Ciudad de México.- Las extorsiones o cobros por derecho de piso o por brindar seguridad es práctica recurrente en muchos tianguis que existen en la Ciudad de México, lo cual deja millonarias ganancias a los grupos delictivos.
En entrevista, tianguistas de las delegaciones Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Tláhuac –quienes pidieron el anonimato ante posibles represalias– coincidieron en señalar el modus operandi de los sujetos que se dedican a ese ilícito.
Narran que hombres armados llegan con los dirigentes de los tianguistas, se identifican como parte de los grupos de los Beltrán Leyva, La Unión Tepito, Los Zetas o de los cárteles de Tláhuac o del Golfo y los obligan a que cada uno de sus agremiados cubra una cuota o pago por cada día que vendan, que en el menor de los casos es de 20 a 50 pesos, pero que puede alcanzar hasta 500 pesos.
Su lema es mientras más vendan, más pagan, asegura Mariano N, quien desde hace 20 años ocupa un espacio en el tianguis de la colonia San Felipe de Jesús, en la delegación Gustavo A. Madero.
Oscar N, quien tiene un puesto en el tianguis El Salado, detalla que quienes se niegan a entregar su pago por derecho de piso o por brindarles seguridad empiezan por amenazarlos verbalmente; si se mantiene la postura de no cubrir la cuota pasan a los golpes, de ahí al secuestro de los locatarios y pueden llegar hasta a matar a los que no entienden, pues hay grupos muy violentos.
Tanto ellos como tianguistas de las colonias Nopalera, en Tláhuac, y Casas Alemán, también en Gustavo A. Madero, precisan que ha sido de siempre la extorsión que enfrentan por esas mafias, que “en ocasiones llegan a ser grupos delictivos locales que aprovechan el temor de los puesteros de sufrir algún daño a su persona o a sus mercancías.
Esa situación –aducen– ha llevado a que en un mismo centro de venta surjan dos o tres grupos de extorsionadores, quienes incluso se llegan a confrontar con armas de fuego.
Un caso más, precisa Oscar N, quien comenta que en el tianguis dominical de la San Felipe de Jesús, considerado uno de los más grandes de América Latina, hay entre 25 y 30 mil tianguistas, a muchos de los cuales –comenta– se les pide el respectivo pago, ya sea por una u otra mafia.
Cuestionados respecto de esos hechos, los tianguistas remarcan que pocos se atreven a denunciar esos casos, que se dan prácticamente en todos los tianguis de esta ciudad, porque hay unos en que los policías y las autoridades de la Procuraduría (General de Justicia de esta capital) están coludidos con los extorsionadores, hay quienes están apadrinados, y denunciar es ponernos en la mira de esa gente.
En entrevista, tianguistas de las delegaciones Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Tláhuac –quienes pidieron el anonimato ante posibles represalias– coincidieron en señalar el modus operandi de los sujetos que se dedican a ese ilícito.
Narran que hombres armados llegan con los dirigentes de los tianguistas, se identifican como parte de los grupos de los Beltrán Leyva, La Unión Tepito, Los Zetas o de los cárteles de Tláhuac o del Golfo y los obligan a que cada uno de sus agremiados cubra una cuota o pago por cada día que vendan, que en el menor de los casos es de 20 a 50 pesos, pero que puede alcanzar hasta 500 pesos.
Su lema es mientras más vendan, más pagan, asegura Mariano N, quien desde hace 20 años ocupa un espacio en el tianguis de la colonia San Felipe de Jesús, en la delegación Gustavo A. Madero.
Oscar N, quien tiene un puesto en el tianguis El Salado, detalla que quienes se niegan a entregar su pago por derecho de piso o por brindarles seguridad empiezan por amenazarlos verbalmente; si se mantiene la postura de no cubrir la cuota pasan a los golpes, de ahí al secuestro de los locatarios y pueden llegar hasta a matar a los que no entienden, pues hay grupos muy violentos.
Tanto ellos como tianguistas de las colonias Nopalera, en Tláhuac, y Casas Alemán, también en Gustavo A. Madero, precisan que ha sido de siempre la extorsión que enfrentan por esas mafias, que “en ocasiones llegan a ser grupos delictivos locales que aprovechan el temor de los puesteros de sufrir algún daño a su persona o a sus mercancías.
Esa situación –aducen– ha llevado a que en un mismo centro de venta surjan dos o tres grupos de extorsionadores, quienes incluso se llegan a confrontar con armas de fuego.
Un caso más, precisa Oscar N, quien comenta que en el tianguis dominical de la San Felipe de Jesús, considerado uno de los más grandes de América Latina, hay entre 25 y 30 mil tianguistas, a muchos de los cuales –comenta– se les pide el respectivo pago, ya sea por una u otra mafia.
Cuestionados respecto de esos hechos, los tianguistas remarcan que pocos se atreven a denunciar esos casos, que se dan prácticamente en todos los tianguis de esta ciudad, porque hay unos en que los policías y las autoridades de la Procuraduría (General de Justicia de esta capital) están coludidos con los extorsionadores, hay quienes están apadrinados, y denunciar es ponernos en la mira de esa gente.
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