viernes, 1 de noviembre de 2013

Contibernio entre ministerios públicos y funerarias

***El sepelio más barato es de 7 mil 500 pesos; clase media 34 mil y otros
hasta de medio millón
***El 90% no está preparado para “buen morir”
***Muertos del Jet Set y del populacho
***El camino más tortuoso: la fosa común
***Contubernio de Ministerio Público y “muerteros”

Por El Difunto CARVALLO

Trasponer el umbral entre la vida y la muerte es el todo y la nada; empero, esa línea intangible, tan lejana e inmediata, tan real y tan etérea, regularmente no se tiene prevista. Se cree que a uno no le va a tocar o que tardará mucho tiempo en que ello ocurra; desafortunadamente, cuando nos toca el turno de emprender el vieja sin retorno no estamos preparados ni para “buen morir”, ni para ser sepultados dignamente.
A ese cambio tan radical y profundo, que causa repercusiones morales y sentimentales, hay que añadir el factor económico, que si bien en esos momentos nadie toma en consideración, es de vital importancia porque afecta a los deudos. De ahí que surja la interrogante… ¿Cuánto cuesta morirse? O, mejor dicho ¿Cuánto le cuesta a la familia del difunto?
Para cumplir con esa cita inaplazable, hay muchos caminos. Algunos llegarán en limosina de súper lujo, otros en la modesta carroza de la funeraria del barrio y muchos otros más, en la temida y nunca deseada “Muertera”, que es la camioneta fúnebre del Servicio Médico Forense, cuya patrona y diosa: “Coatlícue”, se yergue majestuosa a la entrada del anfiteatro de la Ciudad de México.
Si se trata de algún muertito del “Jet Set”, el costo del sepelio, dependiendo del féretro, podría elevarse considerablemente, pues mientras que en las funerarias de alcurnia el sepelio más económico es de 34 mil pesos, si la caja es metálica o hasta de 360 mil, si el ataúd es de caoba, en una funeraria sencilla, es desde siete mil 500 hasta los 14 mil pesos, si la caja es de pino.
Ahora bien, esos costos son para aquellos que tuvieron la buena fortuna de fallecer en casa, asistidos por el médico de la familia y con la seguridad de obtener el consabido certificado de defunción o bien en un hospital, cuyo personal médico también de fe de las causas de la muerte.
Pero…si por favor se le ocurrió salirse a la calle para morir en forma violenta, ya sea por asalto, atropellamiento, etcétera, entonces la situación cambia diametralmente. Su cuerpo, en calidad de desconocido, será llevado inicialmente al anfiteatro de la delegación que le corresponda y ahí permanecerá 24 horas en espera de ser reconocido.
De inmediato, el Ministerio Público se comunicará con su “muertero” favorito, esto es el que mayor comisión le dé y le informará que ya tienen un “cliente”. El funcionario y el funerario, estarán pendientes cuando sea identificado el difunto, para enseguida ofrecerle los servicios. Si los deudos aceptan sin chistar los trámites serán rápidos y, mediante una buena cantidad, hasta con suerte podrían evitar la autopsia.
No obstante, si los familiares no están de acuerdo, las cosas se complicarán y los precios comenzarán a elevarse. La averiguación previa queda continuada, no hay médico legista, faltan testigos, los documentos de identificación son insuficientes, etcétera, de tal suerte que hasta que los deudos estén “convencidos” de las bondades del “muertero” y de su compinche, el MP en turno, entonces todo se arreglará.
Sin embargo, los gastos apenas empiezan. En el velatorio los estarán aguardando, como aves de presa, curas “piratas”, eso sí, con sotana, rosario, misal y demás aperos sacerdotales, para ofrecer sus servicios por el eterno descanso del difunto. En la misma funeraria habrá imágenes religiosas y, en algunas, hasta réplicas de “El Santísimo”, reliquia que representa lo más sagrado dentro de la religión católica.
En el velorio, si es un muerto que se respete, deberá haber café, con “piquete” de preferencia y unos panecillos. En principio la afluencia será copiosa y todos tendrán cara triste y larga, de acuerdo a las circunstancias, pero conforme haga su efecto el “cafecito”, comenzarán las anécdotas, luego los chismes obligados y después los chistes de color subido, hasta que aquello se convierta de velorio en jolgorio.
En el panteón estarán esperando a los deudos, además de los enterradores, unos verdaderos psicólogos, venidos a músicos. Estos, informados oportunamente, sabrán quien es el difunto. Si es un bebé, un niño o una niña, los norteños o mariachis, sin que nadie los llame, llegarán en los momentos cumbres del sepelio, entonando la canción “Osito de Felpa”.
Si fue la mamá o la abuela: “Amor Eterno” y si acaso el jefe de familia denota aficiones etílicas, entonces “Por el amor a mi madre”: si se trata de algún hermano, quizá “Te vas Angel Mío” o si fue un amigo, la canción obligada es “Cuando un amigo se va”; el caso es dar justo en el punto sentimental del doliente para que los deudos, ya entrados en gastos, se suelten pidiendo las canciones que le gustaban al muertito, en cuyo caso la fosa podría terminar en improvisada cantina.
Concluido el entierro, en cuya tumba no cabrán las flores y coronas, las más de las veces producto del remordimiento, se pasará a los preparativos para los gastos que siguen, como la novena y sus rosarios y, desde luego, la “levantada de Cruz”, no hacerlo podría complicar la llegada del difunto ante la presencia divina.
Ahora que si el difunto dispuso que se le cremara, los gastos se reducen considerablemente, hasta en un 50 por ciento, pues si se llega a un acuerdo con la funeraria, hasta es posible conseguir la caja alquilada, aunque lo prohíba la Ley de Sanidad.
Un servicio de las funerarias más lujosas del país, con sala de velación, servicio de café, asesoría en trámites, traslados, embalsamado, maquillaje, ataúd, servicio de internet en el centro de negocios, estacionamiento con valet parking, coros profesionales, florería y publicación de esquelas en medios nacionales e inhumación en cementerios de primera clase,  cuesta no menos de 200 mil pesos.
Existe también la alternativa de comprar un servicio funerario por anticipado lo que brinda un importante beneficio económico porque evita que los familiares realicen un desembolso fuerte e inesperado, a diferencia de adquirirlo con anticipación en pagos programados y diferidos, aunado a que la totalidad de lo contratado es deducible de impuestos.
También hay opciones para personas de escasos recursos y puedan darles un último adiós a sus familiares. Las 16 delegaciones del Distrito Federal, ofrecen servicios funerarios gratuitos que pueden consistir en capilla de velación, carroza, ataúd, fosas y gavetas. Para obtenerlos es necesario acudir a los Centros de Servicios y Atención Ciudadana (CESAC) en un horario de 9 a 14 horas. Empero, de una u otra manera, todos tenemos una cita inaplazable con La Parca, misma que seguramente nos gustaría eludir pero sabemos que es imposible, aunque creo que ninguno tiene prisa por cumplirla, salga caro, barato o regalado el sepelio.

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