Por: Arturo Trejo Villafuerte
Miguel Ángel Mancera se maneja al mismo nivel que el que dice que nos gobierna: no soluciona nada, no hace nada, pero sí impone un Nuevo Reglamento de Tránsito restrictivo y represivo, con el cual toma fotos a nuestros autos y, claro, nos cobra por ellas. En un solo día he recibido dos infracciones por exceso de velocidad: en una iba a 64 kilómetros por hora y en la otra a 69 kilómetros por hora, ambas en el mismo puente de ida y venida en San Juan de Aragón, Delegación Gustavo A. Madero, y que las multas ubican malamente en la Delegación Álvaro Obregón (sic).
Lo primero que me brinca es que quien hizo el Reglamento no sabe de las Leyes de la Inercia, y obvio que no sabe que cuando un vehículo va con una velocidad sostenida de 50 kilómetros por hora y comienza una bajada, tiende a elevar su aceleración, la cual puede fluctuar entre 15 y 20 kilómetros o más. Ni siquiera lo digo yo, lo dice Isaac Newton en las Leyes de la Inercia.
Y, claro que me encabrono por estas infracciones, porque en toda mi vida como conductor de vehículos automotores, no he recibido más de cuatro o cinco multas, pero ahora dos infracciones, en un solo día, me molesta porque además están mal documentadas y mal sustentadas.
Tengo que hablar bien de mi: recibí cursos de Educación Vial en la primaria, cuando el titular de ese Departamento, muy importante dentro de la estructura de Policía y Tránsito, era don José Avila Garibay. Manejo desde los 12 años y recibí mi primer permiso para conducir a los 15 años, yo llegaba a la Preparatoria No. 9 en el carro de mi abuelo Pancholín, un Chevrolet -auténtica lancha- 1960 "Bel Air". He tenido en toda mi vida tres accidentes, cuando mucho, en los cuales, en dos de ellos, me han pegado a mi o no han sido causado por quien esto escribe, y sólo uno aquí en San Bernardino, Texcoco, donde la grava suelta y una rueda recién arreglada pudieron ser las causas del mismo.
Si Mancera hubiera dicho: vamos a educar a los habitantes de la Ciudad de México en cuestiones de vialidad, le aplaudiría, pero todo lo ha hecho al revés: baches por toda la ciudad; ciclopistas que muy pocos usan -y luego los ciclistas van en sentido contrario, se suben a las banquetas, hacen lo que quieren y para ellos no hay reglamento válido, no les toman fotos, no los multan-; descuido inclemente en el Metro; derroteros del Metrobús muy cuestionados y muchos otras tantas cosas más que, la verdad, causan desaliento y pavor ante su posible candidatura para ser Presidente de la República.
No es el idóneo. Si no puede con la Ciudad de México, menos podrá con el país, como tampoco puede el que dice que nos gobierna.
Lo primero que me brinca es que quien hizo el Reglamento no sabe de las Leyes de la Inercia, y obvio que no sabe que cuando un vehículo va con una velocidad sostenida de 50 kilómetros por hora y comienza una bajada, tiende a elevar su aceleración, la cual puede fluctuar entre 15 y 20 kilómetros o más. Ni siquiera lo digo yo, lo dice Isaac Newton en las Leyes de la Inercia.
Y, claro que me encabrono por estas infracciones, porque en toda mi vida como conductor de vehículos automotores, no he recibido más de cuatro o cinco multas, pero ahora dos infracciones, en un solo día, me molesta porque además están mal documentadas y mal sustentadas.
Tengo que hablar bien de mi: recibí cursos de Educación Vial en la primaria, cuando el titular de ese Departamento, muy importante dentro de la estructura de Policía y Tránsito, era don José Avila Garibay. Manejo desde los 12 años y recibí mi primer permiso para conducir a los 15 años, yo llegaba a la Preparatoria No. 9 en el carro de mi abuelo Pancholín, un Chevrolet -auténtica lancha- 1960 "Bel Air". He tenido en toda mi vida tres accidentes, cuando mucho, en los cuales, en dos de ellos, me han pegado a mi o no han sido causado por quien esto escribe, y sólo uno aquí en San Bernardino, Texcoco, donde la grava suelta y una rueda recién arreglada pudieron ser las causas del mismo.
Si Mancera hubiera dicho: vamos a educar a los habitantes de la Ciudad de México en cuestiones de vialidad, le aplaudiría, pero todo lo ha hecho al revés: baches por toda la ciudad; ciclopistas que muy pocos usan -y luego los ciclistas van en sentido contrario, se suben a las banquetas, hacen lo que quieren y para ellos no hay reglamento válido, no les toman fotos, no los multan-; descuido inclemente en el Metro; derroteros del Metrobús muy cuestionados y muchos otras tantas cosas más que, la verdad, causan desaliento y pavor ante su posible candidatura para ser Presidente de la República.
No es el idóneo. Si no puede con la Ciudad de México, menos podrá con el país, como tampoco puede el que dice que nos gobierna.
(Fragm.) Todo Texcoco
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