Por: Rodrigo Domínguez Vergara
Muy pocas personas conocen las alianzas y compromisos que se amarran para ser nombrados precandidatos y en su momento, candidatos.
Alianzas y compromisos que debieran ser con los ciudadanos, son hechos, de manera estrictamente comprometida, con los grupos que los postulan y por quienes están detrás de éstos.
Ellos son los que dictarán la agenda de lo político y la acción gubernamental y, sin embargo, podemos incidir en la determinación de quien será votado.
En muchas ocasiones carecemos de información cualitativa o cuantitativa para sustentar una buena decisión sobre los que pedirán el voto.
Sabemos que, los más pillos, tratarán de seguir abriendo las puertas al capital extranjero para apropiarse de las riquezas naturales; seguirán fomentando la corrupción con negocios personales y fomentando la impunidad, evadiendo la justicia con la ley en la mano. Seguirán endeudando al País con otro billón de dólares más, haciendo de la deuda algo totalmente imposible de pagar.
Sabemos bien que, esos pillos se unirán en ese grupo que le llaman parlamentario, que no es otra cosa que, un grupo que busca la forma de tener más poder aliándose con otros de su misma especie y traicionando al pueblo como lo hemos visto en los últimos treinta años, con leyes que solo favorecen a los que pueden comprar justicia y no a las mayorías y desprotegidos.
Sin embargo, perdemos de vista todas estas evidencias cuando tomamos la decisión al votar. Transcurren los meses y empezamos a ver que, en lugar de enderezar el paso, el barco donde vamos todos, se hunde cada vez más.
Sabemos que los más pillos, son los que más recursos tienen para pedir el voto, son los que vemos aparecer con más frecuencia en la televisión, están en la radio, en los periódicos y en lonas, paredes y publicidad diversa.
Las del 7 de junio de éste año, son elecciones intermedias.
Todavía podemos detener un poco la tragedia nacional. Si no tenemos elementos para analizar lo que vendrá, entonces, regresemos la mirada al pasado cercano. Pongamos atención en el tipo de vida y convivencia social que hemos perdido en tan poco tiempo.
Nuestro voto puede detener la violencia social que pudiera brotar por toda la podredumbre que nos arrojan los pillos, cada día, con cada nuevo suceso que conocemos en los medios sobre la perversión política y gubernamental en distintos niveles.
Son los que han hundido más a México; los que lo han llevado a estos exacerbados niveles de inseguridad, corrupción, conflictos de intereses, desempleo, pobreza extrema e impunidad entre muchas otras calamidades sociales, políticas, económicas, educativas, culturales, etc.
La elocuencia, mañas, despensas y tarjetas, distorsionan el buen juicio de los votantes y, la acertada decisión, no siempre está de nuestro lado.
Si fallamos al ver hacia adelante, entonces regresemos la mirada hacia el pasado y veamos el desastre de país que nos están dejando.
Cuando carecemos de elementos para clarificar la decisión en prospectiva, tenemos la retrospectiva.
Detengamos la envestida de los políticos perversos. De aquellos que sólo están en las listas para engrosar el “Grupo” que con su diabólica mayoría seguirá hundiendo a nuestro país en la miseria.
No importa el rostro ni las palabras zalameras de los que pedirán el voto. Es preciso ver como se agrupan y los resultados que han dejado sus partidos.
Es hora de reflexionar el voto.
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