viernes, 22 de febrero de 2019

Columna de Opinión

Asesinato de Madero

Por: Otto Schober

El 22 de febrero se recuerda el sacrificio estoico del hombre más generoso, más idealista y más puro que ha tenido México: Don Francisco I. Madero (aunque debe escribirse como aparece en su acta de bautismo: Francisco Ygnacio Madero, con Y), quien inició su vida política enfrentándose a un presidente municipal arbitrario, después, renunciando a su bienestar y sus comodidades, apoyó la candidatura de don Venustiano Carranza al gobierno de Coahuila, que terminaron en fracasos. Dio a conocer sus ideas en su libro La Sucesión Presidencial, causando sensación su entereza con que proclama sus verdades y por la valiente exhortación que hacía al pueblo para que cumpliera con sus deberes cívicos. Madero se hizo popularísimo y logró encarnar el ideal libertario y democrático de nuestro pueblo. 
Al efectuarse la convención antireeleccionista de febrero de 1910, Madero, como abanderado de la misma y como jefe de la oposición, se constituyó en el dirigente nato del movimiento de renovación político–social. Ante la resistencia presentada por los enemigos de la libertad y de la justicia, vino la lucha y la revolución encabezada por Madero. La dictadura se derrumbó y los que gozaban de privilegios y de prerrogativas se escudaron en los llamados tratados de Ciudad Juárez, para seguir gozando de ellos, al amparo de un gobierno de transición. 
Al llegar Madero a la Presidencia de la República, tuvo un gobierno breve y azaroso, preñado de peligros, por las constantes insurrecciones que le provocaron, pero nunca dejó de ser modelo de honestidad y de buena intención. Madero fue llamado el presidente blanco, porque su gobierno fue una página blanca en el libro de nuestra historia. Sus enemigos no le permitieron realizar su obra ni lo comprendieron, dejó para el futuro una orientación política social que recogió Venustiano Carranza para realizar a su tiempo, las más valiosas conquistas de la revolución. Al desencadenar sus enemigos sobre su gobierno con la tormenta de la decena trágica, Madero pudo evitar la muerte, pero prefirió mantenerse en su puesto hasta el final. Y el hombre más valiente y justo que no sintió odio jamás contra sus enemigos, que vivió con el pensamiento de hacer el bien de los demás, fue traicionado y sacrificado bárbaramente por sus adversarios, a quienes él había perdonado. 
Madero, por cumplir con su deber y por la lealtad a sus ideales, encontró la muerte. Este evento seguramente será recordado en Piedras Negras, en donde la figura de Madero es gigante, aunque no se le ha hecho la correcta justicia, Madero tuvo a Piedras Negras muy cerca de su corazón como lo tuvieron nuestros paisanos de aquella época, pero los de ahora pocos lo quieren reconocer, solo una escuela primaria lleva su nombre y una gran colonia, tan grande, que prefieren llamarla Mundo Nuevo, el segundo puente internacional estuvo a punto de llamarse Francisco I. Madero, pero prevaleció el de Coahuila 2000, ¿Es suficiente para hacerle justicia al llamado apóstol de la democracia?

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