México, D.F.- El 2 de enero de 2015, tras las 30 rondas de votaciones con empate entre los diez ministros de la Sala Superior de la Suprema Corte de Justicia para elegir a su presidente, Joaquín López Dóriga lanzó el siguiente mensaje en su cuenta de Twitter:
“Insisto en que el presidente Silva Meza de la Corte debería cambiar el sentido de su voto para romper el empate y dar certidumbre al proceso”.
El mensaje hubiera pasado desapercibido si, en efecto, Silva Meza no hubiera cambiado el sentido de su voto para el desempate. Y si López Dóriga sólo fuera un comentarista más y no el vocero en funciones del tele-gobierno de la República.
Desde ese momento, comenzó a gestarse la operación de presión y “convencimiento” de Grupo Televisa para traer de la embajada de Washington a su viejo aliado y amigo personal del vicepresidente de la empresa, Bernardo Gómez, el verdadero operador de las decisiones en esta empresa.
Medina Mora y Bernardo Gómez tienen una relación de amistad, complicidades y favores mutuos largamente documentada. Basta recordar que en febrero de 2006, cuando Los Cuatro Fantásticos que dirigen Televisa en la era Azcárraga Jean sentaron a los candidatos presidenciales en el hotel Rodavento de Valle de Bravo, también estuvo presente el entonces secretario de Seguridad Pública foxista, Eduardo Medina Mora.
–Eduardo será nuestro próximo vicepresidente –presumió Bernardo Gómez a sus convidados.
Bernardo Gómez se dedicó a explayar el poderío que los juniors directivos de Televisa habían alcanzado en el ensayo fallido de alternancia foxista. Televisa ya no era más un monopolio televisivo. Aspiraba a convertirse en el auténtico árbitro del sistema, con influencia en los tres poderes de la Unión: el Ejecutivo, el Legislativo y, en menor medida, en el Poder Judicial.
Febrero de 2006 eran los momentos ríspidos de la aprobación de la Ley Televisa en el Senado. Medina Mora, junto con otros operadores, jugaron un papel fundamental para lograr la mayoría de votos del PRI y del PAN a favor de esas reformas legales que fueron posteriormente echadas abajo por la Suprema Corte de Justicia en la acción de anticonstitucionalidad que impulsaron senadores como Javier Corral, Manuel Bartlett, Dulce María Sauri, Raymundo Cárdenas y hasta Jesús Ortega, en ese entonces.
¡Qué paradoja! Fue la Suprema Corte de Justicia la que echó abajo una de las operaciones más ambiciosas de los ejecutivos de Televisa la que ahora dará cobijo a su procónsul.
Desde entonces, los Cuatro Fantásticos supieron que la Suprema Corte de Justicia era un espacio que no era “una estrella más del canal de las estrellas”. Y se dedicaron a ir cooptando al Poder Judicial.
Medina Mora se integró al gobierno de Felipe Calderón como procurador general de la República, a pesar de que apoyó y estuvo cercano a Santiago Creel, el adversario interno calderonista en la nominación panista.
Como procurador, Medina Mora hizo un amplio servicio a favor de la derecha electrónica, la derecha empresarial, la derecha confesional y la derecha de la mano dura, que no siempre coinciden.
Por si fuera poco, también entabló cercanía con Enrique Peña Nieto, el entonces desconocido gobernador del Estado de México, que ya era perfilado por Televisa y por su arquitecto de planes mediático-políticos, Alejandro Quintero Iñiguez, amigo y ex socio de Medina Mora, como la principal apuesta del consorcio mediático para la Presidencia de la República en 2012.
Bajo las órdenes de Medina Mora en la PGR trabajó Humberto Castillejos Cervantes. Fue su coordinador de asesores. Como tal, Castillejos le sugirió al procurador dejar sin efectos los aseguramientos de las cuentas bancarias abiertas por Raúl Salinas de Gortari, el “hermano incómodo” en Suiza e Inglaterra, tal como publicaron el periódico Reforma y Miguel Badillo en su columna “Oficio de Papel”, en El Universal.
Medina Mora y Castillejos tenían una relación cercana con el salinismo desde el sexenio del Tratado de Libre Comercio. Esta acción a favor de Raúl Salinas de Gortari reforzó esa alianza.
Por esta razón se explica que los astros se alinearan para que tanto Televisa como Salinas y el gobierno de Peña Nieto unieran sus complejos e intrincados intereses para tener “su” ministro de confianza. Y ese personaje es Eduardo Medina Mora.
Nunca pensaron que la reacción social contra Medina Mora fuera tan intensa, persistente y airada. Ni el propio Medina Mora –que nunca se había colocado en un proceso electivo– se enfrentó a un rechazo y cuestionamiento social tan fuerte. Ni siquiera los panistas que le entregaron en bandeja de plata el control del Poder Judicial a Peña Nieto y a Televisa el control de la Suprema Corte de Justicia.
“Insisto en que el presidente Silva Meza de la Corte debería cambiar el sentido de su voto para romper el empate y dar certidumbre al proceso”.
El mensaje hubiera pasado desapercibido si, en efecto, Silva Meza no hubiera cambiado el sentido de su voto para el desempate. Y si López Dóriga sólo fuera un comentarista más y no el vocero en funciones del tele-gobierno de la República.
Desde ese momento, comenzó a gestarse la operación de presión y “convencimiento” de Grupo Televisa para traer de la embajada de Washington a su viejo aliado y amigo personal del vicepresidente de la empresa, Bernardo Gómez, el verdadero operador de las decisiones en esta empresa.
Medina Mora y Bernardo Gómez tienen una relación de amistad, complicidades y favores mutuos largamente documentada. Basta recordar que en febrero de 2006, cuando Los Cuatro Fantásticos que dirigen Televisa en la era Azcárraga Jean sentaron a los candidatos presidenciales en el hotel Rodavento de Valle de Bravo, también estuvo presente el entonces secretario de Seguridad Pública foxista, Eduardo Medina Mora.
–Eduardo será nuestro próximo vicepresidente –presumió Bernardo Gómez a sus convidados.
Bernardo Gómez se dedicó a explayar el poderío que los juniors directivos de Televisa habían alcanzado en el ensayo fallido de alternancia foxista. Televisa ya no era más un monopolio televisivo. Aspiraba a convertirse en el auténtico árbitro del sistema, con influencia en los tres poderes de la Unión: el Ejecutivo, el Legislativo y, en menor medida, en el Poder Judicial.
Febrero de 2006 eran los momentos ríspidos de la aprobación de la Ley Televisa en el Senado. Medina Mora, junto con otros operadores, jugaron un papel fundamental para lograr la mayoría de votos del PRI y del PAN a favor de esas reformas legales que fueron posteriormente echadas abajo por la Suprema Corte de Justicia en la acción de anticonstitucionalidad que impulsaron senadores como Javier Corral, Manuel Bartlett, Dulce María Sauri, Raymundo Cárdenas y hasta Jesús Ortega, en ese entonces.
¡Qué paradoja! Fue la Suprema Corte de Justicia la que echó abajo una de las operaciones más ambiciosas de los ejecutivos de Televisa la que ahora dará cobijo a su procónsul.
Desde entonces, los Cuatro Fantásticos supieron que la Suprema Corte de Justicia era un espacio que no era “una estrella más del canal de las estrellas”. Y se dedicaron a ir cooptando al Poder Judicial.
Medina Mora se integró al gobierno de Felipe Calderón como procurador general de la República, a pesar de que apoyó y estuvo cercano a Santiago Creel, el adversario interno calderonista en la nominación panista.
Como procurador, Medina Mora hizo un amplio servicio a favor de la derecha electrónica, la derecha empresarial, la derecha confesional y la derecha de la mano dura, que no siempre coinciden.
Por si fuera poco, también entabló cercanía con Enrique Peña Nieto, el entonces desconocido gobernador del Estado de México, que ya era perfilado por Televisa y por su arquitecto de planes mediático-políticos, Alejandro Quintero Iñiguez, amigo y ex socio de Medina Mora, como la principal apuesta del consorcio mediático para la Presidencia de la República en 2012.
Bajo las órdenes de Medina Mora en la PGR trabajó Humberto Castillejos Cervantes. Fue su coordinador de asesores. Como tal, Castillejos le sugirió al procurador dejar sin efectos los aseguramientos de las cuentas bancarias abiertas por Raúl Salinas de Gortari, el “hermano incómodo” en Suiza e Inglaterra, tal como publicaron el periódico Reforma y Miguel Badillo en su columna “Oficio de Papel”, en El Universal.
Medina Mora y Castillejos tenían una relación cercana con el salinismo desde el sexenio del Tratado de Libre Comercio. Esta acción a favor de Raúl Salinas de Gortari reforzó esa alianza.
Por esta razón se explica que los astros se alinearan para que tanto Televisa como Salinas y el gobierno de Peña Nieto unieran sus complejos e intrincados intereses para tener “su” ministro de confianza. Y ese personaje es Eduardo Medina Mora.
Nunca pensaron que la reacción social contra Medina Mora fuera tan intensa, persistente y airada. Ni el propio Medina Mora –que nunca se había colocado en un proceso electivo– se enfrentó a un rechazo y cuestionamiento social tan fuerte. Ni siquiera los panistas que le entregaron en bandeja de plata el control del Poder Judicial a Peña Nieto y a Televisa el control de la Suprema Corte de Justicia.
Proceso
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