Nueva York, EE.UU.- Un año después de tomar la capital de Estados Unidos, Donald Trump, ofrecerá su primer informe presidencial sobre el estado de la Unión, ante el país y el Congreso este martes, bajo la misma nube de sospecha en torno a su legitimidad, que no ha logrado despejar desde su elección, a pesar de despidos, exabruptos y denuncias de la existencia de complots dentro del propio gobierno y los medios para derrocar al proclamado representante de la nueva era estadunidense.
A 24 horas de su discurso, se reveló que el subdirector de la FBI, Andrew McCabe, se retirará de inmediato de su puesto en una aparente victoria de Trump y sus aliados, quienes deseaban que fuera expulsado. Hace sólo siete meses el propio Trump lo había nombrado director en funciones de esa agencia, después de despedir al entonces jefe de la FBI James Comey, quien encabezaba la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016.
Trump había expresado que McCabe no era confiable, ya que su esposa había recibido fondos de aliados de Hillary Clinton para su campaña electoral como senadora estatal de Virginia en 2015. McCabe tenía una carrera distinguida de 22 años dentro de la agencia federal que estaba investigando si el presidente despidió a Comey.
Al mismo tiempo, se intensifican los rumores de que la próxima cabeza en rodar podría ser la del subprocurador general de Estados Unidos, Rod Rosenstein, quien nombró al fiscal especial Robert Mueller después del despido de Comey para continuar la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones estadunidenses encabezada hasta entonces por el director de la FBI. Su jefe, el procurador general, Jeff Sessions, a quien le tocaba hacer el nombramiento, se vio obligado a recusarse del caso por su propio involucramiento en reuniones con funcionarios rusos durante la campaña del magnate; algo que aún no le perdona Trump.
De hecho, este lunes se filtraron versiones de que Trump estalló en ira en el vuelo a Davos, la semana pasada, cuando se enteró de que el procurador general asociado Stephen Boyd se oponía a la divulgación pública de un documento que supuestamente muestra una conducta inapropiada de agentes de la FBI que trabajaban en la investigación del equipo electoral de Trump.
El presidente, según reportó Bloomberg, advirtió a Sessions y a otros en el Departamento de Justicia que necesitaban mejorar la manera en que trabajan o quedarán como los peores en la historia.
Pero por ahora, Trump, según las encuestas sobre su índice de aprobación popular, es el peor valorado a estas alturas de su gestión. Más aún, no pasa un día en que no se especule no sólo quién más será despedido, sino si el mismo presidente será destituido.
Por ejemplo, Ken Starr, el fiscal independiente que investigó a Bill Clinton y estableció las bases para su impeachment basado en las declaraciones falsas de aquel presidente, afirmó este fin de semana que si Trump mintió públicamente respecto de que nunca intentó despedir a Robert Mueller, eso podría ser una violación parecida. Por otro lado, los propios asesores y abogados del presidente temen que cometa perjurio si permite ser interrogado por Mueller.
Y mientras Trump se prepara para hablar sobre el auge económico que dice haber detonado, el comercio, una reforma migratoria, la amenaza de pandillas como el MS-13 en Estados Unidos y el elogio a las fuerzas armadas ante un Congreso por ahora controlado por su partido, hay señales de grave preocupación entre esas filas por sus perspectivas en las elecciones intermedias de noviembre. Este lunes otro legislador republicano anunció que no buscará la relección, dejando ahora un total de 33 curules de la Cámara de Representantes en juego que antes estaban en manos de ese partido. Los demócratas necesitan aumentar el número de sus curules (24) para conquistar la mayoría en la cámara baja.
La red de los multimillonarios hermanos Koch, tal vez la fuerza ultraconservadora más poderosa dentro del Partido Republicano, anunció –sin ocultar su preocupación ante el efecto Trump entre el electorado (vale recordar que los Koch nunca lo respaldaron)– que invertirán hasta 400 millones de dólares en las elecciones legislativas de este año para tratar de proteger a las mayorías republicanas en ambas cámaras, reportó The Guardian.
Y ya no sorprende que en medio de todo esto haya un poquito de pornografía. Desde que el Wall Street Journal reportó hace un par de semanas que Trump tuvo una relación con la estrella porno Stormy Daniels, en 2006, y que un abogado de Trump le entregó un pago de 130 mil dólares un mes antes de la elección de 2016 para comprar su silencio, la historia se ha vuelto parte del show. De hecho, Daniels será la invitada en el programa Jimmy Kimmel Live, la misma noche del discurso del presidente.
Al mismo tiempo, la embajadora de Trump ante la Organización de las Naciones Unidas, Nikki Haley, se vio obligada a responder a los rumores promovidos por Michael Wolff, autor del best-seller que enloqueció a la Casa Blanca este mes por proyectar la imagen de un presidente inepto y fuera de control, de que ella había tenido un affaire con el presidente, declarando que eran altamente ofensivos y absolutamente no verídicos esos señalamientos.
Mientras tanto, parte de la proclamada resistencia a Trump realizó este lunes un festival en el histórico teatro Town Hall, en Nueva York, al cual bautizaron El estado de la Unión del Pueblo, donde celebridades, sindicalistas y organizadores de las marchas de las mujeres –entre ellos Mark Ruffalo, Michael Moore, Whoopi Goldberg, Common, Andra Day y Cynthia Nixon– llamaron al rescate de esta democracia y ofrecieron algunas iniciativas para promover la participación masiva en las próximas elecciones.
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