PEÑA NIETO Y EL AJETREO EN VERACRUZ
Por: Pablo Jair Ortega
El presidente Enrique Peña Nieto viene a un Veracruz donde se está desbordando la efervescencia política y se están rompiendo códigos que fueron establecidos como costumbre a lo largo de la historia del priato.
Una de estas tradiciones es que el presidente es quien finalmente decide quién será el candidato de su partido, el Revolucionario Institucional (PRI), a la gubernatura de Veracruz. Pensar que lo anterior está en manos del gobernante local en turno, sería estar viviendo todavía en los 12 años del panismo que cohabitó en Los Pinos.
Aunque es claro que la presencia del “Líder” no obedece a un acto de su partido, muchos de sus correligionarios están pendientes de qué señales pueda haber para saber, ya en definitiva, quien es el “bueno”. (Esta es otra de las prácticas más crueles del priato, donde el gobernante saliente va desapareciendo del panorama, abandonado por los que se dijeron sus amigos y distante de las glorias del poder; pues todos ahora dedicarán su atención al nuevo abanderado).
Ante todo este escenario, el presidente Peña Nieto y el gobernador Duarte de Ochoa han hecho llamados a la institucionalidad. Saben que las pasiones están desbordadas, pero sus exhortos han sido en el sentido de que una cosa son las cuestiones electorales y otras las de gobierno.
A ambos les interesa sobremanera realizar un buen papel, especialmente por una situación de crisis global de la que no escapan ni México ni Veracruz. Concentrar sus esfuerzos durante esta visita en el tema electoral, sería desgastante, pues para eso tienen a sus presidentes de partido Manlio Fabio Beltrones Rivera y Alberto Silva Ramos, en el comité nacional y estatal, respectivamente.
Hay quienes ya se encuentran tranquilos, sabedores de su destino político por esos acuerdos cupulares que no trascienden a la plebe; hay quienes desde este momento aceptan la realidad como viene y se adaptan a los nuevos tiempos y realidades. Se augura que en los próximos días habrá cambios que, efectivamente, darán la nota.
Si bien Peña y Duarte se han mantenido al margen del folklor y las pasiones locales, lo que es innegable es que el presidente llega a un Veracruz dividido, con protestas por pagos retrasados de jubilados y acciones represivas en su contra, pleitos con empresarios, con medios de comunicación, con la Universidad Veracruzana; catalogado como el peor estado para los periodistas, etc., entre algunos de los principales problemas derivados todos de la insolvencia económica de la administración y que han motivado los llamados de algunos sectores para pedir la intervención cuasi divina del titular del Ejecutivo Federal para resolver los pendientes que le han tocado a la administración de Javier Duarte.
Dentro de esa amplia problemática que aqueja a Veracruz, la responsabilidad no es toda del gobernador Duarte de Ochoa, pues tuvo desde el principio que soportar toda la herencia que le dejó Fidel Herrera Beltrán no sólo en lo administrativo, sino principalmente en lo humano, al haberle dejado a casi todas sus gentes de confianza dentro del gabinete y el Congreso Local.
Y es que así lo ha expresado el mandatario estatal ante los medios: desde un inicio le tocó bailar con la más fea.
Tal situación se agrava cuando el grupo conocido de los Fidelistas anda acelerado y desesperado, que pierden gravemente las formas y se olvidan del cargo público que tienen; se desatan por hacer acto de presencia y protagonismo para reaparecer en el escenario público.
Para muestra, la llegada del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán en estos días para placearse por la capital del país con el pretexto de que anda promoviendo a México y haciéndola de guía de turistas VIP, pidiendo también se maneje que se reúne con actores políticos veracruzanos afines a su sueño de un Fidelato que rebase los 12 años.
Entre ellos se sabe que están Alberto Silva Ramos, Adolfo Mota Hernández, Édgar Spinoso Carrera, y los infaltables Erick Lagos Hernández y Jorge Carvallo Delfín, todos hijos putativos de Fidel, todos diputados federales, todos cercanos en su sexenio y recomendados al de Javier Duarte, quien ha estado ausente en tales cónclaves.
El cuenqueño, experto en temas electorales, tiró línea para que el proyecto se cristalizara, pero le ganó el tiempo y aparte lo mandaron de cónsul a Barcelona.
Por eso no es gratis que quienes saben de estas reuniones (empezando por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong) observen los errores, el nerviosismo y la desesperación que muestra Fidel Herrera Beltrán y su grupo, que les llevan a cometer actos burdos como el destape pedorro del diputado federal por los Tuxtlas, primero por un defraudador y timador profesional de la zona de Catemaco que dice ser dirigente del PVEM y este martes por una dirigente a quien en la plenitud del “pinche poder” el propio ex gobernador impuso un apodo muy ofensivo. Francamente, el apoyo sólo desató la carcajada en las redacciones.
Ante esto, que motiva a risa, no es por nada que los propios priistas piden la intervención de Peña Nieto en Veracruz, porque el ambiente político está tenso y los Fidelistas están empeñados en ensuciar el proceso electoral, traicionando entre ellos mismos sus pactos decembrinos, ya que hasta el domingo 3 de enero todavía era Alberto Silva su candidato, pero ante la falta de impulso obtenido, el maestro y gurú del grupo decide cambiar de caballo e impulsar a Jorge Carvallo Delfín.
Peña Nieto ha demostrado tener la cabeza muy fría en estas cuestiones y no le han ganado las ganas de dar el manotazo para meter orden en Veracruz. Como ejemplo: cuando fue gobernador del Estado de México, donde a pesar de que se hablaba que su primo Alfredo del Mazo sería el sucesor, optó por Eruviel Ávila para que no se rompiera la unidad al interior del partido.
Por eso la llegada del presidente a Veracruz este 6 de enero, debe tomarse como lo que es: un acto meramente oficial, donde se conmemora la promulgación de la Ley Agraria. Lo demás son calenturas de un grupúsculo de déspotas aferrados a mantener sus ambiciones personales, dispuestos a lo que sea para no perder, según ellos, el “control” en Veracruz.
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