Puebla, Pue.- En pocos días, el negocio del huachicol –como se le denomina popularmente al combustible robado de los ductos de Pemex– amplió sus horizontes en Puebla y ahora se ejerce en más de una veintena de municipios.
Desde principios de mes, Paco, un joven desempleado de esta ciudad, comenzó a ofrecer gasolina a 12 pesos el litro a vecinos y amigos. Armó su micronegocio invirtiendo sólo lo necesario: condujo su auto hacia la central de abasto de Huixcolotla y compró decenas de garrafas de 25 litros del llamado huachicol, que trasladó a su domicilio en varios viajes.
Hoy, él y su familia venden el combustible robado a los ductos de Pemex. Y les está yendo bien, pues en el estado el litro de Magna cuesta 16.59 pesos, mientras que el de Premiun se cotiza en 18.36. Paco y los “huachicoleros” o “chupaductos” la consiguen entre ocho y 10 pesos.
En 2016 Puebla fue la entidad con mayor incidencia de robo de combustible del país. Los directivos de Pemex detectaron más tomas clandestinas que en ninguna otra parte: hasta septiembre pasado sumaban mil 145; en 2010, antes de que arrancara el sexenio de Rafael Moreno Valle, sólo había 49 tomas.
El antiguo “triángulo rojo” ahora se conoce como “la franja del huachicol”. La actividad delictiva se extendió a más de 20 municipios, entre ellos Tepeaca, Acatzingo, Quecholac, Tecamachalco, Palmar de Bravo, Tlacotepec de Benito Juárez, Esperanza, Amozoc, Xoxtla, Tochtepec, San Martín Texmelucan, San Matías Tlalancaleca y el sur de la capital poblana.
En esa zona, el combustible ilegal se puede conseguir en múltiples puntos de venta a lo largo de las carreteras, así como en improvisadas tienditas o casas.
En febrero de 2016, el titular de la Fiscalía General del Estado, Víctor Carrancá, dijo en una entrevista televisiva que Los Zetas operaban el robo de combustibles en Puebla.
La situación se agravó, pues, a decir de las autoridades federales y municipales, la comercialización a gran escala del combustible robado, así como la ordeña de ductos y la venta en tambos, involucran ya a comunidades enteras.
“Esto es un trabajo con el que damos de comer a nuestros hijos”, sostiene un huachicolero de Quecholac. Y acusa: “El petróleo es de todos. Lo que quiere el gobierno es dárselo a Estados Unidos. Lo que quieren los políticos es robar. Nosotros sólo sacamos para la familia”.
Hoy, dice a la reportera un alcalde que pide omitir su nombre, cualquier chamaco sabe por dónde pasan los ductos de Pemex y cómo se hace una perforación para extraer el combustible; actividad que no puede entenderse sin la complicidad de personal de Pemex.
Y se pregunta: “¿Cómo sabe esta gente por dónde pasan los ductos? ¿Quién les enseñó a hacer las perforaciones? ¿Cómo saben cuándo va a correr el combustible?”.
Desde principios de mes, Paco, un joven desempleado de esta ciudad, comenzó a ofrecer gasolina a 12 pesos el litro a vecinos y amigos. Armó su micronegocio invirtiendo sólo lo necesario: condujo su auto hacia la central de abasto de Huixcolotla y compró decenas de garrafas de 25 litros del llamado huachicol, que trasladó a su domicilio en varios viajes.
Hoy, él y su familia venden el combustible robado a los ductos de Pemex. Y les está yendo bien, pues en el estado el litro de Magna cuesta 16.59 pesos, mientras que el de Premiun se cotiza en 18.36. Paco y los “huachicoleros” o “chupaductos” la consiguen entre ocho y 10 pesos.
En 2016 Puebla fue la entidad con mayor incidencia de robo de combustible del país. Los directivos de Pemex detectaron más tomas clandestinas que en ninguna otra parte: hasta septiembre pasado sumaban mil 145; en 2010, antes de que arrancara el sexenio de Rafael Moreno Valle, sólo había 49 tomas.
El antiguo “triángulo rojo” ahora se conoce como “la franja del huachicol”. La actividad delictiva se extendió a más de 20 municipios, entre ellos Tepeaca, Acatzingo, Quecholac, Tecamachalco, Palmar de Bravo, Tlacotepec de Benito Juárez, Esperanza, Amozoc, Xoxtla, Tochtepec, San Martín Texmelucan, San Matías Tlalancaleca y el sur de la capital poblana.
En esa zona, el combustible ilegal se puede conseguir en múltiples puntos de venta a lo largo de las carreteras, así como en improvisadas tienditas o casas.
En febrero de 2016, el titular de la Fiscalía General del Estado, Víctor Carrancá, dijo en una entrevista televisiva que Los Zetas operaban el robo de combustibles en Puebla.
La situación se agravó, pues, a decir de las autoridades federales y municipales, la comercialización a gran escala del combustible robado, así como la ordeña de ductos y la venta en tambos, involucran ya a comunidades enteras.
“Esto es un trabajo con el que damos de comer a nuestros hijos”, sostiene un huachicolero de Quecholac. Y acusa: “El petróleo es de todos. Lo que quiere el gobierno es dárselo a Estados Unidos. Lo que quieren los políticos es robar. Nosotros sólo sacamos para la familia”.
Hoy, dice a la reportera un alcalde que pide omitir su nombre, cualquier chamaco sabe por dónde pasan los ductos de Pemex y cómo se hace una perforación para extraer el combustible; actividad que no puede entenderse sin la complicidad de personal de Pemex.
Y se pregunta: “¿Cómo sabe esta gente por dónde pasan los ductos? ¿Quién les enseñó a hacer las perforaciones? ¿Cómo saben cuándo va a correr el combustible?”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario