Colegio Rébsamen, justicia a medias
Por: Ricardo Raphael
Fernando Flores Castillo es profesor de secundaria. Hace dos años daba clases en la escuela donde perdió la vida su hijo, Santiago Flores Mora.
El miércoles 19 de septiembre de 2017, poco después de la una de la tarde, tuvo una larga conversación con su esposa Verónica. Hablaron de los preparativos para la fiesta de Santi, que estaba a punto cumplir los siete años.
Esa comunicación fue interrumpida por el movimiento de la tierra. Verónica, que también es maestra de secundaria, se aseguró que sus alumnos se concentraran en el patio de la escuela pública donde aún trabaja.
Cuando no hubo más peligro, fue a buscar a Leonardo, su hijo más pequeño, que por aquel entonces estaba inscrito en una guardería. Con él se dirigió después al colegio Rébsamen, porque ahí trabajaba Fernando y ahí también estudiaba su hijo Santiago.
En el camino cruzó frente al Tecnológico de Monterrey, plantel Villa Coapa. Al ver los restos caídos de esa universidad su corazón resbaló dentro del barranco de la angustia. Minutos más tarde, por la radio se enteró que también se había desplomado el edificio del colegio Rébsamen.
Aned Romero Gutiérrez ya había cumplido siete años el día del terremoto. Era una niña alta y con personalidad fuerte. Su madre, Ana Lilia, dice que tenía un sentido muy práctico de la vida. “¡Nada se le atoraba!”. Nació bondadosa y un poco adulta.
Cuando el salón de clase comenzó a moverse, Aned y otras dos compañeras corrieron hacia el cubo de las escaleras. Nadie supo decirles que lo mejor es quedarse quieto, una vez que el terremoto empieza a sentirse. Perdió la vida por estar donde no debía...Lee la información completa aquí
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