miércoles, 29 de julio de 2015

Túnel de escape: el teatro

Por Lydia Cacho

Sorprende que a casi ninguna persona en México le asombró la fuga del capo di tutti capi Joaquín El Chapo Guzmán Loera.
Yo he estado en el penal del Altiplano, me vi forzada a testificar frente al pederasta Jean Succar Kuri durante ocho horas en la zona de careos. Simplemente entrar me llevó una hora debido a los procedimientos de seguridad exhaustivos. Cámaras por todas partes, guardias con armas, pasillos blindados, vidrios blindados, más cámaras en los pasillos, en los baños.
Los detenidos, para circular de una zona a otra, van esposados y escoltados por guardias. El guardia casi le respiraba a Succar en el cuello.
Así es esto —me dijo el juez de Toluca—, en este penal hasta las moscas están inventariadas. En ese momento entró un grupo de policías de las fuerzas especiales, encapuchados y armados, escoltando a una decena de detenidos, supuestos zetas híper peligrosos.
Nos tensamos, el ambiente lo ameritaba. El responsable de seguridad del área en que estábamos nos dijo que en absolutamente cada rincón había cámaras y sensores de movimiento; de esta fortaleza sólo se sale por la puerta principal; somos una de las prisiones más seguras del continente, afirmó ufano el encargado de asegurarse de que mis abogados y yo, que testificábamos contra un detenido,  no nos moviésemos de nuestro lugar durante ocho horas.
Entramos sin absolutamente ningún aparato, bolsa, cartera, vaya ni una pluma. Sólo puedo imaginar el operativo para crear el túnel de un kilómetro por el que salió El Chapo luego de lo que se intuye como una buena negociación política.
A mí, la multimillonaria fortuna de El Chapo Guzmán no me enoja tanto como la de Carlos Romero Deschamps, el líder petrolero, dijo una amiga actriz.
Sin duda, la industria criminal organizada hace un daño terrible a la sociedad, pero la industria criminal politizada es peor, porque imposibilita la existencia de un gobierno estable y creíble que le siga el paso a una sociedad civil que trabaja afanosamente por la construcción del Estado de derecho y de bienestar social.
Porque mientras los políticos ponen en riesgo la estabilidad social y económica, la sociedad civil arriesga la vida, la seguridad personal y la integridad.
El periodismo ético es parte de esa sociedad que documenta con  cifras, nombres, evidencias, testimonios y verdades, quién es quién en el país. En los últimos años hemos creado un mapa de las realidades mexicanas; tal vez gracias a él entendemos que los túneles son cosa de todos los días en México.
Enrique Peña Nieto se salió por el túnel subterráneo de la Casa Blanca, y su esposa dio la cara para justificar la existencia del dulce hogar. Ambos salieron ilesos, los únicos castigados fueron Carmen Aristegui y el equipo que reveló la noticia.
Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, El Rey de la Basura”, líder del PRI del Distrito Federal, cavó su propio y pequeño túnel que llegaba a las oficinas de la Procuraduría capitalina, donde se desestimaron los testimonios, evidencias y denuncias penales por el delito de trata de personas interpuesto por cinco mujeres valientes que aún ahora viven bajo amenaza.
Tal vez a pocas personas les sorprendió la noticia de la fuga de El Chapo porque hace tiempo que comprendimos que el territorio nacional es una especie de ratonera de rancho. En el campo las casitas pintorescas están rodeadas de un huerto que da frutos al lado de la hortaliza que da vegetales, allí la milpa, por acá el pozo de agua, más allá la pileta de riego.
Todo parece funcionar, pero cada noche los ratones de campo, las tuzas, los topos, circulan alegres por sus túneles, entran en la casa, anidan en un rincón, se comen las raíces de los frutos más jugosos y vuelven a casa. A diferencia de los políticos, los animales de campo cumplen una función estabilizadora del medio ambiente, excepto cuando se convierten en plaga.
Los políticos y los más poderosos criminales, en más de una ocasión unidos en intereses y negociaciones inconfesables, planean y diseñan sus túneles desde antes de ser detenidos o evidenciados por la prensa.
Contrario a lo que algunos opinan, no creo que la ausencia de sorpresa por la fuga de El Chapo se deba a nuestro cinismo, más bien es porque tenemos memoria y hemos comprendido cómo opera el Sistema.
Conocemos de sobra el guión, el teatro ha fracasado, las tramas son predecibles hasta la náusea. Justamente lo que la sociedad civil ha dicho en los últimos años es que habrá que cambiar el guión, a las y los actores públicos y, con ello, la narrativa de la violencia y la criminalización.
Si queremos resultados diferentes, la aproximación debe cambiar. Ya se gesta en México la articulación de nuevas narrativas y acciones, el túnel y la fuga son una distracción; comprenderlo nos ayudará a seguir adelante con la verdadera tarea de rescatar al país de la plaga que nos monta el circo de la violencia como panacea de la estabilidad, del Estado policiaco como respuesta de silenciamiento ante las quejas justificadas.
Aunque el reflector le pertenezca a los gobernantes, la brújula la tienen la sociedad civil y la prensa libre. Lo que parece la nota urgente no debe distraernos de la que es importante. ¿No cree usted?.

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