Por: Laura Castillo García
Dicen los que saben que nuestros ancestros los primates nos heredaron en la memoria genética el gusto por cantar; acción que aprendieron de las aves que trinan para atraer pareja.
Ciertamente, el hombre utiliza el canto para ese fin, y en México lo sabemos muy bien: aunque van cada vez más raras, en México todavía se estila que los enamorados lleven serenata a quien es el objeto de su querencia, ya sea pareja, madres o, como está por suceder, a la Virgen de Guadalupe.
A través de las serenatas, el hombre o la mujer -como se empieza a estilar- canta canciones de temas variadas a su amada o amado, a fin de despertar sentimientos de amor, agradecimiento o deseos de reconciliación. En Europa, la serenata fue un divertimento que alcanzó enorme popularidad durante el siglo XVIII: se tocaba por la tarde, al anochecer, muchas veces al aire libre, y hacía las delicias de las veladas en los jardines de los palacios de los aristócratas. El nombre deriva sereno, «calmado» o «reposado». Luego, en el siglo XVIII, llegó a los grandes creadores de la música clásica: Mozart compuso trece serenatas, normalmente para celebrar un acto social (bodas, fiestas cortesanas, etc.); Beethoven compuso serenatas con trío de cuerdas (Op.8) y para flauta, violín y viola (Op.25). En el siglo XIX se compusieron serenatas para orquestas (Brahms, Dvorak, entre otros). También se concibe la serenatas como canción o lied (Schubert, Richard Strauss, Wolf, Massenet...) o para ser tocadas por un instrumento, como el piano (Albéniz, Debussy y Ravel).
Pero la música no sólo es para los enamorados; es un medio inmejorable para expresar los ánimos y sentimientos de la gente porque «el cante es una de las cosas inherentes al ser humano. Aunque la gente diga que no canta, la gente canta porque es algo que está programado en nuestro ser», asegura el neuropsicólogo, José María López, neuropsicólogo de atención temprana.
Y es que la música conecta con la parte del cerebro más creativa, más espiritual, menos racional, más apegada a las emociones; por eso, todos los seres humanos cantamos, aunque sea mientras nos bañamos, pero todos cantamos para expresar sentimientos que, por los prejuicios sociales o la represión, no podemos manifestar a través de la palabra hablada.
Y esos sentimientos que se despiertan son mejores cuando escuchamos una buena letra acompañada de un buen manejo instrumental y una buena voz. A diferencia de lo que nos hacen sentir las ruidosas piezas electrónicas que no dicen nada, o sí, muchas groserías e invitaciones al sexo, al alcohol, a la droga y a la violencia; o bien el reggaetón, del que nunca se entera uno acerca de cuál es el mensaje, o sí porque también son invitaciones al sexo y a la violencia.
Para rescatar el gusto por la buena música y para generar mejores sentimientos en la gente en general, pero sobre todo en niños y jóvenes, el Movimiento Antorchista Nacional promueve tanto “el rescate de la buena música mexicana, como el conocimiento de los excelentes autores e intérpretes en sus diversos géneros, para volver a disfrutar del placer de la música, a cantar en familia y en las escuelas”, asegura el dirigente nacional antorchista, Aquiles Córdova Morán, quien promueve la formación de un mexicano mejor a través de la buena música.
Por ello, para que sus palabras no se las lleve el aire, desde hace cinco años Antorcha promueve un Concurso Nacional de Canto en el que participan niños, jóvenes, adultos y ancianos talentosos que buscan espacios en donde expresar sus sentimientos a través de la música. Por eso, el sábado 26 y domingo 27 de noviembre el teatro Gota de Plata de Pachuca, Hidalgo, se llenará de buena música interpretada por gente del pueblo, gente trabajadora que sabe que la música le ayuda a expresar sus emociones y que no canta porque ande en busca de éxitos con música basura.
Antorcha quiere que la gente cante, que siempre cante, porque es una mutilación que el hombre no lo haga. Una de las cosas que maravilla a los extranjeros con los que he tenido contacto es la alegría del pueblo mexicano, quien canta cuando está triste, adolorido o enamorado, pero, ante el embate de música basura, es necesario que el pueblo mexicano vuelva a su sana práctica de cuando las familias enteras cantaban: antaño lo hacían alrededor de una guitarra, una cena sencilla y un trago, practica que redundaba en la unión familiar y, por lo tanto, menos problemas sociales. Pero, con la llegada de los grandes medios de comunicación, al pueblo se le hizo a un lado, su único papel fue oír música, ya casi no canta y mucho menos se le permite criticar el ruido que nos venden como si fuera música.
Es necesario que el pueblo vuelva a cantar para que se elev espiritualmente y muestre sus sentimientos y aspiraciones, porque cantar, como dice Mario Benedetti, nos reconcilia con la vida y nos hace felices.
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