Guardia Nacional y Pemex, avances y retrocesos
Por: Jorge Fernández Menéndez
Esta semana será muy importante para el Gobierno Federal en el terreno legislativo donde, pese a su amplia mayoría, ha sufrido varios tropiezos, algunos de ellos provocados por los desacuerdos de sus legisladores, pero también por simple ineptitud de algunos de ellos.
Las dificultades que está viviendo la iniciativa de la Guardia Nacional en el Senado deriva de los cambios que, impulsados por Pablo Gómez, le hicieron en la cámara de diputados sin consultar, siquiera, a la Presidencia de la República, tanto que fue el propio López Obrador el que públicamente recriminó a los diputados y pidió que volviera a ser modificada por los senadores. El haber quitado el transitorio que especificaba que durante el periodo de conformación de la Guardia y mientras durara la emergencia las Fuerzas Armadas podían participar en tareas de seguridad pública e interior, sirvió para alcanzar una mayoría calificada en diputados, pero transformaba la iniciativa en otra cosa.
Ahora en el Senado se tiene que volver a lograr esa mayoría de dos tercios en una coyuntura diferente. Más allá de la Guardia Nacional, los senadores de la oposición quieren demostrar que tienen capacidad conjunta como para frenar las reformas constitucionales propuestas por el gobierno, en otras palabras, quieren demostrar que deben ser tomados en cuenta. La falta de dirigencias sólidas en el PRI, el PAN, PRD y MC, le da a esos legisladores un margen de operación amplio, que se contrapone, incluso, con la posición de sus gobernadores, que casi sin excepción le han dado el apoyo a la iniciativa de la Guardia Nacional. Es un pulso de los legisladores de la oposición con el oficialismo, pero también al interior de sus partidos.
Pero tampoco Morena es ajena a esa situación. Como ya hemos dicho, uno de los obstáculos de la iniciativa es la cultura antimilitar que inculcó el candidato López Obrador que se contrapone con la certeza de que esa institución es esencial para la seguridad y estabilidad del país que pregona, con acierto, el presidente López Obrador. En Morena y sus aliados hay varios que siguen más al candidato del pasado que al Presidente de la actualidad.
Lo cierto es que, independientemente de esos desacuerdos, debemos insistir en que la Guardia Nacional como está propuesta originalmente es una necesidad para la seguridad pública. No es una panacea, pero es una parte esencial de la estrategia de seguridad. En los sexenios pasados, todas las iniciativas de fondo sobre el tema terminaron siendo bloqueadas y el sistema de seguridad se fue distorsionando cada día más. Es necesario establecer una institución en torno a la cual gire todo el nuevo sistema, y la propuesta es que sea la Guardia Nacional creada con base a lo que existe, opera y funciona, que son las fuerzas militares. Es una decisión correcta.
Esta semana, también se quiere sacar adelante en el Congreso la reforma a la ley de Petróleos Mexicanos cuyo contenido, no sólo entra en contradicción con lo prometido días atrás por el secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, de que se mantendría el gobierno corporativo de Pemex, sino que por el contrario significará en los hechos el fin del mismo.
Como ocurría en el pasado, Pemex dependerá directamente del Presidente de la República y de su director. El Consejo de Administración se convertirá en un órgano deliberativo, se le quitarán a la Comisión Nacional de Hidrocarburos atribuciones para establecer licitaciones, mismas que se otorgarán en forma directa por la propia dirección de la empresa que, en los hechos, se volverá a convertir en más paraestatal que nunca. Si Jorge Díaz Serrano no hubiera fallecido ahí le tendríamos de director de la empresa.
En los objetivos propuestos está, por ejemplo, producir 80 por ciento de la gasolina que consume el país para lograr la “soberanía energética” e, incluso, se propone acabar con la división actual de Pemex en varias empresas descentralizadas para concentrar todas ellas en una dirección. De hecho, plantea que “todos los recursos energéticos deben permanecer bajo la propiedad nacional, el control y la gestión del Estado”. O sea, el estadio anterior no sólo de la Reforma Energética del sexenio pasado, sino también de los tímidos cambios que se habían realizado en los tres sexenios anterior. De concretarse (no es reforma constitucional, así que la oposición no podrá frenarla) esta reforma a Pemex, junto con el plan presentado por la CFE, serán un paso atrás en el terreno energético que tendrá costos muy altos y que pueden terminar con la pérdida del grado de inversión, no sólo de la empresa petrolera paraestatal, sino también para la economía nacional.
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