SUFRAGIOS PARA LA FE
Por Lorena R Arvizu R
Claro que hay infinidad de noticias a tratar, pero una, sin embargo, ha acaparado los ojos del mundo desde los días pasados -no es para menos-: La renuncia de Joseph Aloisius Ratzinger, o Benedicto XVI; para algunos otros referido como el sucesor de Juan Pablo II (sí, porque ni su nombre papal sabían), e incluso se le han atribuido adjetivos como “gris” u “obscuro”, más si se habla de él en el marco de los escándalos de pederastia, de los cuales, se ha documentado, que él tenía conocimiento. Y es que más que un tema sensacionalista, esos hechos, son delitos, es decir, deberían implicar el ejercicio de la ley.
Hay sola una versión oficial que nos dice que el Papa no pudo continuar con las labores de máximo guía de la fe católica, y dígase de paso, como Jefe del Estado Vaticano por cuestiones de salud. Pero dicha versión se ajusta poco a la historia, siendo que, antes de Benedicto XVI, sólo se tiene registro de otra renuncia voluntaria, la de Celestino V, quien abandonó el Pontificado en 1294, con solo cinco meses en funciones.
De tal suerte hay diversas especulaciones, predicciones, interpretaciones, u otras prácticas semejantes. Muchas de ellas, basadas en investigaciones bien sustentadas.
Se ha dicho en varias de estas, que el Pontífice no debía más estar el frente de la institución porque no empatizaba ni con los feligreses en su función eclesiástica, ni con la sociedad en otros temas; es un hombre demasiado ortodoxo, de ideas radicales, lo que dificultaba aún más sus acciones. También que estaba diluyendo la imagen y obra de Juan Pablo II, vamos, claro que no tiene su carisma. Pero no hay que engañarse -y me limito a los hechos, porque hay documentos que lo prueban- el anterior y querido Papa, tampoco fue un santo, aunque su beatificación se haya efectuado.
Lo que prosigue, una vez que Benedicto XVI haya dejado el cargo, es la realización del cónclave, donde se darán cita las más altas autoridades de dicha Iglesia, para elegir a quien sea su nuevo líder. Aquí es donde se intersectan la mayoría de las voces en el tema, con la pregunta más repetida: ¿quién será el sucesor?
Aunque existen disparidades, ya se ha señalado a varios miembros de la Iglesia. Apuntan entre los favoritos a dos norteamericanos, Marc Oullet y Timothy Dolan; dos africanos, Peter Turkson y Robert Sarah; uno de Brasil, Joao Braz de Aviz; de Argentina, Leornardo Sandri; dos italianos, Angelo Scola y Giannfranco Racasi; y un austriaco, Cristoph Schoenborne, éste último alumno de Ratzinger. Puede que ninguno de ellos sea al final quien obtenga los votos, repito, son solo los más sonados.
Aunque, de los comentarios más frecuentes es el valor que obtendría la elección de un Papa americano o africano, continentes donde se encuentran más de la mitad de los fieles de dicha religión. Más aún, cuando uno de los temas que urgen en su agenda es el concilio entre las diferentes regiones, pues se ha mostrado una fragmentación en diversas ideas, sobre todo en los países donde afloran pensamientos más liberales.
Es un tema trascendental, se crea en la religión católica o no. La historia -y actualidad- muestra la injerencia de dicha Institución en una cantidad considerable de temas. Para aquellos que profesan su fe, el surgimiento de su nuevo guía. Para otros, un líder político. Un personaje histórico. De modo objetivo, representa alguien que tiene el poder para llevar a cabo numerosas acciones para el bien común. Así que creo que la pregunta más relevante no es quién, sino qué hará el nuevo Pontífice. Porque, es necesario decirlo, les deben demasiado a sus creyentes, a los respetuosos de su credo. Más que disculpas, se requieren verdaderas respuestas; acciones que por su valor y justicia puedan nutrir de nuevo la fe.
Por Lorena R Arvizu R
Claro que hay infinidad de noticias a tratar, pero una, sin embargo, ha acaparado los ojos del mundo desde los días pasados -no es para menos-: La renuncia de Joseph Aloisius Ratzinger, o Benedicto XVI; para algunos otros referido como el sucesor de Juan Pablo II (sí, porque ni su nombre papal sabían), e incluso se le han atribuido adjetivos como “gris” u “obscuro”, más si se habla de él en el marco de los escándalos de pederastia, de los cuales, se ha documentado, que él tenía conocimiento. Y es que más que un tema sensacionalista, esos hechos, son delitos, es decir, deberían implicar el ejercicio de la ley.
Hay sola una versión oficial que nos dice que el Papa no pudo continuar con las labores de máximo guía de la fe católica, y dígase de paso, como Jefe del Estado Vaticano por cuestiones de salud. Pero dicha versión se ajusta poco a la historia, siendo que, antes de Benedicto XVI, sólo se tiene registro de otra renuncia voluntaria, la de Celestino V, quien abandonó el Pontificado en 1294, con solo cinco meses en funciones.
De tal suerte hay diversas especulaciones, predicciones, interpretaciones, u otras prácticas semejantes. Muchas de ellas, basadas en investigaciones bien sustentadas.
Se ha dicho en varias de estas, que el Pontífice no debía más estar el frente de la institución porque no empatizaba ni con los feligreses en su función eclesiástica, ni con la sociedad en otros temas; es un hombre demasiado ortodoxo, de ideas radicales, lo que dificultaba aún más sus acciones. También que estaba diluyendo la imagen y obra de Juan Pablo II, vamos, claro que no tiene su carisma. Pero no hay que engañarse -y me limito a los hechos, porque hay documentos que lo prueban- el anterior y querido Papa, tampoco fue un santo, aunque su beatificación se haya efectuado.
Lo que prosigue, una vez que Benedicto XVI haya dejado el cargo, es la realización del cónclave, donde se darán cita las más altas autoridades de dicha Iglesia, para elegir a quien sea su nuevo líder. Aquí es donde se intersectan la mayoría de las voces en el tema, con la pregunta más repetida: ¿quién será el sucesor?
Aunque existen disparidades, ya se ha señalado a varios miembros de la Iglesia. Apuntan entre los favoritos a dos norteamericanos, Marc Oullet y Timothy Dolan; dos africanos, Peter Turkson y Robert Sarah; uno de Brasil, Joao Braz de Aviz; de Argentina, Leornardo Sandri; dos italianos, Angelo Scola y Giannfranco Racasi; y un austriaco, Cristoph Schoenborne, éste último alumno de Ratzinger. Puede que ninguno de ellos sea al final quien obtenga los votos, repito, son solo los más sonados.
Aunque, de los comentarios más frecuentes es el valor que obtendría la elección de un Papa americano o africano, continentes donde se encuentran más de la mitad de los fieles de dicha religión. Más aún, cuando uno de los temas que urgen en su agenda es el concilio entre las diferentes regiones, pues se ha mostrado una fragmentación en diversas ideas, sobre todo en los países donde afloran pensamientos más liberales.
Es un tema trascendental, se crea en la religión católica o no. La historia -y actualidad- muestra la injerencia de dicha Institución en una cantidad considerable de temas. Para aquellos que profesan su fe, el surgimiento de su nuevo guía. Para otros, un líder político. Un personaje histórico. De modo objetivo, representa alguien que tiene el poder para llevar a cabo numerosas acciones para el bien común. Así que creo que la pregunta más relevante no es quién, sino qué hará el nuevo Pontífice. Porque, es necesario decirlo, les deben demasiado a sus creyentes, a los respetuosos de su credo. Más que disculpas, se requieren verdaderas respuestas; acciones que por su valor y justicia puedan nutrir de nuevo la fe.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario