miércoles, 19 de marzo de 2014

Los violentos de siempre aplicaron hasta la “llave china”, sin “guardar rencor”

Ciudad de México.- Para liberar la tribuna de los violentos de siempre, encabezados por el petista Manuel Huerta Ladrón de Guevara, y Alfonso Durazo, del Movimiento Ciudadano, el PRI mandó por delante a su equipo pesado.
Los grandulones Leobardo Alcalá, Gerardo Liceaga, José Manzur y José Rangel llegaron hasta los rijosos.
Comenzaron poco a poco a recortarles el paso y a orillarlos al ala izquierda de la tribuna.
Disminuido Huerta jaloneó al mexiquense Rangel, lo tomó de la corbata y lanzó arañazos e improperios.
El tironeo era de frente, cara a cara, de hombres, vamos, de las cavernas, pero al fin de hombres.
Pero por atrás se acercó el perredista Catalino Duarte, quien buscó el lado ciego del diputado tricolor y cuando lo tuvo a tiro, le hizo la “llave china” al priista y lo derribó.
El caos se había apoderado de la tribuna y del pleno mismo.
El dictamen por el que se crea la pensión universal y el seguro de desempleo era el origen primario de todo el sainete, vergonzoso pleito digno de verduleras, con el respeto que éstas merecen.
Desechadas las cuatro mociones suspensivas a la discusión del dictamen, promovidas por el petista —otra vez—, Manuel Huerta, la perredista Socorro Ceseñas, Ricardo Monreal, de Movimiento Ciudadano, y Rubén Camarillo, del PAN, el pleno iniciaría la discusión correspondiente.
Huerta y algunos de sus fieles seguidores —aquellos que como José Luis Muñoz Soria, Karen Quiroga, Aleida Alavez y la propia Socorro Ceseñas, estallan antes de que se les prenda la mecha—, comenzaron a subir a tribuna y a extender sus enormes pancartas.
El petista dirigió la asonada hasta el estrado mismo que ocupa la presidencia de la Cámara de Diputados y, ahí, junto con algunos otros legisladores desplegó la manta que rezaba “#EPNTRAIDORALAPATRIA”, y la pasó por la cara del presidente José González Morfín, quien, caballero como es, la levantó con su brazo derecho a fin de descubrir su rostro y continuar la sesión.
Abajo, en la tribuna legislativa, otro grupo de dinamiteros hacía lo propio con otra manta en la que se leía: “EPN, otra vez mentiste. Le robas el derecho a la vivienda a los trabajadores: MORENA… MORENA”.
Ahí comenzó la comedia grotesca.
Leobardo Alcalá, de Jalisco, un espléndido defensa central del equipo de futbol del PRI en la Cámara baja, que capitanea el michoacano Salvador Romero, abrazó a Huerta y de inmediato lo inutilizó. Hasta ahí llegó Alfonso Durazo sin más argumentos que el empujón.
Mientras todo este show tenía lugar, unas 15 mujeres priistas escoltaron a la coordinadora de Nueva Alianza, María Sanjuana Cerda, quien fundamentó el dictamen, y ahí la protegieron.
Atrás de ellas, Karen Quiroga, del PRD, a quien ya se le olvidó la lesión en un ojo que le causó en diciembre a una legisladora perredista, incitaba a sus compañeras de bando a subir a tribuna, lo que ya no pudieron hacer.
Pasaba ya lo más duro y penoso de la sesión de ayer. Horas más tarde, durante la discusión en lo particular, Manuel Huerta abordaba la tribuna, ahora como orador, y desde ahí “perdonaba” a los “violentos diputados del PRI” que antes lo habían “agredido” y tranquilizaba la atribulada conciencia de los tricolores: “No les guardo rencor…”, les decía.
La Crónica de Hoy

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