REMOLDEANDO
LA IGUALDAD Y LA EQUIDAD: UNA LUCHA DESIGUAL
Por Mariana Belem Arvizu Rivera
Millones
de personas alrededor de la tierra se enfrentan día a día con un cambio
constante de la misma, desde el pensamiento hasta costumbres y leyes. Esta
transformación global no siempre es tan radical ni tan severa como se suele
esperar o incluso creer, sin importar tiempo, lugar y espacio.
Historias
llenas de vida se han visto mezcladas y conjugadas cuando hablamos de
Iglesia-Mujer. Estas, siempre al acecho de un cambio y de una brecha por la
cual penetrar una muralla tan alta que escalarla no ha llevado años, sino
siglos. Es por esta razón que al verse una vez más ligadas, por tiempo y
espacio, debemos hacer un análisis, de qué progresos o no se han conseguido a
lo largo de nuestra historia.
Si bien,
los progresos dentro de las legislaciones a nivel global, han hecho nuevos
decretos, con los cuales se espera alcanzar la igualdad y equidad de género, la
Iglesia (una institución consolidada, hasta formar un Estado independiente) se
ha visto resguardada por el mandato específico de los hombres, creando de esta
manera una desigualdad social y representativa. Incluso con la globalización,
no se han visto cambios trascendentales dentro de la misma, a pesar de que las
mujeres dentro de la Iglesia católica representan el 60% de su población
(organizadas en las distintas órdenes religiosas). Como sabemos las mujeres no intervienen
dentro del gobierno eclesial, en la toma de decisiones.
La
individualidad del ser, también se ha visto rodeada por la separación del sexo,
así como su valor y los derechos de los cuales se debe gozar; por lo que con el
paso del tiempo y a pesar de las reformas, la no-igualdad entre hombres y mujeres
sigue siendo una realidad, misma que se da en todos los ámbitos y
desafortunadamente en todas las edades. Esta celebración del “Día Internacional
de la Mujer” nos debe servir para reflexionar. Las estadísticas no ponen énfasis
en el grave problema que rodea a la sociedad a través de las mujeres por toda
la comunidad, como el hecho de que 50% de las agresiones sexuales se dan
desgraciadamente hacia las niñas menores de 16 años, razón por la cual, la ONU lanzó
este año el lema: “Una promesa es una promesa: Acabemos con la violencia
contra la mujer”. Esta lucha que nos corresponde a cada una de las personas por todo el
globo terráqueo, y que debemos exigir a las autoridades que se haga lo
necesario para erradicarlo, incluyendo a la autoridad moral que tiene la
Iglesia Católica y la cual debería ser un bastión para la sociedad mexicana y
mundial como verdadero progreso y reestructuración social.
A lo
largo de la historia, la lucha constante por acercar a Dios a la sociedad, ha
estado supeditado a los dogmas de la Iglesia Católica, mismos que se han
intentado desligar del Estado pero que han estado presentes de una forma u
otra. El tener un nuevo Papa dentro de la Iglesia, debe invitarnos a realizar
cambios dentro de nosotros mismos, y no caer en los trucos de magia que se dan
para hacernos ver únicamente lo “bueno” de las personas. Todos somos seres
ambivalentes por naturaleza, con virtudes y defectos, lo que nos hace responsables
de los propios actos. Por esta razón debemos ser conscientes que el retroceso
se puede enmascarar bajo el atuendo de un progreso, y que la ideología no
siempre tiene tintes rosas. La elección del sumo Pontífice trae consigo la
esperanza de reformar todos estos atrasos de la Iglesia, como lo es el rol que
juega la mujer - dentro de la comunidad Cristiana, como fuera de la misma-; aunque sus antiguas
declaraciones no son las más alentadoras. Cuidemos el no volver a caer en la
Edad Media y en la cacería de brujas, recordemos que todos tenemos derecho a
decidir, y que las circunstancias que rodean un hecho son siempre determinantes
en la vida. Dejemos de condenarnos unos a otros, para pasar a ayudarnos.
El
biblista Xabier Pikaza, autor de “El evangelio de Marcos. La buena noticia de
Jesús” (Editorial Verbo Divino), tras investigar a fondo el tema, concluye que
"Jesús no quiso algo especial para las mujeres. Quiso, para ellas, lo
mismo que para los varones. Como entendió bien San Pablo en Gal 3, 28: “Ya no
hay hombre ni mujer...”. La singularidad de la visión de Jesús sobre las
mujeres es la “falta de singularidad”. No
buscó un lugar especial para ellas, sino el mismo lugar de todos, es decir, el
de los “hijos de Dios”.
Lucha
que sigue teniendo la mujer en su día a día. Otra cifra más que no debe quedar
en el montón es: Globalmente, 603 millones de mujeres viven en países donde la
violencia doméstica no se considera un delito. Cuidar de una es cuidar de
nosotros, por lo que también es importante exigir a la Iglesia que respete los
Derechos Humanos que tanto proclama y no discrimine o excluya a las mujeres
dentro de la misma.
Mahatma
Gandhi dijo:
La
mujer es la compañera del hombre, dotada con la misma capacidad mental...
Si
por fuerza se entiende poder moral, entonces la mujer es infinitamente superior
al hombre...
Si
la no violencia es la ley de nuestro ser, el futuro está con las mujeres...
Trabajemos
como sociedad para erradicar la violencia, y tengamos presente que es una
terrible realidad social, y que ser madre no es sinónimo de ser mujer, todos
los seres humanos tenemos valor y debemos tener valores. Por lo que bien decía Karl
Marx: “El progreso social puede ser medido por la posición
social del sexo femenino”.
Por último amigas lectoras, solo me resta decir:
“No les deseo que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”.
Mary Wollstonecraft
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