Ciudad de México.- En su gustado espacio: “La historia en breve”, y bajo el título “Te voy a meter a la cárcel, güey”, Ciro Gómez Leyva analiza la confrontación entre el Gobernador Javier Duarte de Ochoa y el aspirante a sucederlo, Miguel Ángel Yunes Linares, y los afanes de ambos de que uno u otro sea llevado a prisión.
Dice Ciro: “Pocos factores en la vida de individuos y sociedades son tan importantes como el lenguaje. La reyerta Yunes-Duarte es entretenida, mientras no alcance la tragedia. Y no se olvide que la tragedia en Veracruz se ha vuelto ordinaria. Borges sostenía que la democracia nació de la pasión de los griegos por el diálogo.
Más de un pensador en el México de los noventas consideraba que lo verdaderamente nuevo en ese país que transitaba a la democracia era el fin del monólogo. Divisaban un lenguaje público recio pero de concordia, que iría eliminando el monólogo del poder y el monólogo de la oposición.
Y las palabras tortuosas, ríspidas, postabernarias. “Como no hemos vivido una dictadura, sino una negación de las libertades ciudadanas, un veto a la democracia, por así decirlo, una técnica muy socorrida del ejercicio posible de libertades es la diatriba”, me explicó Carlos Monsiváis en el representativo 1997.
“Falta convencernos a fondo de que ahora la sordera oficial no se curará con gritos, sino con votos y críticas insistentes y movilizaciones. Eso dará por resultado un lenguaje más depurado, inteligente, racional”.
Qué diría Monsiváis del Veracruz político de hoy, capital nacional de la injuria y la ofensa. Desde hace tiempo, Miguel Ángel Yunes ha hinchado de descalificaciones e invectivas al gobernador Javier Duarte. No me refiero hoy a la solidez y verdad de sus argumentaciones, sino a las embestidas idiomáticas.
Yunes, además, parece ir subiendo el tono ante la cercanía de las elecciones de junio, en las que se perfila como poderoso candidato de la alianza PAN-PRD. Arrebatado por los tuits de una cuenta, según él manejada por el gobierno de Duarte, me dijo el viernes: “Usa esas cuentas para denostar cotidianamente a personas. Es una práctica muy conocida en Veracruz.
Veracruz vive la peor etapa de su historia. Esto es un desastre y no puede seguir así. Esto ya llegó a un límite, ya tocó fondo. Por eso el destino de Duarte estará frente a los jueces. Voy a meter a Duarte a la cárcel”.
Duarte también quiere ver a Yunes en la cárcel. Tardó 20 minutos el gobernador en contestar y asestarle un uno-dos a Yunes. Lo hizo con un par de tuits desde su cuenta oficial, cuidando no citar con nombre propio al aludido: “Veracruz es nota roja por la enfermiza obsesión de “ciertos” actores políticos que lo denostan sistemáticamente desde hace mucho” y “El que habrá de presentarse ante los jueces es “otro” que no ha logrado demostrar su enriquecimiento ilícito ante la PGR”. (Nótese el gusto de ambos por el verbo denostar).
Pocos factores en la vida de los individuos y las sociedades son tan importantes como el lenguaje. La reyerta Yunes-Duarte es entretenida, mientras no alcance la tragedia. Y no se olvide que la tragedia en Veracruz se ha vuelto ordinaria. Ojalá el rosario de epítetos de agravio, el te voy a meter a la cárcel, güey, quede en circo. Ojalá, porque la carpa está instalada en un baldío de pesadilla. En semántica política veracruzana contemporánea: harían bien los dos bajándole de güevos”. Hasta ahí el comentario de Ciro Gómez Leyva en torno a Veracruz.
Dice Ciro: “Pocos factores en la vida de individuos y sociedades son tan importantes como el lenguaje. La reyerta Yunes-Duarte es entretenida, mientras no alcance la tragedia. Y no se olvide que la tragedia en Veracruz se ha vuelto ordinaria. Borges sostenía que la democracia nació de la pasión de los griegos por el diálogo.
Más de un pensador en el México de los noventas consideraba que lo verdaderamente nuevo en ese país que transitaba a la democracia era el fin del monólogo. Divisaban un lenguaje público recio pero de concordia, que iría eliminando el monólogo del poder y el monólogo de la oposición.
Y las palabras tortuosas, ríspidas, postabernarias. “Como no hemos vivido una dictadura, sino una negación de las libertades ciudadanas, un veto a la democracia, por así decirlo, una técnica muy socorrida del ejercicio posible de libertades es la diatriba”, me explicó Carlos Monsiváis en el representativo 1997.
“Falta convencernos a fondo de que ahora la sordera oficial no se curará con gritos, sino con votos y críticas insistentes y movilizaciones. Eso dará por resultado un lenguaje más depurado, inteligente, racional”.
Qué diría Monsiváis del Veracruz político de hoy, capital nacional de la injuria y la ofensa. Desde hace tiempo, Miguel Ángel Yunes ha hinchado de descalificaciones e invectivas al gobernador Javier Duarte. No me refiero hoy a la solidez y verdad de sus argumentaciones, sino a las embestidas idiomáticas.
Yunes, además, parece ir subiendo el tono ante la cercanía de las elecciones de junio, en las que se perfila como poderoso candidato de la alianza PAN-PRD. Arrebatado por los tuits de una cuenta, según él manejada por el gobierno de Duarte, me dijo el viernes: “Usa esas cuentas para denostar cotidianamente a personas. Es una práctica muy conocida en Veracruz.
Veracruz vive la peor etapa de su historia. Esto es un desastre y no puede seguir así. Esto ya llegó a un límite, ya tocó fondo. Por eso el destino de Duarte estará frente a los jueces. Voy a meter a Duarte a la cárcel”.
Duarte también quiere ver a Yunes en la cárcel. Tardó 20 minutos el gobernador en contestar y asestarle un uno-dos a Yunes. Lo hizo con un par de tuits desde su cuenta oficial, cuidando no citar con nombre propio al aludido: “Veracruz es nota roja por la enfermiza obsesión de “ciertos” actores políticos que lo denostan sistemáticamente desde hace mucho” y “El que habrá de presentarse ante los jueces es “otro” que no ha logrado demostrar su enriquecimiento ilícito ante la PGR”. (Nótese el gusto de ambos por el verbo denostar).
Pocos factores en la vida de los individuos y las sociedades son tan importantes como el lenguaje. La reyerta Yunes-Duarte es entretenida, mientras no alcance la tragedia. Y no se olvide que la tragedia en Veracruz se ha vuelto ordinaria. Ojalá el rosario de epítetos de agravio, el te voy a meter a la cárcel, güey, quede en circo. Ojalá, porque la carpa está instalada en un baldío de pesadilla. En semántica política veracruzana contemporánea: harían bien los dos bajándole de güevos”. Hasta ahí el comentario de Ciro Gómez Leyva en torno a Veracruz.
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