Ciudad de México.- Ingerir alcohol con la ingesta de medicamentos, incluidos analgésicos, antibióticos, desparasitantes y reguladores de glucosa podría desencadenar diversas reacciones físicas que afectan la salud, alerta el jefe del servicio de Urgencias del Hospital de Especialidades del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Ramón Iván de Dios Pérez.
Y es que de acuerdo al experto, durante la temporada invernal son frecuentes los dolores articulares, las infecciones de vías respiratorias y el descontrol de glucosa en sangre en personas diabéticas por excesos alimenticios.
Estas afecciones, dice, ameritan tratamientos farmacológicos que los pacientes no deben mezclar con bebidas alcohólicas o, de lo contrario funciones orgánicas e incluso la vida podrían ponerse en riesgo. “Si aquellos pacientes que, por ejemplo, toman analgésicos regularmente para controlar el dolor crónico de una osteoartritis ingieren también alcohol, pueden presentar erosiones en la mucosa gástrica y hasta sangrado”, y añade que la mezcla de alcohol con antibióticos y desparasitantes es aún más peligrosa porque provoca una disminución del flujo sanguíneo que puede afectar gravemente al sistema nervioso central.
Revela que en algunas comunidades pequeñas se solía combinar una mínima dosis de medicamento con cerveza o vino para darle a las personas alcohólicas “un escarmiento”, pero pidió a la población no continuar con esta práctica porque en ocasiones conduce a la muerte.
“Hay que tener mucho cuidado con este tipo de situaciones, lo mismo cuando la persona lleva tratamiento para controlar la diabetes.
El alcohol es potencialmente cetogénico y glucogénico (aumenta niveles de cetonas y glucosa en sangre) por sí mismo”.
En ese sentido, en caso de que una persona diabética decida, a pesar de lo anterior, beber alcohol, lo mejor es que se mantenga en los “rangos de seguridad” con no más de dos bebidas al día para los hombres y una para las mujeres.
Y es que de acuerdo al experto, durante la temporada invernal son frecuentes los dolores articulares, las infecciones de vías respiratorias y el descontrol de glucosa en sangre en personas diabéticas por excesos alimenticios.
Estas afecciones, dice, ameritan tratamientos farmacológicos que los pacientes no deben mezclar con bebidas alcohólicas o, de lo contrario funciones orgánicas e incluso la vida podrían ponerse en riesgo. “Si aquellos pacientes que, por ejemplo, toman analgésicos regularmente para controlar el dolor crónico de una osteoartritis ingieren también alcohol, pueden presentar erosiones en la mucosa gástrica y hasta sangrado”, y añade que la mezcla de alcohol con antibióticos y desparasitantes es aún más peligrosa porque provoca una disminución del flujo sanguíneo que puede afectar gravemente al sistema nervioso central.
Revela que en algunas comunidades pequeñas se solía combinar una mínima dosis de medicamento con cerveza o vino para darle a las personas alcohólicas “un escarmiento”, pero pidió a la población no continuar con esta práctica porque en ocasiones conduce a la muerte.
“Hay que tener mucho cuidado con este tipo de situaciones, lo mismo cuando la persona lleva tratamiento para controlar la diabetes.
El alcohol es potencialmente cetogénico y glucogénico (aumenta niveles de cetonas y glucosa en sangre) por sí mismo”.
En ese sentido, en caso de que una persona diabética decida, a pesar de lo anterior, beber alcohol, lo mejor es que se mantenga en los “rangos de seguridad” con no más de dos bebidas al día para los hombres y una para las mujeres.
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