martes, 26 de diciembre de 2017

Parteras: atienden necesidades y derechos que se han vuelto invisibles para los servicios de salud

Ciudad de México.- Iris tuvo a su primer bebé hace tres años en un hospital del sistema público de salud y supo que no quería volver a tener esa experiencia en el parto siguiente. Para su segundo embarazo acudió con una partera profesional, quien la atendió en su casa y le permitió elegir cómo quería que el recién nacido llegara al mundo.
“En el hospital eres una paciente más, no te tratan como nada especial, a pesar de que estás pariendo un bebé y es un momento especial. En el hospital todo eso pasa desapercibido, lo ven como una dolencia, como si estuvieran lidiando con una enfermedad”, cuenta la joven de 29 años.
Ante la mala experiencia que han tenido o que han escuchado de amigas y conocidas, cientos de mujeres de las grandes urbes del país están cambiando la atención medica de un ginecólogo por el de una partera profesional.
Datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) revelan que el número de mujeres que toman esta decisión va en aumento. Mientras en 2010 solo 572 nacimientos urbanos ocurrían en casa y eran atendidos por una partera, en 2016 fueron 5,493, es decir, un incremento de 89 % en tan solo una década.
Los estados donde más incrementos hubo fue en Ciudad de México, Morelos, Guerrero, Puebla, Tabasco, Yucatán y el Estado de México, donde los nacimientos de este tipo superan los 100 casos en un año y en los que hace siete años apenas había una veintena de alumbramientos en casa y con una partera.
Eugenia Lira, del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, asegura que las mujeres jóvenes y profesionistas que viven en las grandes ciudades están más informadas, preguntan, investigan sobre el parto humanizado, la lactancia, el apego al recién nacido y la crianza del bebé, antes de tomar la decisión de cómo tener a su bebé.
“En el primer parto me aventé 20 horas y me decían que ya me apurara. Como te tardas, te quieren hacer cesárea o ponerte oxitocina. Yo ya llevaba muchas horas y me hicieron una episiotomía para acelerar el trabajo de parto.
“El segundo parto fue distinto porque hasta el último momento yo estaba en mi casa doblando ropa y estuve tranquila. Cuando empezó el trabajo real tardé cuatro horas, pero fue sin presión, en mi casa, en la tina y todo tranquilo”, recuerda Iris sobre sus dos experiencias.
Silvia también tuvo la oportunidad de atenderse en tres lugares distintos y darse cuenta de las diferencias que existen entre uno y otro.
“Yo iba al IMSS por cuestiones laborales y había ido con una ginecóloga privada que me recomendó una amiga, pero me comentaron de la plática en Luna Maya (una casa de parteras) y decidí cambiar mi plan en la semana 34.
“No tuve algo como una mala experiencia, pero en el IMSS nunca me mandaron a hacer estudios y a cada rato me cambiaban a la doctora. Y con la doctora particular, lo que no me gustó fue que se portaba renuente al parto en agua y luego a las parteras, aunque yo quería que ella estuviera en el momento del parto”, recuerda Silvia.
Estas mujeres, con estudios universitarios y mayores ingresos, acuden a las parteras profesionales: aquellas mujeres con conocimientos de partería así como una formación médica que les permite atenderlas durante todo el embarazo y al momento del alumbramiento. Estas mujeres pueden tener una formación en el extranjero o ser enfermeras que ahora se avocan a una atención más personalizada para las embarazadas que desean un parto humanizado.

AP

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