martes, 30 de abril de 2013

EDITORIAL BAMBA POLÍTICA

AL CUIDADO DE LAS CELEBRACIONES

Por Lorena R Arvizu R

Durante las semanas pasadas, además de una larga lista de aconteceres nacionales, también se celebraron varias que han sido declaradas festividades internacionales. A saber: El Día Internacional de la Madre Tierra, Día Internacional del Libro, Día Internacional de la Danza, y el Día del Niño (en México); con fecha en 22, 23, 29 y 30 de abril, respectivamente.
Tal vez, se ha caído en la equivocación de prestarle menos importancia de la debida a tal tipo de “celebraciones”. En parte por tener ya un extenso repertorio de Días Internacionales, dedicados a un sinfín de temas y que además varios no son ciertamente oficiales; aunque no por ello algunos devalúen su importancia. Así también, lo cierto es que un gran porcentaje de la población mundial no les da el valor real que ostentan. Cada uno de esos Días, tiene una razón de ser, un objetivo a proteger o enaltecer, y si se ahonda en la materia, siempre cuentan una profunda historia.
Tampoco podemos aquí ser relatores de dichas capas del pasado, nos limita la brevedad y concreción que necesita mantener este espacio. Pero cabe la reflexión en torno a ello.
Llama la atención, por ejemplo, la popularidad que causan en la redes sociales, sobre todo en los grupos jóvenes. Se vuelven trending topics, y se observa una gran cantidad de imágenes circulando en referencia a esto. Sin embargo, de las palabras a los hechos hay una inmensa brecha.
El impacto causado por las festividades, no debiese estar limitado a su recuerdo o mención solo como moda, sino a una real participación social.
¿Qué hacen para conmemorar a la Madre Tierra o a la infancia, que provoque cambios a favor?
En torno a la Tierra, hay un término bastante utilizado y que, sin embargo, no se refleja su definición en las acciones realizadas: Desarrollo Sustentable. De acuerdo al Informe Brundtland (uno de los documentos más importantes en materia de ecología y ambientalismo), es “Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro…” Funge como un lazo entre el Derecho Ambiental y los propios Derechos Humanos, de los cuales, por cierto, también gozan los niños a los que hoy estamos celebrando. ¿Y qué les daremos de regalo a futuro?
En un escenario distópico, aquellos que hoy disfrutan de su infancia (y dicho verbo puede ser bastante cuestionado), en unos años sufrirán de los daños que hoy se advierten en el planeta, y siguen cometiéndose.
Lo preguntan bien hasta en canciones “¿porqué en el mundo hay tanto dolor, porqué se hacen las guerras? ¿Porqué se siembra el miedo? ¿Porqué violamos a la Madre Tierra?”
Ya no quedarán días de gozo, o tendrán que trabajar encima de las expectativas para lograrlos.
Tampoco habrá danzas que bailar, pues hasta esos arraigos hemos lastimado. La danza, esa expresión universal del cuerpo que se nos ha otorgado también necesita hoy reafirmar su relevancia. Desde lo típico a lo contemporáneo. Puedo decirlo, me gustaría que dicho arte liberara el alma y mente de las personas, tal como hizo con la mía.
Y de los libros, son vida. Qué mejor motivo para celebrarlos.
Así pues, todo se tiñe de trascendencia. Si se le mira bien, se entiende su importancia. Y como dicen que uno jamás debe dejar de ser niño, entonces cabe la solidaridad con los festejados.
Dijo Nicanor Parra, “El error consistió en creer que la tierra era nuestra, cuando la verdad de las cosas es que nosotros somos de la tierra”. ¡A protegerla!

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