinacionales.
Prorrateo del costo de bonos chatarra. Acuerdos comerciales, artificios promovidos por el imperio estadounidense y la Troika europea, para perpetrar por algún tiempo las tropelías empresariales con el apoyo de la Reserva Federal (FED) y la City de Londres hacia un mercado extensivo.
Fruto del dominio de una economía financiarizada, truculenta y rapaz, el modelo económico de la globalización se mantiene no por la recuperación de la economía real sino con mecanismos como: la especulación bursátil —los famosos swaps— o venta de bonos basura (jugosas trampas de los corredores de bolsa), pero principalmente por la impresión de billetes desde la casa de moneda de la iniciativa privada —la llamada flexibilización cuantitativa de la FED—, los rescates obligados de los bancos con cargo al erario, y el interés a tasas cero de 2008 a la fecha.
Mecanismos tales de obligada observancia y aplicación para estados y gobiernos, como el propio estadounidense último, de Barack Obama, para la perpetración del dominio de los intereses de los consorcios multinacionales por encima o más allá de cualquier derecho ciudadano al empleo, a la digna remuneración, a no perder sus niveles de bienestar ganados y la imposición del interés de unos cuantos por sobre la mayoría de la población. Es el modelo de la globalización en donde las ganancias son de los pocos y quienes la pagan son los muchos; que además funciona como reparto de culpas, antes que enmendarlas, prorratearlas.
¿Quién desconoce los fines últimos de los tratados comerciales? Quién ignora que el Tratado de Libreo Comercio de América del Norte (TLCAN), por ejemplo, entre Canadá, Estados Unidos de América y México resultó en perjuicio para este último país? Nada más las tasas de crecimiento ubicadas solo por arriba del 2% son un indicador, a lo que se le puede sumar el índice de empobrecimiento de la población cercano al 70%, cuando antes de esta etapa neoliberal (décadas del 30-40-50 y 60 unos más otros un poco menos) el PIB del país rondaba por arriba del 5%, con creación de empleos, absorción de la nueva mano de obra, seguridad social, un nivel salarial no anclado a la inflación, etcétera. No se olvide que México destaca por su desigualdad social.
Que así como el TLC que entró en vigor en 1994, antes el GATT (1947-48), la OCDE (1961), APEC (1989), Unión Europea (1993), el ALCA (1994), la OMC (1995), etcétera, mecanismos todos para la liberalización del comercio, el derribo de barredas, un trato igualitario a extranjeros en tierras nacionales, un Estado local garante de esos intereses foráneos y una financiarización de las tales economías —arrastradas todas por el garlito de la globalización modernizadora; que a México lo llevaría al pedestal del “primer mundo” (¡sic!)—, todas estas cadenas inquisitorias bajo vigilancia del Fondo Monetario Internacional, el resguardo del Banco Mundial, Washington, el Banco Central Europeo y, como decíamos, la FED y la City de Londres, como saldo de la globalización.
Bueno, pues la intentona oscurantista de profundizar cada vez más dichos mecanismos, con saldos favorables siempre para los consorcios estadounidenses y europeos, principalmente, continúa amenazante bajo la negociación del pretendido acuerdo entre Estados Unidos de América y la Unión Europea. En el llamado TTIP, o Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio, que se negocia con la inclusión de otros como Canadá, México, Suiza, Lichteinstein, Noruega, Islandia, Macedonia, Turquía, Bosnia, Herzegovina, Montenegro y Serbia. Está en negociación, y es para el comercio, el crecimiento y el empleo (sic). Un TTIP rechazado sobre todo por ciudadanos europeos, porque conocen el saldo del TLCAN, donde las diferencias se profundizan.
Avanza otra trampa, en lo oscurito: es el llamado Acuerdo de Comercio y Servicios (TISA), más profundo y pretencioso que su antecesor. Un tratado para favorecer a los buitres del sistema financiero de Wall Street y la City de Londres, y sus mismos amos: las corporaciones multinacionales.
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