miércoles, 12 de agosto de 2015

¿Y el cambio de tipos?

Ricardo Rocha

El presidente Peña Nieto tiene que hacerlo lo antes posible. Más allá del espectáculo morboso que siempre representan los relevos en el gabinete, es ya absolutamente necesario. Son por lo menos seis —y si me apuran, ocho— los secretarios y otros altos funcionarios de su gobierno que no resisten el análisis más generoso y algunos incluso se han desintegrado en la prueba del ácido.
El país viviendo el momento más crítico de la década actual y ellos tan campantes, nadando de muertito y ajenos a las urgencias más apremiantes que les imponen sus respectivos cargos. En lugar de apoyos, se han convertido en verdaderos lastres para un Ejecutivo que reconoce que encara una severa crisis de credibilidad y confianza.
Es verdad que buena parte de las contingencias que agobian al país son generadas en el ámbito externo: la caída en los precios internacionales del petróleo; la incertidumbre en las tasas de interés de Estados Unidos; la baja incesante del peso y el alza del dólar; las crisis financieras ajenas que nos repercuten deprimiendo inversiones. Pero algo hemos hecho muy mal también aquí adentro.
Vivimos la crónica anunciada de alzas de precios y una inflación amenazante. Lo mismo que la disminución del crecimiento de este año y la baja en el poder adquisitivo de la inmensa mayoría de los mexicanos. Añádase el aumento de la pobreza y los sistemáticos brotes de violencia en cinco estados para conformar un escenario de focos rojos.
Frente a ello, irrita que varios secretarios de Estado sigan actuando como si no pasara nada. Lo cual sólo tiene dos explicaciones: o no saben nada o sabiéndolo no se atreven a hacer nada, ni siquiera alertar al Presidente.
Cierto que hay sectores esperanzadores: la vigorosa industria automotriz, la producción agropecuaria que crece al triple del promedio nacional y el turismo que parece cobrar un nuevo auge. Pero no basta. Urgen grandes decisiones para los inmensos desafíos que ya están aquí. Y eso pasa necesariamente por una recomposición del equipo de gobierno a mitad del camino. Peña Nieto sabe perfectamente cuáles son sus fortalezas y habrá de mantenerlas. Pero sabe también quiénes, desde la zona de confort de su mediocridad, no han aportado absolutamente nada.
La unción de Manlio Fabio Beltrones al frente del PRI y la permanencia de Aurelio Nuño a cargo de la Oficina de la Presidencia en Los Pinos mandan señales importantes de que el Presidente mantendrá en el grupo a sus hombres clave: Luis Videgaray en Hacienda y Miguel Angel Osorio Chong en Gobernación; sus dos lugartenientes más sólidos y confiables. Pero, al mismo tiempo, debe admitir que hay otras áreas sensibles en su gobierno en las que sus titulares han fallado.
Además, el Presidente sabe que es urgente relanzar su mandato. Dejar claro al país que ha asimilado las experiencias de su primera mitad y que está dispuesto a hacer cuanto sea necesario para enderezar el rumbo en los tres años que le restan. Por si fuera poco, los tiempos políticos aprietan: ya está encima 2016 con 12 gubernaturas en juego y ya empezó 2018 con la disputa por la Presidencia.
Por eso hay algo tan o más preocupante que el tipo de cambio.

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