lunes, 4 de julio de 2016

En su centenario, la ESIME requiere una revisión interna

Ciudad de México.- Se dice que poco después de la salida de las monjas, un rayo impactó el campanario. Para entonces, la iglesia y ex convento de San Lorenzo, en el Centro Histórico, habían abandonado el oficio religioso de la Orden de San Jerónimo tras la aplicación de las Leyes de Reforma. En 1868, Benito Juárez decretó el traslado de la Escuela Nacional de Artes y Oficios para Hombres al claustro del convento. Fue en este sitio histórico donde se gestó uno de los semilleros más importantes de ingenieros en el país.
Hace 100 años, la institución se constituyó como la Escuela Práctica de Ingenieros Mecánicos y Electricistas y en años posteriores cambió su nombre varias veces hasta adoptar en 1932 el actual: Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME).
El escudo final de la institución contiene elementos alusivos a las ingenierías, bases sobre las que se sustenta, ingeniería aeronáutica, ingeniería en comunicaciones y electrónica, ingeniería mecánica e ingeniería eléctrica, esta última representada por dos rayos. Pero la electricidad ya resonaba en el bautizo de la institución hace más de 140 años atrás, en un campanario que tuvo que ser derruido.
En este 2016, la ESIME celebra su centenario de manera conjunta con el 80 aniversario del Instituto Politécnico Nacional (IPN), que se irguió sobre ésta después de su decreto de creación por el presidente Lázaro Cárdenas. Actualmente, la institución se constituye por cuatro escuelas en las unidades Zacatenco, Culhuacán, Azcapotzalco y Ticomán, donde estudian alrededor de 20 mil alumnos.
“La ESIME es una escuela grande en tamaño, pero además tiene una gran historia y una perspectiva hacia el futuro interesante por el tipo de carreras que sigue cultivando”, señala Ricardo Mota Palomino, director de la ESIME Unidad Zacatenco, donde estudian alrededor de 10 mil jóvenes.
En 1959, el presidente Adolfo López Mateos inauguró los edificios de la ESIME Zacatenco, donde se trasladó la escuela. Después del sismo de 1985, éstos fueron inhabilitados y desde entonces se han reparado gradualmente. Ricardo Mota y la dirección de la escuela aún permanecen en unas oficinas temporales.
Egresado de la institución que dirige, el ingeniero electricista relata parte de la historia, fortalezas y retos que afronta la escuela, y ve en su aniversario número 100 una oportunidad para realizar los cambios que requiere para mantenerse a la vanguardia de la oferta educativa del país, pero también para contribuir en la solución de los grandes problemas nacionales.
“En esta celebración del centenario de la ESIME debemos revisar los planes de estudio para seguir insertando a nuestros egresados en la industria, pero también en opciones de trabajo diferentes, movidas por el mercado. Antes, el Estado era el gran empleador de nuestros egresados, pero eso ha cambiado y los muchachos deben competir cada vez más en el mercado laboral con nuevas aptitudes”.
Si bien a lo largo de las décadas, la ESIME mantiene sus fortalezas en el desarrollo científico y tecnológico, agrega que ahora los estudiantes de ingeniería deben también generar e incluso vender ideas. Actualmente, ejemplifica, muchos de los egresados de la institución se han vuelto empresarios, ya sea en las tecnologías de la información, desarrollando software, juguetería electrónica o  drones. Esto es parte del perfil que requiere la ingeniería actualmente, pero también el del futuro al que deberán adaptarse, añade el politécnico.
Con motivo del centenario de la ESIME, enfatiza, un grupo de ex directores de la institución ha insistido mucho en la revisión de los planes de estudio, porque la última gran reforma de éstos fue hace 50 años, con motivo de ese aniversario. “Tomando en cuenta estos cambios de paradigmas, es que se tiene que hacer esta nueva revisión con miras hacia los próximos años y si tenemos éxito habrá futuro para la escuela y el instituto”.
Parte de esta revisión pasa por la actualización y modernización de su infraestructura, puesto que un sello distintivo del IPN es la eficiencia de su trabajo en los laboratorios, donde se enseña “a meter las manos” sin importar el área ingenieril donde se desarrollan sus alumnos. Por lo tanto, requieren ese tipo de modernización para mantener esa característica y capacidad técnica, añade.
SÍMBOLO. A finales del año pasado, un auto robot llegó a la Ciudad de México, procedente de Nogales, Sonora. El vehículo autónomo, desarrollado en la Universidad Libre de Berlín, es resultado de la investigación del mexicano Raúl Rojas, egresado del IPN, y recorrió dos mil 400 kilómetros de autopistas del país, sorteando baches, topes y tramos en construcción.
La sede final del viaje fue en el ex convento de San Lorenzo, donde el IPN instauró su Centro de Educación Continua y el Centro de Desarrollo Aeroespacial. De regreso a la sede histórica de la ESIME, Sergio Viñals Padilla —su ex director y actual director de este centro aeroespacial— expresa cuál es el rumbo hacia el cual piensa que se debe encaminar.
“Cumplir 100 años es motivo de enorme orgullo, pero es esencial no sólo revisar lo que se ha logrado, sino hacia dónde va. Y no sólo es cumplir su misión en favor de la educación y generación de recursos humanos, sino además desarrollar la tecnología con la que el país se inserte en el concierto internacional”.
— ¿Es la ESIME la escuela más simbólica del IPN?   
— Me vería mal en decirlo porque yo soy egresado de ahí, ¿qué le puedo decir? Es un símbolo importantísimo, pero no el único, puesto que las otras escuelas del Politécnico han adquirido prestigio y una capacidad de desarrollo importantísimo. Lo que sí es totalmente válido decir es que en el momento de creación del IPN, la ESIME era la escuela más cuajada y más significativa.
Viñals también fue director general del IPN, periodo durante el cual impulsó su descentralización. Como director de la ESIME contribuyó también en el proyecto de creación de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Ciencias Sociales y Administrativas (UPIICSA).
Durante la charla con el politécnico es ineludible hacer un repaso sobre la historia de la ESIME y su relación con el ex convento de San Lorenzo. Pero también refiere las nuevas actividades que realiza la antigua casa de la ESIME y el centro que dirige, el cual busca ser la institución que de presencia nacional del Politécnico en materia aeroespacial, sector permeado por la ingeniería.
“Nuestro objetivo es estimular la educación espacial en el IPN, en educación, investigación y tecnología, pero además somos su cara unificada en el ámbito espacial, donde no hay una estructura académica monolítica, como la ingeniería mecánica, por ejemplo. Esto no es posible en la ingeniaría espacial porque aglomera diversas disciplinas”.
El IPN y la ESIME tienen un antecedente de claroscuros en la ingeniería espacial, que fue fuertemente impulsada por Eugenio Méndez Docurro, fundador de diversas instituciones del Politécnico y primer director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Egresado de la ESIME, Méndez Docurro promovió además el Día del Ingeniero, que se celebra cada 1 de julio. El pasado viernes, la Unión Mexicana de Asociaciones de Ingenieros, Asociación Civil entregó reconocimientos al IPN por sus 80 años y a la ESIME por su centenario. En el acto, autoridades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, así como de la asociación destacaron el trabajo de la ESIME para el desarrollo de ingenieros.
ENFOCAR INVESTIGACIÓN. Hace algunas semanas, durante la mesa redonda “Prospectiva de la ESIME hacia el año 2065: lo que debemos hacer”, Viñals Padilla expresó que la ESIME es la escuela, es la madre y el padre de la educación técnica de México y coincidió con otros ex directores en que es uno de los pilares para el desarrollo del mismo Politécnico.
De regreso en el ex convento de San Lorenzo, apunta que ambas instituciones deben contribuir enormemente al desarrollo de México “en la medida que se les apoye, lo que no es muy frecuente, desafortunadamente”.
Añadió también que el IPN no debe ser visto únicamente como una institución que responda ante la demanda social de educación, sino que además enfoca sus esfuerzos en investigación y desarrollo de tecnología para el país, así como la generación de innovación conjunta con la industria. El propósito primigenio de la ESIME es desarrollar la industria mexicana, propiciar crecimiento económico y desarrollo social.
Por su parte, Ricardo Mota agrega que para lograrlo la ESIME requiere enfocar su investigación científica y tecnológica. El director de la escuela apunta que mantienen una de las plantillas de investigadores más fuertes del IPN, no obstante, ha faltado pertinencia en la investigación que desarrolla.
“Pensemos en los grandes problemas nacionales o, para delimitarlo más, en los de la Ciudad de México: transporte, contaminación, abasto de energía y manejo del agua. En estos problemas nuestros especialistas no siempre están presentes”. Agrega que los científicos responden de manera individual, pero no es un asunto que sólo ocurra en el IPN, sino una situación a nivel nacional donde los gobiernos no buscan hacer uso de la mano de obra híper calificada que existe en los investigadores.
Viñals recuerda que para pensar en el futuro del IPN y la ESIME se requiere de su modernización, pero sin perder de vista el objetivo primordial de éstas. “Debemos ser  capaces de desarrollar tecnología mexicana para una industria que suministre a la sociedad lo que demanda. Ese es el núcleo de una escuela como la ESIME y una institución como el Politécnico, no sin navegar en un mar de ideas que se ciñan a su propósito esencial. Los hechos importantes siempre deben ser recordados, pero esta celebración trascenderá más si lo hacemos con una visión de lo que fue, lo que debe y puede ser la institución”.

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