Mientras miles de aficionados de todo el mundo se reúnen en un ambiente de fiesta en el estadio Arena de Corinthians para presenciar la inauguración de la Copa del Mundo de futbol, a pocos kilómetros, la policía antidisturbios brasileña se enfrentó con gases lacrimógenos y balas de goma a manifestantes que protestaban contra el certamen mundialista.
Los cantos “¡oh oh oh Brasil!” que se escuchan a fuera del también llamado estadio Itaquerao en apoyo a la selección verdeamarela contrasta con los gritos de los manifestantes que expresan su rechazo por los excesivos gastos que ha tenido que financiar el gobierno para una lenta construcción y remodelación de estadios, que en su mayoría no han se encuentran cien por ciento en los arreglos de su infraestructura.
"¡No habrá Copa!", cantaban los manifestantes antes de ser dispersados, una frase que se ha convertido en el lema de muchos brasileños indignados con los once mil millones de dólares que el Mundial costará a los contribuyentes brasileños, y que reclaman para la educación, la salud, la vivienda y el transporte.
Pentacampeón mundial, Brasil es un país donde el amor por el futbol se viven cada uno de sus habitantes, desde quienes residen en los barrios marginales de las favelas hasta diplomáticos y políticos como el ex presidente Lula Da Silva.
Sin embargo, en esta ocasión pareciera que la mayor fiesta por el balompié no ha sido tan bien recibida por los brasileños, quienes incluso han señalado que no les molestaría ver perder a su selección como anfitriona en esta Copa del Mundo.
Los cantos “¡oh oh oh Brasil!” que se escuchan a fuera del también llamado estadio Itaquerao en apoyo a la selección verdeamarela contrasta con los gritos de los manifestantes que expresan su rechazo por los excesivos gastos que ha tenido que financiar el gobierno para una lenta construcción y remodelación de estadios, que en su mayoría no han se encuentran cien por ciento en los arreglos de su infraestructura.
"¡No habrá Copa!", cantaban los manifestantes antes de ser dispersados, una frase que se ha convertido en el lema de muchos brasileños indignados con los once mil millones de dólares que el Mundial costará a los contribuyentes brasileños, y que reclaman para la educación, la salud, la vivienda y el transporte.
Pentacampeón mundial, Brasil es un país donde el amor por el futbol se viven cada uno de sus habitantes, desde quienes residen en los barrios marginales de las favelas hasta diplomáticos y políticos como el ex presidente Lula Da Silva.
Sin embargo, en esta ocasión pareciera que la mayor fiesta por el balompié no ha sido tan bien recibida por los brasileños, quienes incluso han señalado que no les molestaría ver perder a su selección como anfitriona en esta Copa del Mundo.
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