¡LIBERTO GENERACIONAL!
Por Mariana B Arvizu R
Los medios de unión de una sociedad, suelen ser todo aquello que nos conforma con una cultura semejante, una identidad. Tal es el caso de las diferentes asonadas que se dan en nuestro país.
El año pasado tuvo lugar un hecho de importancia trascendental en nuestro país, la conformación de un movimiento universitario, en el cual no importaba si pertenecías a una institución privada o pública, lo importante era la lucha de un ideal, darse a escuchar, lograr un cambio generacional. Libertad, era una aspiración de cada uno de los integrantes del movimiento #YoSoy132, un anhelo de jóvenes y adultos.
Para nuestro infortunio, este movimiento ha ido perdiendo fuerza hasta el grado de casi desaparecer, pero lo más importante, sus ideales se han visto enviciados y deformados dando pie a que se desacrediten dichas manifestaciones de inconformidad -no sólo por el gobierno sino también por la sociedad- justificando de esta manera la utilización de la fuerza por parte de nuestros gobernantes, Sin embargo a un año de su aparición en la vida pública, siguen siendo la voz de una juventud pujante que demanda espacios y oportunidades reales de desarrollo.
Debemos recordar que en el trascurso de la historia los diferentes poderes se las han ingeniado haciendo uso de la fuerza ideológica y física para desbaratar la conformación y la unión de aquellos que representan un brío sociocultural. Generando que los movimientos universitarios sean sujeto de cuestionamientos, críticas y análisis, esto debido a que en ellos se ven representadas demandas sociales que competen a la mayoría de las personas.
Debemos pues, pensar también en aquellos maestros que se niegan de manera tan tajante a la reforma educativa –sin justificar la tropelía a la que se ha dado lugar-, sin que afecte o bien interese (al menos “a primera vista”) a nadie más que a ellos, sin conocer las causas que motivan dicha inconformidad de forma más profunda. La indiferencia hacia los problemas de nuestra comunidad por parte de la comunidad misma, ocasiona que estos conflictos nos sean tan ajenos -como lo es en muchos casos- la vida de nuestros mismos vecinos. Dicta un dicho: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, por lo que deberíamos reflexionar de qué manera podemos apoyarlos sin caer en un libertinaje.
Desafortunadamente los errores se conforman en todos los niveles, desde la autoridad hasta algunos de los integrantes de los “levantamientos”, puesto que llegan a transgredir los derechos de las demás personas buscando la resolución de sus diferentes demandas, generando un desacuerdo por parte de la comunidad y dificultando con ello la empatía hacia su movimiento, hacia sus problemas.
Pues bien, el diálogo es la mejor arma contra los desacuerdos y es sobresaliente para conformar un avance social. La interrelación entre las diferentes edades y disciplinas ayudan a corregir los errores de antaño, mejorando de esta manera nuestro presente. Desacreditar las luchas –sin investigar razones- crea una brecha (no solo física), sino también cultural, filosófica, vivencial, es decir, generacional. Una fisura de un diálogo abierto.
La educación es un hecho que nos atañe a todos en cada uno de los niveles, debido a que es la semilla del pensamiento presente y futuro, el interactuar de una generación tras otra. Con ella podemos romper tabús sociales e incorporar un pensamiento más equitativo. El aprender a escuchar y actuar en consecuencia forma parte incluso de las leyes de la física que nos rigen día a día.
Otro refrán nos dice: “Por sus obras se conoce al maestro”, pues bien valdría la pena preguntarnos cuál es el camino que seguiremos, porque si miles de jóvenes fueron capaces de marchar hombro a hombro rompiendo paradigmas sociales, cuestionar y criticar a un candidato presidencial, demandar una mejor regencia, es porque se han forjado desde la casa y la escuela los valores y aspiraciones. Hay obras humanas -excelentes, buenas, regulares, incluso malas- pero la sociedad también se encarga de mejorarlos, olvidarlos y en ocasiones hasta condenarlos.
Por lo que solo quiero terminar diciendo: El vínculo genera identidad, la identidad empatía, y esta fuerza. Una solidez que ayuda a un progreso, una transformación. Hay que ser participes de la causa-efecto, dar una aceleración a la educación, ¡a un liberto sociocultural!
El año pasado tuvo lugar un hecho de importancia trascendental en nuestro país, la conformación de un movimiento universitario, en el cual no importaba si pertenecías a una institución privada o pública, lo importante era la lucha de un ideal, darse a escuchar, lograr un cambio generacional. Libertad, era una aspiración de cada uno de los integrantes del movimiento #YoSoy132, un anhelo de jóvenes y adultos.
Para nuestro infortunio, este movimiento ha ido perdiendo fuerza hasta el grado de casi desaparecer, pero lo más importante, sus ideales se han visto enviciados y deformados dando pie a que se desacrediten dichas manifestaciones de inconformidad -no sólo por el gobierno sino también por la sociedad- justificando de esta manera la utilización de la fuerza por parte de nuestros gobernantes, Sin embargo a un año de su aparición en la vida pública, siguen siendo la voz de una juventud pujante que demanda espacios y oportunidades reales de desarrollo.
Debemos recordar que en el trascurso de la historia los diferentes poderes se las han ingeniado haciendo uso de la fuerza ideológica y física para desbaratar la conformación y la unión de aquellos que representan un brío sociocultural. Generando que los movimientos universitarios sean sujeto de cuestionamientos, críticas y análisis, esto debido a que en ellos se ven representadas demandas sociales que competen a la mayoría de las personas.
Debemos pues, pensar también en aquellos maestros que se niegan de manera tan tajante a la reforma educativa –sin justificar la tropelía a la que se ha dado lugar-, sin que afecte o bien interese (al menos “a primera vista”) a nadie más que a ellos, sin conocer las causas que motivan dicha inconformidad de forma más profunda. La indiferencia hacia los problemas de nuestra comunidad por parte de la comunidad misma, ocasiona que estos conflictos nos sean tan ajenos -como lo es en muchos casos- la vida de nuestros mismos vecinos. Dicta un dicho: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, por lo que deberíamos reflexionar de qué manera podemos apoyarlos sin caer en un libertinaje.
Desafortunadamente los errores se conforman en todos los niveles, desde la autoridad hasta algunos de los integrantes de los “levantamientos”, puesto que llegan a transgredir los derechos de las demás personas buscando la resolución de sus diferentes demandas, generando un desacuerdo por parte de la comunidad y dificultando con ello la empatía hacia su movimiento, hacia sus problemas.
Pues bien, el diálogo es la mejor arma contra los desacuerdos y es sobresaliente para conformar un avance social. La interrelación entre las diferentes edades y disciplinas ayudan a corregir los errores de antaño, mejorando de esta manera nuestro presente. Desacreditar las luchas –sin investigar razones- crea una brecha (no solo física), sino también cultural, filosófica, vivencial, es decir, generacional. Una fisura de un diálogo abierto.
La educación es un hecho que nos atañe a todos en cada uno de los niveles, debido a que es la semilla del pensamiento presente y futuro, el interactuar de una generación tras otra. Con ella podemos romper tabús sociales e incorporar un pensamiento más equitativo. El aprender a escuchar y actuar en consecuencia forma parte incluso de las leyes de la física que nos rigen día a día.
Otro refrán nos dice: “Por sus obras se conoce al maestro”, pues bien valdría la pena preguntarnos cuál es el camino que seguiremos, porque si miles de jóvenes fueron capaces de marchar hombro a hombro rompiendo paradigmas sociales, cuestionar y criticar a un candidato presidencial, demandar una mejor regencia, es porque se han forjado desde la casa y la escuela los valores y aspiraciones. Hay obras humanas -excelentes, buenas, regulares, incluso malas- pero la sociedad también se encarga de mejorarlos, olvidarlos y en ocasiones hasta condenarlos.
Por lo que solo quiero terminar diciendo: El vínculo genera identidad, la identidad empatía, y esta fuerza. Una solidez que ayuda a un progreso, una transformación. Hay que ser participes de la causa-efecto, dar una aceleración a la educación, ¡a un liberto sociocultural!
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