lunes, 20 de abril de 2015

Reporte Global

Por Salvador González Briceño*

LA “ESTUPIDEZ INSTITUCIONAL”


“Lucha contra la estupidez”, es el título del premio que la revista Philosophy Now entregó a Noam Chomsky y Edward Herman por la obra Manufacturing consent. Por ese motivo, el lingüista pronunció el discurso “La estupidez institucional” (diario La Jornada, 18/04/15).
El intelectual cita la introducción inédita escrita por Orwell para La rebelión de la granja, una sátira —dice— sobre el enemigo totalitario, en referencia tácita a Estados Unidos de América. Donde el también autor de 1984, “insta al pueblo inglés a no creerse demasiado, porque en Inglaterra las ideas impopulares se pueden suprimir sin el uso de la fuerza”. Con dos activos tramposos: el de la prensa, propiedad de hombres acaudalados que tienen todo el interés de que ciertas ideas no se expresen; el de la “educación”, donde las “buenas escuelas” se enseñan ciertas cosas que “no está bien decir”, un gancho poderoso “que va más allá de los medios”.
Aquí hace su aparición la “estupidez institucional” de Chomsky. Racional —cuasi justificable—, dentro del marco que opera, pero que va de lo grotesco “a la virtual demencia”. La explica con ejemplos de dos actores primordiales: el gobierno que controla la capacidad nuclear, y; el sector privado (IP) que está controlado por concentraciones bastante cerradas de capital.
Al fin cómplices y complemento el uno del otro, el primero puso en 1983 al mundo “al borde del abismo nuclear” —situación peor que la crisis de los misiles de 1962— con un mínimo de 50 falsas alarmas y un ¡máximo de 255!, desde que en Estados Unidos el gobierno de Ronald Reagan anunció la “Guerra de las galaxias”, para poner a prueba las defensas rusas pero ambos bandos entendieron “como un arma para dar el primer golpe”. Además, desató la operación “Arquero Capaz” que “llevó a las fuerzas de la OTAN a una liberación simulada de armas nucleares en gran escala”; una acción de “alerta, para el ejército estadounidense. Los líderes rusos entendían que EUA preparaba el primer ataque, y bien pudieron lanzar “un golpe preventivo”, al asociar dicha situación con la operación “Barba Roja” de 1941, ataque de Hitler a la Unión Soviética que se convirtió en el mayor desastre militar ruso.
La humanidad se salvó, también en 1983, porque el oficial Stanislav Petrov desobedeció órdenes al no comunicar la señal de “alerta máxima” a sus superiores de un ataque con misiles proveniente de EUA, detectado por el sistema de “alerta temprana” de Rusia, bastante deficiente entonces, que exigía responder con un “ataque nuclear”.
El segundo, continúa Chomsky, que la IP padece la tiranía de las corporaciones donde “el poder reside en la cima, y las órdenes se envían (hacia) abajo nivel por nivel, y en la parte inferior uno tiene (solo) la opción de comprar lo que (se) produce”. Poderes y derechos por encima del individuo, un resultado de la lucha de clases, que al final “establecen un dominio efectivo sobre la sociedad en varias formas”. Y donde el Estado no interviene porque “afecta los intereses privados”.
Entonces, gobiernos e IP son dos ejemplos de la estupidez. La individual puede tener remedio —dice Chomsky— la segunda es una calamidad. Ambas utilizan herramientas como la prensa y la educación para operar como “enemigo totalitario” de la sociedad. Solo que la “estupidez institucional” se resiste al cambio. ¿Cómo resolver el problema? Si el gobierno democratiza “las instituciones de la vida social, política y económica” en general.

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