jueves, 8 de septiembre de 2016

Papel Social

Hablemos de lo bueno, porque sí cuenta

Por: Javier Herrera Borunda

Mencionar las cosas buenas que suceden no es tradicionalmente noticia, aunque en realidad debería serlo en todos los medios de comunicación del mundo, muy probablemente nuestra convivencia social sería más armónica. El morbo se ha convertido en parte de la naturaleza humana; en nuestro caso, parecería que los mexicanos disfrutamos al conocer alguna situación adversa, para enseguida replicarla, casi siempre sin confirmar su veracidad, como si se tratara de ganar el Premio Pulitzer, que por cierto se entrega a los profesionales del periodismo internacional que destacan por su imparcialidad, objetividad, puntualidad y buena pluma.
En la era de la información, o tal vez mejor definida como de la “desinformación”, en la que en las redes sociales tenemos acceso infinito e inmediato a cualquier tema que sea de nuestro interés, las noticias más difundidas, en muchas ocasiones, son aquellas que no tienen fundamento alguno, que son verdades a medias o que de plano carecen de veracidad. En este contexto, los intereses de grupos particulares se valen de la flexibilidad que ofrecen estos medios para incidir en la opinión de una ciudadanía lamentablemente poco informada y menos politizada que cree a pie juntillas que se trata de la verdad absoluta.
Los gobiernos actuales no han logrado adaptarse con la velocidad requerida a esta nueva era de la información en tiempo real. La fatal consecuencia es que las instituciones han ido perdiendo credibilidad. Esta realidad no es algo privativo de nuestro país, en el mundo son pocos los gobernantes que tienen una aprobación por arriba del cuarenta por ciento, es decir la gran mayoría de sus gobernados están en desacuerdo con su gestión, llámense Barak Obama, Mariano Rajoy o Enrique Peña Nieto, por mencionar algunos.
En México hay muchas situaciones de las que debemos sentirnos orgullosos y hemos alcanzado varios logros de los cuales los datos duros son garantes fieles. En días pasados, en el marco de nuestra reunión plenaria, el grupo parlamentario del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, sostuvimos un encuentro con el secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, José Calzada Robirosa. En dicha reunión conocimos cifras que claramente nos llevan a afirmar que la política pública adoptada en el sector por la administración del presidente Enrique Peña Nieto es la correcta.
Hoy, nuestro país ocupa el décimo segundo lugar mundial en la producción de alimentos y con proyección para avanzar un escaño más para el 2018. Por primera vez en muchos años tenemos un superávit en la balanza de pagos en este renglón, es decir generamos más divisas por la exportación de materias del campo que las que importamos. Somos el principal productor de aguacate en el mundo; de los dos millones de toneladas que se producen a nivel global, el 70% son cosechadas en nuestro territorio; uno de cada tres jitomates que se consumen en Estados Unidos es mexicano; somos el séptimo productor de proteína animal y el segundo de limón y nuez. En el primer semestre de 2016 el sector primario creció 4.2% en producción agrícola, muy por encima del crecimiento del PIB; hoy en México 7 millones de personas trabajan en el campo y ese sector tuvo un crecimiento de 15 mil millones de dólares, lo cual no es una cifra menor.
Los números están a la vista, pero ¿cómo hemos logrado alcanzarlos? Al principio de la presente Administración se diseñaron políticas públicas sobre la base de que de los 26 millones de hectáreas cultivables con las que contamos ya se cultivan 22 millones, por lo que el reto estaba entonces en elevar la productividad del campo a través de capacitación, reconversión y uso de tecnologías modernas.
La meta inicial fue tecnificar 450 mil hectáreas de riego, la cual fue cumplida y hoy se ha incrementado su horizonte a 520 mil hectáreas. En los invernaderos se puede producir entre 10 y 12 veces más que a través del cultivo tradicional, al convencernos de ello hemos logrado ocupar el quinto lugar a nivel mundial en invernaderos con 25 mil hectáreas de ellos. Así mismo se apostó por la acuacultura la cual además de dar certeza es amigable con el medio ambiente por su sustentabilidad. Hoy en México contamos con 120 millones de hectáreas de granjas acuícolas.
Con objeto de hacer rentables los minifundios, ya que en México el grueso de nuestros agricultores cuenta con menos de 20 hectáreas de tierra, lo cual imposibilita generar economías de escala, la estrategia ha consistido en seguir asistiéndolos en formar cadenas de valor, y acceder a paquetes tecnológicos. Se reorientaron los subsidios de tal suerte que el 50% de los mismos se han dirigido a productores que tienen menos de cinco hectáreas, y en total el 70% han beneficiado a productores con menos de 20 hectáreas.
El campo es una gran oportunidad para seguir creciendo en un país como el nuestro. A nivel mundial la FAO vislumbra grandes retos para la humanidad y estima que se deben producir 70% más alimentos para abastecer las demandas a que da origen el crecimiento demográfico global. Esta ventana de oportunidad no la podemos desaprovechar, el mercado está ahí e invertir hoy puede ser nuestra salvación mañana.
Por estas razones en el PVEM seguiremos impulsando esta política pública y respaldándola con presupuesto para elevar la productividad del campo. Asimismo, sabemos que el día de hoy el promedio de la población que trabaja en el campo tiene casi 50 años. Por las necesidades globales y para fomentar que la juventud vea en el campo una oportunidad de desarrollo, creemos en el programa “Arráigate”, al que esperamos destinar más de 400 millones de pesos para que los  jóvenes que laboran en nuestros campos aprendan nuevas técnicas y se vuelvan factores del crecimiento de nuestro país, pero sobre todo no se vean en la necesidad de emigrar al vecino país del Norte en busca de futuros inciertos.
México va en la ruta adecuada, es cierto aún estamos lejos de alcanzar las grandes metas de una sociedad de igualdad de oportunidades, pero la oportunidad está ahí y corresponde a nuestra generación reclamarla.

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