DE EDUCACIÓN BÁSICA.
En casa como en la escuela siempre nos enseñan desde pequeños: “¡No hagas a otros lo que no quieras que te hagan!”. Y bajo esa premisa, empezamos a convivir tratando de compartir con alegría y sin malicia, sólo por jugar; conforme avanzan las relaciones cambiamos nuestra actitud, ya sea por carácter, temperamento, interés o bien, como acción o reacción a lo que vivimos. Y con esos cambios, la dulzura y alegría disminuye de nuestro trato y aparecen rasgos que complican nuestro entendimiento con otros. La premisa cambia y tal pareciera que ahora surge una más complicada: “¡Con la edad, llegan los mayores prejuicios y, por ende, un comportamiento sumamente complejo!”...Nota completa aquí.
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