A Alfredo del Mazo no le pinta bien el año que ya corre. En una minigira realizada junto con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se pudo palpar la aceptación popular del gobernador mexiquense. Mientras que a uno lo aplaudían y además se publicaba que la aceptación ciudadana era de 70 por ciento, al otro lo abucheaban. Es cierto que no era el mejor escenario. No era un territorio neutro sino la casa del operador político Higinio Martínez, quien manejó hasta el final las campañas electorales de 2018 a cambio de imponer su propia estructura, prestándosela a Obrador para ganar el Estado de México en esos comicios presidenciales. El valle de Toluca fue un ejemplo de ello, así como Texcoco y los bastiones que lo rodean. La región texcocana representa todo un caso. Además del inmenso negocio por la venta de tierras en el que participaron empresarios y políticos como Higinio Martínez -de lazos priistas aunque militante de partidos de izquierda en el Estado de México, y señalado por afectados de la cancelada obra del aeropuerto como uno de los beneficiarios, imputado por la ruptura de los morenistas fundadores con su partido, debido a la imposición de candidatos- es un termómetro social. Es parte de la Zona Metropolitana del Valle de México, donde hay cerca de 23 millones de personas, lo que representa casi 23 por ciento de la población del país aglutinada la inmensa mayoría en una olla de condiciones miserables, laboratorio permanente de desigualdad, violencia, delincuencia organizada y migración forzada. Es también un centro económico, financiero y político, uno de los corazones de México determinante para todo, también para los procesos electorales.
Que Alfredo del Mazo haya sido abucheado no es buen signo para su partido cuando las elecciones intermedias se celebrarán en poco más de un año.
Se renovarán, aunque eso es un decir, alcaldías y curules en un proceso en el que casi todos los presidentes municipales actuales se postularán en reelección, aunque legalmente no se llama así. También, que Obrador haya sido ovacionado resulta engañoso cuando el grupo de su operador en el Estado de México ha sido, poco a poco, apartado.
Los fundadores originales de Morena en la entidad no se han quedado quietos y algunos consiguieron entrar a la administración federal, a encomiendas importantes, desde donde siguen impulsando el proyecto político original, que apoya la propia Presidencia o por lo menos no censura ni detiene. Se trata de un movimiento de recuperación de los espacios políticos que debido a la falta de estructura se entregaron a Martínez y su Grupo de Acción Política (GAP), y que ha instalado en Toluca uno de sus centros de operaciones, los cuales se extienden por toda la entidad.
El GAP es poderoso, pero tampoco lo será tanto cuando otras fuerzas intervengan. Sin embargo, tiene poder y ha impulsado figuras como la del alcalde de Toluca, Juan Rodolfo Sánchez Gómez, a quien en los pasillos del palacio de Gobierno de la ciudad de México se le considera como uno de los aspirantes a dirigir al Estado de México, junto con Delfina Gómez, por ahora borrada de las actividades públicas pero depositaria de elementos políticos y económicos determinantes, también relacionada con el GAP pero funcionando como una cuña, en realidad, del propio Obrador en ese grupo. Claro, falta mucho para esas elecciones y el gobierno de Obrador encara, todos los días, un proceso a contracorriente en el que ellos mismos representan los principales obstáculos para conseguir sus objetivos.
El PRI se prepara, lo mismo que Morena, aunque sus procesos han perdido interés incluso hasta para los medios de comunicación que mantienen convenios con ese partido. El Estado de México, que ha sido una especie de heredad desde los años 50 del siglo pasado para familias como los Del Mazo, los Peña, los Hank y sus aliados empresariales y políticos, parece hoy más perdido que nunca, por lo menos en el escenario público. Morena se prepara para arrebatar lo que falta, así como también se podría hacer del control de la Universidad Autónoma del Estado de México, lo cual redondearía el control político sobre el Estado de México.
Que Del Mazo no fuera bien recibido también significa que la población padece, como siempre ha padecido: ha aumentado el desempleo, se ha incrementado el número de desaparecidos y de fosas clandestinas e incluso el Cártel de Jalisco Nueva Generación ha desatado una guerra con la Familia Michoacana en el sur mexiquense. Y también han aumentado los precios de servicios como el transporte, sin que el gobierno de Del Mazo haya metido una sola pestaña para defender a quien paga.
Como siempre, el ciudadano común no ha sido tomado en cuenta.
Miguel Alvarado/VcV Noticias
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