martes, 21 de junio de 2016

“Concesiones comerciales”, gran negocio de cárceles capitalinas

Ciudad de México.- Compra de un teléfono celular, mil 500 pesos; renta de una línea a la semana: $500… Permiso para vender cigarros: $40 mil; concesión para comercializar tarjetas telefónicas, $10 mil… Autorización para comercializar ropa y tenis, 30 mil pesos cada una…
Y no se trata de un centro comercial, como pareciera, si no de las cárceles a cargo del Gobierno de la Ciudad de México.
Crónica consultó a custodios y ex reclusos de los centros penitenciarios y todos coinciden en que los penales son, efectivamente, la guarida del hampa.
Dentro de las cárceles, que actualmente albergan 34 mil 843 internos, se puede conseguir lo que quieras.
“Sólo es cosa de tener dinero para pagar a los de arriba”, dice Emilio, un custodio del Reclusorio Oriente, quien pidió no mencionar su nombre real por miedo a perder su trabajo o que le quiten la vida.
Y es que fue difícil convencer al hombre de que nos hablara sobre el movimiento dentro del penal, ése de donde se fugaron dos internos el pasado 31 de mayo.
“No compita, mejor no… me voy a meter en unos pedotes”, decía.
Sin embargo, al recordar algunas injusticias que se sucintan en el interior del reclusorio, sobre todo por las represalias contra sus compañeros y él, “porque supuestamente dejamos escapar a los reos”, se le fue soltando la lengua.
—Acá (en el Reclusorio Oriente) puedes conseguir lo que sea: piedras, cocaína, activo, mariguana, alcohol, protección, comida especial, televisores, aparatos...  Ya vez, unos cabrones hasta compran su libertad, aunque los pendejos no saben aprovecharla— cuenta entre risotadas.
Y agrega: Si carnal, vivir bien en cana, ya sea en el Norte, en el Sur o en la Peni (Santa Martha)  cuesta unos 2 mil pesos y hay quien los paga de contado y también quien accede a costosos sistemas de crédito.
“¿Quieres sexo?¿Quieres tener buena comida?, afloja varo. ¿Droga?, ¿bebidas? suelta feria y la pasas chido”, expone el sujeto, como si recitara el contenido de un menú.
Y frente a este reportero, resume con sufrida ironía: “¿Centro de Readaptación?, si en estas madres (reclusorios capitalinos)  salen graduados de las diferentes ramas de la delincuencia”.
“Con dinero y huevos se mueve todo”, añade.
—¿Y el dinero para quién es?   
—Para los de arriba, para los de en medio, para los de abajo. Todos salen salpicados.
“Todos reciben, desde los que rentan la ropa afuera del penal para poder ingresar, hasta los mandos de arriba, y ellos más y sin meter las manos?
—¿Y en todos los reclusorios es igual?   
—Es la misma chingadera.
—Y ¿cómo sabes?
—Carnalito… he estado en casi todos; y la banda lo sabe: todo es bisne en los reclusorios.
PAGAN POR CONCESIONES. La corrupción le permitió hacer dinero dentro del Reclusorio Oriente. Por eso le era normal enviar zapatos deportivos para su madre, su esposa, su hija… desde la cárcel.
Josué, pidió que así le llamáramos, cuenta como obtuvo la concesión de los tenis…
Se hizo socio y su labor consistía en ofertar el calzado entre los reos.
Ganaba una comisión por cada par vendido.
Pero cuando el producto era de importación o le gustaba, “porque no había de esos ni en las mejores tiendas departamentales”, los guardaba, esperaba a que fueran a visitarlo y los entregaba a sus familiares.
—¿Cómo los sacaban?— se le cuestiona.   
—Así, sin más. Se los daba a mi esposa y ella los entregaba. Eso sí, tenía que darle dinero a los custodios, pero no siempre, a veces les pagaba con ofertas, les dejaba más baratos los tenis.
—Y ¿cómo le hacen para meter el lote de tenis?   
—Los traen personas allegadas al interno que tenga la concesión. Los mete como si fueran para él. Obviamente hay un arreglo previo con un jefe de custodios, porque traen varias cajas, todos se llevan su mochada, es un buen negocio.
Josué estuvo tres años en prisión por el delito de robo; lo capturaron por estar en el lugar y momento inadecuado.
Un amigo le pidió que lo acompañara a recoger un coche que estaba estacionado a unas cuadras de donde bebían.
Lo que no le dijo es que el auto era robado; el alcohol atrofió sus habilidades y falló al tratar de escapar cuando llegó la policía.
Ahora que está libre puede contar lo que vivió en esos 36 meses.
“Todo cuesta ahí dentro, todo. No sólo es el pase de lista o el no pasar lista, también cobijas, ropa, comida, frituras, cigarros, usar el teléfono público, todo está concesionado”.
Cuenta que un teléfono celular cuesta mil 500 pesos y la línea para éste 500 pesos semanales; son de compañías cuya señal no pude ser obstruida por los bloqueadores.
“Pero sí el celular es para trabajar (para extorsionar u organizar secuestros en el exterior) la renta es de 10 mil pesos mensuales; también está el teléfono público, ése cuesta 10 pesos cada llamada y el que lo administra te toma el tiempo que lo usas y con base en eso te cobra, él paga más o menos 25 mil pesos por la concesión”.
Según el Josua, como también se le conocía, dentro del Reclusorio Oriente se mueven millones de pesos y los custodios son los que permiten este flujo económico; es posible meter a prisión casi cualquier cosa, siempre y cuando el custodio reciba una remuneración para hacerse de la vista gorda durante las revisiones de rutina que le practican a quienes visitan a un interno.
También es cierto que, comenta, a veces están bajo amenaza o conocen la peligrosidad de algunos reos; “es mejor hacerlo por la buena, con ganancias, que por la mala ¿o no?”.

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