Un hombre excepcional
Por: Rodrigo Montoya
Escribe Gualupe Loeza en su obra Hombres, ¿maravillosos?: “Aldo siempre fue un niño sincero y servicial. Cuando terminaba de hacer sus tareas, acudía al banco para hacer trámites a nombre de su padre, quien entonces era comerciante de minerales y ganadero. Una mañana lo mandó a llamar el Director, ¿Te gustaría hacer un viaje a la ciudad de México?, le preguntó mirándolo fijamente. Aldo no entendía. Por un momento temió que lo estuvieran enviando a otro colegio. Si, dijo con la cabeza. Pues bien-dijo el Director- este premio te lo has ganado a pulso. La semana que viene irás a saludar al Presidente de México” (Loeza, Guadalupe, 2003).
Un día como el de ayer pero de hace 66 años, nació en Magdalena de Kino, un pequeño pueblo de Sonora, quien fuera Diputado Federal, Senador de la República, Presidente del CEN del PRI, y Secretario de Desarrollo Social en el gabinete del Presidente Salinas de Gortari, y quien dotado una completa calidad política y humana, aspiró a ser Presidente de la República Mexicana.
Egresado como Economista del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y estudiante de la Universidad Pensilvania, se desempeñó en varias ocasiones como profesor en el Colegio de México, UNAM y la Anáhuac, conociendo de esta última institución a Diana Laura Riojas, quien posteriormente se convertiría en su esposa y madre de sus hijos.
Su actividad partidista y profesional, le valió para trabajar desde distintos cargos como servidor público, ya que en un gabinete tan completo como era el del Presidente Salinas, y compuesto por un grupo compacto de tecnócratas, encajaba bien en cada uno de los supuestos profesionales.
Por supuesto estamos hablando de Luis Donaldo Colosio Murrieta, quien en un suceso trágico e histórico para la nación mexicana, perdió la vida en un recorrido de campaña que se convirtió en un atentado, en Lomas Taurinas, Tijuana, el 23 de marzo de 1994. Colosio, se perfilaba con una política de inclusión, de grandes retos para México, pero sobre todo de grandes beneficios para los ciudadanos, tal y como quedó plasmado, en lo que posiblemente se ha convertido en uno de los discursos de mayor impacto en la historia política de México.
"Veo un México con hambre y con sed de justicia”, era uno de los versos que el candidato a la presidencia de la República discursaba ante una multitud emocionada y llena de clamores el 6 de marzo de 1994, en el Monumento a la Revolución, durante el aniversario del PRI y que posteriormente sería una de los pasajes históricos que más se recordarían hasta nuestros días.
El legado de Luis Donaldo, es infinito, trasciende las culturas e ideologías partidistas aún en un país con tanta pluralidad de ideas como lo es México, por lo que recordar su natalicio, es también recordar su sentir, y su preocupación por las causas nobles y justas de nuestro país, sin duda una mentalidad fuera de serie en un político excepcional.
Sin embargo, recordar su ideología, es también un llamado a hacer mejor las cosas cada día, a poner empeño en cada una de las acciones y proyectos que emprendamos, pues sin duda alguna, es ejemplo de generaciones, hoy y siempre.
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