lunes, 16 de febrero de 2015

Reporte Global

Por Salvador González Briceño*
 
ACUERDO DE MINSK, EL PELIGRO.
Muy pronto, el próximo 22 de febrero, se cumple un año del golpe de Estado en Ucrania contra el presidente Víctor Yanukovich. Y la llegada al poder de Petro Poroshenko. Un mes después, el referéndum del 30 de marzo, los habitantes de Crimea decidirían ser autónomos, en el marco legal constitucional ucraniano pero apoyados por el poder central ruso de Vladimir Putin.
Apenas ayer, 15 de febrero, fecha acodada por el llamado acuerdo de Minsk, debe iniciar el cese al fuego en el territorio donde las fuerzas del ejército de Poroshenko y prooccidentales, se enfrentan a una derrota perpetrada por los milicianos de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk. Un día antes del 15, los enfrentamientos continuaban.
La batalla de 242 días por el control del aeropuerto de Donetsk, al parecer ha sido el fiel de la balanza. Esto es, que los independentistas propinaron una derrota al gobierno de Kiev en un territorio de 600 kilómetros, cercaron a miles de soldados ucranianos en lo que se conoce como la “olla de Debaltsevo”, y están a unos pasos del puerto de Mariupol “estratégico” en el mar de Azov, con 500 mil habitantes.
Es decir que —como lo hemos anticipado en este espacio—, en la llamada guerra de Ucrania se determinará el rol que pretenden Occidente y la OTAN como el brazo armado, en contra de Rusia y su pretendido cercamiento con la instalación de una base militar en ese país.
Por tanto, para los planes de Estados Unidos, tanto la evidente derrota de los militares de Kiev que son apoyados militarmente por ellos, como el acuerdo mismo de Minsk son una derrota. Es claro que no lo llaman por su nombre, pero en los hechos lo es.
¿Qué representan entonces para la paz los acuerdos basados en los 13 puntos clave firmados por los representantes de Rusia, Francia, Alemania y Ucrania? Una prórroga para los derrotados aliados de occidente.
Pero ni EU se va a dar por vencido tan pronto, ni Poroshenko va a tirar por la borda el negocio personal que le representa la guerra. Por lo mismo, habrá que estar al tanto de dos aspectos fundamentales en el territorio mismo de Ucrania, para vigilar tanto el cumplimiento de los 13 puntos como, y sobre todo, que la tregua no sea empleada para el rearme o reposicionamiento del ejército de Poroshenko.
Recuérdense las pretensiones de EU de enviar armas nucleares al ejército ucraniano. Y toda la parafernalia propagandística de hacer hasta lo imposible para que los aliados no pierdan la guerra, luego de que ninguna estrategia diplomática ni militar les ha dado el resultado esperado de inculpar a Rusia en sus escenarios de guerra, ni de meter a Putin directamente en el conflicto.
Geoestrategia y geopolítica pura. Engaños a la vista, y treguas de peligro. En otras palabras, que si el interés del presidente francés, Francois Hollande y la canciller alemana, Angela Merkel, que se sentaron durante ¡16 horas! con Poroshenko y Vladimir Putin para la suscripción del apresurado acuerdo es real, repito es real, luego entonces habrá que cuidar así el cumplimiento de los puntos como de que el repliegue no sea un rearme para acelerar con mayor fuerza militar en los subsiguientes meses el conflicto.
El acuerdo de Minsk tiene ese riesgo, por parte de occidente, especialmente por EU. La tregua puede reiniciar recrudecida la ofensiva. Habrá que vigilar entonces, el cumplimiento, pero también lo que ocurra en la retaguardia. Una cosa es real: EU está perdiendo una guerra en terreno ajeno a la potencia que pretende derrocar, a Rusia. Pero la amenaza está latente.

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