Ciudad de México.- Es buena noticia para el PRI y para Enrique Ochoa Reza que Francisco Rojas y Humberto Benítez Treviño no estén atrás o al lado de Ulises Ruiz en su “Democracia Interna”, que impulsa un cambio radical en el partido en el poder, pero eso no significa que las aguas estén tranquilas en el PRI.
Me dirán que peco de catastrofista, pero priístas de viejo cuño, y que han ocupado y ocupan niveles administrativos y políticos de primerísimo rango, similares a los de Rojas y Benítez Treviño, comparten algunas de las ideas del ex gobernador oaxaqueño, desprestigiado o no; peor aún, dudan de que el PRI mantenga el poder en 2018. Más aún, tienen la certeza de que podría regresar al lugar en el que lo dejó Roberto Madrazo, el tercero, abajo del PAN y Morena, y en vías de extinción.
Se podría decir que, incluso, tienen la seguridad de que no hay manera legal de que gane las 3 gubernaturas que estarán en disputa el domingo 4 de junio, muy a pesar del esfuerzo de algunos de los candidatos y del optimismo del líder nacional priísta y del jefe de todos ellos, el Presidente Peña Nieto.
La percepción es en el sentido de que los responsables de que Enrique Peña Nieto no pase a la historia como quien recuperó la Presidencia, pero también la entregó, actúan con deslealtad; no le cuentan la verdad y le dicen lo que calculan que quiere escuchar.
Por una razón fácil de entender: Cada cual trae su juego personal.
Más allá de las razones de Ulises y su grupo (imagino que arrebatar al Presidente su condición de fiel de la balanza en la elección del candidato presidencial aunque lo intenten ocultar con la verborrea democrática acostumbrada y poco creíble), y sea cual sea el desenlace electoral del 4 de junio, la próxima asamblea nacional del PRI no será un paseo por las nubes para Ochoa Reza.
Son muchos quienes quieren cambiar al PRI por más que no sepan cómo ni en qué rumbo, y algunos, que no son pocos, están convencidos de que el primer paso debe ser la modificación de la dirigencia nacional.
El líder priísta debe prepararse para la embestida formidable no sólo de Ulises y sus seguidores, tengan razón o no en sus planteamientos y sus demandas, sino de otros grupos o individuos que por hoy no se han manifestado de manera pública, pero que no desperdician oportunidad para hablar en términos severos y, en ocasiones, peyorativos.
El Presidente Peña Nieto y Ochoa Reza deben saber qué porcentajes estimables de priístas están en franca oposición interna no porque fueran ignorados en los últimos 5 años por el grupo triunfador, sino porque, sinceramente, les preocupa que la derrota final esté a la vuelta de la esquina y los responsables de mantener a su partido en el poder se comporten como si tuvieran asegurado el triunfo.
Fatalistas o realistas, saben que si la oposición, especialmente Andrés Manuel López Obrador, triunfa en el 2018 no será magnánimo con los derrotados, como lo fue Peña Nieto por ser como es y por la necesidad que le impuso el Pacto por México. La persecución será feroz y alcanzará a todos, no sólo a quienes hoy tienen el poder.
Sí, es buena noticia que Paco Rojas y Humberto Benítez Treviño no acompañen a Ulises, pero la mala es que el tsunami del cambio en el PRI parece imparable.
Me dirán que peco de catastrofista, pero priístas de viejo cuño, y que han ocupado y ocupan niveles administrativos y políticos de primerísimo rango, similares a los de Rojas y Benítez Treviño, comparten algunas de las ideas del ex gobernador oaxaqueño, desprestigiado o no; peor aún, dudan de que el PRI mantenga el poder en 2018. Más aún, tienen la certeza de que podría regresar al lugar en el que lo dejó Roberto Madrazo, el tercero, abajo del PAN y Morena, y en vías de extinción.
Se podría decir que, incluso, tienen la seguridad de que no hay manera legal de que gane las 3 gubernaturas que estarán en disputa el domingo 4 de junio, muy a pesar del esfuerzo de algunos de los candidatos y del optimismo del líder nacional priísta y del jefe de todos ellos, el Presidente Peña Nieto.
La percepción es en el sentido de que los responsables de que Enrique Peña Nieto no pase a la historia como quien recuperó la Presidencia, pero también la entregó, actúan con deslealtad; no le cuentan la verdad y le dicen lo que calculan que quiere escuchar.
Por una razón fácil de entender: Cada cual trae su juego personal.
Más allá de las razones de Ulises y su grupo (imagino que arrebatar al Presidente su condición de fiel de la balanza en la elección del candidato presidencial aunque lo intenten ocultar con la verborrea democrática acostumbrada y poco creíble), y sea cual sea el desenlace electoral del 4 de junio, la próxima asamblea nacional del PRI no será un paseo por las nubes para Ochoa Reza.
Son muchos quienes quieren cambiar al PRI por más que no sepan cómo ni en qué rumbo, y algunos, que no son pocos, están convencidos de que el primer paso debe ser la modificación de la dirigencia nacional.
El líder priísta debe prepararse para la embestida formidable no sólo de Ulises y sus seguidores, tengan razón o no en sus planteamientos y sus demandas, sino de otros grupos o individuos que por hoy no se han manifestado de manera pública, pero que no desperdician oportunidad para hablar en términos severos y, en ocasiones, peyorativos.
El Presidente Peña Nieto y Ochoa Reza deben saber qué porcentajes estimables de priístas están en franca oposición interna no porque fueran ignorados en los últimos 5 años por el grupo triunfador, sino porque, sinceramente, les preocupa que la derrota final esté a la vuelta de la esquina y los responsables de mantener a su partido en el poder se comporten como si tuvieran asegurado el triunfo.
Fatalistas o realistas, saben que si la oposición, especialmente Andrés Manuel López Obrador, triunfa en el 2018 no será magnánimo con los derrotados, como lo fue Peña Nieto por ser como es y por la necesidad que le impuso el Pacto por México. La persecución será feroz y alcanzará a todos, no sólo a quienes hoy tienen el poder.
Sí, es buena noticia que Paco Rojas y Humberto Benítez Treviño no acompañen a Ulises, pero la mala es que el tsunami del cambio en el PRI parece imparable.
Impacto
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