Xalapa, Ver.- Es un hecho que Javier Duarte de Ochoa huyó de Veracruz, y en su apresurada fuga, se llevó a mujer e hijos, pues desde el pasado 14 de octubre los pequeños dejaron de asistir al exclusivo colegio Las Hayas. Ahora, se asegura que desde que el PRI perdió la gubernatura el pasado 5 de junio, el gobernador con licencia empezó a ausentarse hasta de su bunker de la Casa Veracruz.
Se refugiaba en su casa del Club de Golf, en Emiliano Zapata, acaso porque por cuestiones logísticas estaba a tan solo 5 minutos del aeropuerto El Lencero, y si se presentaba el caso, como realmente ocurrió, estaba “a tiro de piedra” para llegar y abordar una aeronave que le llevaran a él y a los suyos fuera de tierras veracruzanas.
Sin embargo instancias policiacas y ministeriales federales, al parecer, desconocían esa versión, lo que pocos creen haya ocurrido realmente. Por lo pronto, la Casa Veracruz se encuentra prácticamente abandonada, pues quienes conocen del tema afirman que en plenitud del “pinche poder” Duarte de Ochoa mantenía en el lugar un amplio despliegue de “seguridad” que, incluso, se daba de comer diariamente a un centenar de personas.
Se acabaron las funciones de cine en la sala de proyecciones del Salón Yanga con palomitas y golosinas para la chiquillería, todo con cargo al erario. En fin, la “prosperidad” desapareció no en medio del aplauso, como soñaban que fuera el final, sino escapando por la puerta trasera, “como un ladrón en la noche”, título de un celebrado libro del escritor John Cornwell que narra la muerte del Papa Juan Pablo II, pero que basa la expresión en un pasaje de la quinta epístola de Tesalonicenses, del Nuevo Testamento cristiano: “… porque ya sabéis muy bien que, como un ladrón en la noche, así vendrá el Día del Señor.
Cuando se diga: «¡No hay novedad! ¡Todo está a salvo!», entonces, se les vendrá encima una destrucción repentina…”, y aquí, la “familia próspera” huyó cuando menos lo esperaba. Mientras tanto, aún hay 9 órdenes de aprehensión vigentes contra personas cercanas a ellos.
Se refugiaba en su casa del Club de Golf, en Emiliano Zapata, acaso porque por cuestiones logísticas estaba a tan solo 5 minutos del aeropuerto El Lencero, y si se presentaba el caso, como realmente ocurrió, estaba “a tiro de piedra” para llegar y abordar una aeronave que le llevaran a él y a los suyos fuera de tierras veracruzanas.
Sin embargo instancias policiacas y ministeriales federales, al parecer, desconocían esa versión, lo que pocos creen haya ocurrido realmente. Por lo pronto, la Casa Veracruz se encuentra prácticamente abandonada, pues quienes conocen del tema afirman que en plenitud del “pinche poder” Duarte de Ochoa mantenía en el lugar un amplio despliegue de “seguridad” que, incluso, se daba de comer diariamente a un centenar de personas.
Se acabaron las funciones de cine en la sala de proyecciones del Salón Yanga con palomitas y golosinas para la chiquillería, todo con cargo al erario. En fin, la “prosperidad” desapareció no en medio del aplauso, como soñaban que fuera el final, sino escapando por la puerta trasera, “como un ladrón en la noche”, título de un celebrado libro del escritor John Cornwell que narra la muerte del Papa Juan Pablo II, pero que basa la expresión en un pasaje de la quinta epístola de Tesalonicenses, del Nuevo Testamento cristiano: “… porque ya sabéis muy bien que, como un ladrón en la noche, así vendrá el Día del Señor.
Cuando se diga: «¡No hay novedad! ¡Todo está a salvo!», entonces, se les vendrá encima una destrucción repentina…”, y aquí, la “familia próspera” huyó cuando menos lo esperaba. Mientras tanto, aún hay 9 órdenes de aprehensión vigentes contra personas cercanas a ellos.
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