Según datos vía transparencia, el gobierno mexicano reconoce la muerte de ocho comunicadores que estaban bajo el resguardo de las autoridades
El organismo de las Naciones Unidas publicó que en 2022 hubo 44 periodistas asesinados en América Latina y el Caribe. De esta cifra, nuestro país aportó 19 comunicadores muertos, casi el 50% del total en la región. En Asia y el Pacífico se reportaron 16 y en Europa del Este, 11.
Los países más mortíferos para el ejercicio periodístico fueron México, con 19; Ucrania, con 10; y Haití, con nueve. A decir de la UNESCO, los motivos de las ejecuciones fueron por informar sobre el crimen organizado, los conflictos armados o el auge del extremismo, principalmente.
Periodistas hombres, los más protegidos en México
De acuerdo con una solicitud de transparencia entregada a N+, 819 periodistas se incorporaron al Mecanismo de Protección de 2012 a 2022. En su mayoría, más hombres están bajo el cuidado de las autoridades (589) respecto a mujeres (230).
El 2017 fue el año con más ingresos a esta herramienta del gobierno mexicano, en la parte final del sexenio de Enrique Peña Nieto, cuando 13 mujeres y 92 hombres, para un total de 123 periodistas, pidieron y entraron a este mecanismo. En 2022, sumaron 76.
Entre los beneficios que tienen quienes están bajo el amparo de la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas están: evacuación, reubicación temporal, escoltas de cuerpos especializados, chalecos antibalas, autos blindados, entre otros.
De este total, de acuerdo con la información entregada vía transparencia, en esta década han muerto ocho comunicadores que estuvieron bajo resguardo de las autoridades mexicanas.
Se tienen registrados 8 casos de periodistas que han muerto contando con medidas de protección del Mecanismo, en 5 casos se registra que cubrían información sobre seguridad pública y política y en tres casos cubrían notas sobre seguridad pública
Asesinatos fuera de servicio
Según la UNESCO, la mitad de los periodistas asesinados en 2022 (71) se encontraban fuera de servicio en el momento del atentado: de viaje, en sus casas, estacionamientos y otros lugares públicos en los que no estaban trabajando.
Se mantiene así la tendencia de los últimos años, lo que implica que no existen espacios seguros para los periodistas, ni siquiera en su tiempo libre
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