Por: Rodrigo Domínguez Vergara
Generalmente cuando hablamos de la multiculturalidad, hablamos de ello, como si fuera una moda sociológica discursiva de ocasión, para hacer notar que estamos bien informados y que estamos en sintonía con el respeto y la lucha universal por los Derechos Humanos en la diversidad cultural; sin embargo, en nuestras conductas cotidianas, asumimos conductas discriminatorias contra las personas diferentes: obesas, por su color, por credos religiosos, preferencia sexual, por ser indígenas, etc. Somos influenciados por una cultura discriminatoria, donde los medios de comunicación, la religión, la educación que recibimos en casa y en la escuela, juegan un papel determinante en la formación de nuestras actitudes y valores.
Cada una de estas vertientes formadoras de creencias, tienen sus propios orígenes en la trasmisión de la cultura de generación en generación. Cada una de ellas se forjó en orígenes, también discriminatorios. Paulatinamente se gesta en nosotros, un paradigma personal, familiar y social sobre la aceptación o rechazo de lo diferente, que cambiarlo, implica un gran conflicto existencial.
Nuestras creencias, arraigadas en nuestros esquemas mentales como verdades ciertas e inamovibles, enfrentan un choque ideológico y cultural, cuando en la diversidad, surgen de la marginación de grupos, reclamando derechos humanos legítimos. El derecho a la libertad de credo como el derecho a la vida o el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, asícomo el derecho a tener una vida digna, son equiparables con el derecho a la preferencia sexual y a su respectivo derecho a legitimar una vida conyugal.
Tradicionalmente, aun cuando a lo largo de la existencia del hombre en la tierra, la diversidad, primero no reconocida sino hasta la llegada de Darwin, luego marginada y discriminada por ignorancia; creencias falaces o conveniencias encubridoras, no desechan, de ninguna manera que, históricamente, siempre han existido, desde la aparición del hombre en la tierra hasta nuestros días, aun cuando cada día, se tengan que enfrentar luchas ideológicas, políticas, sociales y jurídicas por su respeto, su vigencia y su práctica cotidiana.
En la actualidad, la diversidad exige su reconocimiento en una de sus facetas naturales que es, el matrimonio entre dos personas del mismo sexo y el reconocimiento de todos sus derechos, incluyendo el de la adopción.
El derecho a la vida conlleva al derecho a ser libre y a gozar de todos los derechos humanos que le son inherentes; esto tiene la implicación que conduce a la igualdad entre individuos, entre parejas y entre grupos de la sociedaden general. El reconocimiento de la biodiversidad y heterogeneidad de género,habrá de enfrentar una batalla más por el menosprecio de los derechos humanos que les son inherentes e inalienables.
Hoy, en México se vive una gran lucha en el terreno de los derechos humanos relativos a igualdad de género, aborto, marginación social, educación, Etc.
En consideración a que, los Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas-de la cual México es miembro- se han comprometido a asegurar, la cooperación al respeto universal y efectivo de los derechos y libertades fundamentales del hombre y, que nuestro gobierno por debilidad, negligencia, omisión o presiones de grupos diversos, lo fuerzan a soslayar estos derechos. Es preciso levantar la voz, hoy, por la libertad de género y el matrimonio igualitario y, en general, por todos aquellos Derechos Humanos que en todo el territorio nacional van perdiendo la batalla frentea la barbarie y el oscurantismo dogmático. En México, en las últimas tres décadas hemos perdido gran parte de nuestra riqueza natural y cultural; es preciso seguir insistiendo enproteger y defender los pocos valores que nos quedan como son los derechos humanos que son la aspiración más alta de la familia humana.
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