Por: Miguel Alvarado
Arturo Montiel Rojas había ganado las elecciones para gobernador en el Estado de México, que lo sentaba en la silla de la calle de Lerdo, en Toluca, casi para siempre en el poder estatal, aunque su periodo oficial comprendió del 16 de septiembre de 1999 y terminó a la mitad de septiembre, en 2005. Fue uno de los gobernadores más corruptos de la entidad y su poder político es todavía importante, aunque aparentemente debilitado por la irrupción de Morena. A él y a Alfredo del Mazo González, sin ser nada brillantes, el PRI pero sobre todo el Grupo Atlacomulco, les debe la llegada de Enrique Peña Nieto a la silla presidencial, otro de los gobernadores más corruptos también, junto con Carlos Hank, aunque en esa lista, si se hiciera, el primer lugar estaría repletos de empates y quizá no habría sitio para medallas de plata o bronce.
El día que Montiel ganó la elección en el PRI del Edoméx hubo fiesta. Ahí estaban todos, desde Peña hasta la primera mujer de Arturo, la ex miss de la Feria de San Marcos en Aguascalientes, que llamaba tanto la atención, Paula Yáñez, y que después fue la primera en pagar las consecuencias de ese triunfo. Pero ese era un momento de gozo, y ahí estaban todos: había pastel y refrescos, antojitos mexicanos y entre la tropa ya se repartían las posiciones de palacio de Gobierno y otras dependencias. Hasta los guaruras ya sabían a quiénes iban a cuidar, a cuál político le manejarían los autos o en qué puertas serían ubicados. Todos estaban, menos Ana Lilia Herrera Anzaldo, quien se encargaba de la comunicación social del PRI y que para ese momento recorría las redacciones de los diarios locales, a bordo de un Tsuru,llevando el comunicado oficial del tricolor, algunos con inserciones pagadas. Ella, quien ese año sería directora general de Comunicación Social del gobierno estatal, en menos de seis años alcanzaría posiciones de secretaria de Estado y después hasta llegaría a alcaldesa de Metepec, senadora, diputada local y diputada federal, en donde ahora se hunde apabullada por la avalancha de Morena. Joven en ese entonces -todavía lo es-, era parte de un grupo de chavitosa los que Montiel invitaba a trabajar con él con la idea de formar una especie de staff de oro, de elite política que lo apoyara durante su sexenio y que llevaran por distintos caminos el poder que adquiría ese señor, nacido en Atlacomulco y que después perdería de la manera más indigna su precandidatura presidencial contra otro como él, Roberto Madrazo.
Ese grupo de jóvenes fue conocido en Toluca como los Golden Boy’s, como les pusieron en la oficina de Manuel Cadena, el secretario de Gobierno de toda la vida de Montiel, y entre ellos estaba el propio Peña, a quien el manto de las herencias lo colocaba al frente de todos. Montiel preparó a Peña en el servicio público, o más bien dejó que se entrenara en el campo de ejercicios en que convirtió a la administración estatal para sus chavitos. Ese grupo se integró paso a paso, durante ese sexenio y se terminó de completar en la etapa de Peña. Fue reconfigurado después, ya en el gobierno federal del presidente más guapo en la historia del país.
Ahí estaban, en los inicios del montielismo, Miguel Sámano, Carlos Rello, Ana Lilia, Luis Miranda Nava, Carlos Iriarte, Luis Videgaray y una serie de empresarios ligados a la corrupción de Atlacomulco, como la familia Hank o el dueño de Grupo Higa, que por esos años se dedicaba a la serigrafía, Juan Armando Hinojosa.
Limitado como era, Peña comenzó a demostrar los alcances de sus despropósitos desde las primeras entrevistas que daba, como secretario de Finanzas del Edoméx, pero también daba muestras de su carácter, violento y apresurado, que después trascendió al ámbito público y que tantas molestias le acarreó debido a los rumores que siempre lo acompañaron en torno a la violencia doméstica que desataba. Sus dos esposas la padecieron y testimonios sobran, pero en aquel entonces todo se quedaba en Toluca y de las redacciones de los diarios o de las anécdotas de sobremesa no pasaban. No era el primer gobernador violento, porque sus tíos, Alfredo del Mazo González y Arturo, eran por lo menos muy parecidos.
Muchos de los Golden acompañaron a Peña durante su presidencia y entregaron, al final, un país que bien puede decirse presentaba muerte cerebral. En el camino, a los Golden originales se les unieron aliados como Miguel Ángel Osorio Chong, Emilio Lozoya, Javier Duarte o Rosario Robles.
Hoy, el ex presidente está solo, en su casa de Madrid y algunos dicen que muy asustado, pues su equipo de Golden’s ha sido acorralado y sobre ellos pesa la amenaza de la cárcel. Lozoya está prófugo, pero tiene su residencia en alguna parte de Alemania, donde sus abogados lo visitan cada semana para enterarlo de su delicada situación; Luis Miranda tiene señalamientos de corrupción, incluso en el caso Ayotzinapa y Luis Videgaray vive en Estados Unidos con la excusa de que dará clases en una superuniversidad. Rosario está presa y Nuño Mayer tiembla por las indagaciones que se le hacen sobre los procesos de la Noche de Iguala y su relación con algunos de los personajes clavee n la desaparición de los 43.
Y no es que nadie haya dejado de estimar a Peña, ni siquiera Rosario, pero no es de mucha ayuda cuando el propio ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte, ha ofrecido pruebas a la Fiscalía para incriminar al expresidente debido a un desvío de recursos para pagar su campaña. Por otra parte, a Osorio Chong se le investiga por un presunto daño patrimonial cercano a los 3 mil millones de pesos, dinero asignado fuera de presupuesto a diferentes gobiernos para gastos publicitarios. El antiguo equipo de Peña y Montiel, en pocos meses, pasó de ser de estatuas de oro a pececitos dorados de mercado ambulante. Falta ver qué les pasa a los monstruos menores del Estado de México.
VcVN
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