Regalo a AMLO, veneno a Claudia
Un destructor, como es el Presidente, no podía recibir mejor obsequio en su despedida: la destrucción de la certeza jurídica que hoy consumarán los diputados morenistas.
Es veneno para México y también para el gobierno de Claudia Sheinbaum.
Aprobar a la carrera la reforma al Poder Judicial, antes de que llegue Sheinbaum al gobierno, no es un ‘mandato popular’, sino una traición.
Ella pidió pausarla un tiempo, ir con cuidado, ampliar los consensos y luego dar el paso. López Obrador se lo negó. Sheinbaum debió tragar el sapo y sonreír lo más ampliamente posible, sacar la matraca y apoyarlo, porque carece de la fuerza para frenar al destructor.
AMLO le arruinó el sexenio a su sucesora.
La encuesta de El Financiero, publicada ayer en estas páginas, es elocuente: sólo 41 por ciento de la población dice conocer mucho o algo de la reforma judicial.
Para elegir a jueces por voto popular, el 41 está en contra y el 39 a favor. El 65 por ciento de la población aprueba el trabajo de la Suprema Corte y apenas 26 por ciento lo reprueba.
Menos de la mitad de los que votaron por Sheinbaum reprueba el trabajo de la Corte que van a desaparecer por ‘mandato popular’.
¿Cuál mandato popular?
Pamplinas. Es sólo el deseo de un destructor apoyado por diputados serviles y dirigentes empresariales como el presidente de los comerciantes, Octavio de la Torre.
Señala la encuesta de El Financiero que una clara mayoría de ciudadanos sí quiere una reforma judicial: 49-21. Pero no cualquier reforma. No a la elección de jueces por votación universal. No a la destrucción de la actual Suprema Corte: 65 por ciento aprueba su trabajo y el 26 la reprueba.
¿Por qué no la pausaron, como lo pidió Claudia Sheinbaum, y ampliaron la discusión y los plazos? Hay que hacer una reforma, sí, aunque más amplia y no destruir lo que funciona.
Le negaron a la próxima presidenta el espacio de debate y reflexión que pidió, porque Morena quiere ‘hacerle un regalo’ al Presidente que se va, pues la intuición de los abyectos les dice que AMLO seguirá mandando.
El ‘regalo’ a López Obrador, a 26 días de dejar (formalmente) la Presidencia, dañará la llegada de inversiones que en lugar de relocalizarse en México lo harán en Texas, Brasil o Vietnam.
Dejará sin dinero suficiente a Sheinbaum. Ya se gastaron, en los caprichos del destructor, las reservas en fondos y fideicomisos que recibieron de gobiernos anteriores.
¿De qué le sirve a Claudia Sheinbaum nombrar a una eminencia como David Kershenobich en la Secretaría de Salud, si no va a tener recursos?
¿Para qué quiere dinero el doctor Kershenobich, si tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, como dice el Presidente y repite el personaje que AMLO le dejó en el IMSS a Sheinbaum?
¿De qué le sirve poner a Jesús Antonio Esteva en Comunicaciones, Transportes e Infraestructura, sin dinero?
¿Cómo arrancar el indispensable megaproyecto de transformación digital, con centavos en la caja?
López Obrador deja un déficit fiscal de 6 por ciento. Si la presidenta Sheinbaum lo quiere bajar a tres por ciento, como ha dicho, deberá hacer recortes y llevar al país a una recesión.
Deja a Pemex quebrado, con 107 mil 500 millones de dólares de deuda y su sobrevivencia depende del salvavidas de los dineros de Hacienda. En los próximos tres años deberá pagar 36 mil millones de dólares en deuda.
Deja obras faraónicas fallidas que hay que seguir pagando, y subsidiando.
Deja una deuda pública de 15.4 billones de pesos, y él la recibió en 10.7 billones de pesos.
Deja un crecimiento económico de 0.8 por ciento promedio anual.
Y 47 millones de mexicanos en pobreza.
Y 51 millones sin acceso a servicios de salud.
Y 25 millones de mexicanos en carencia educativa.
Y regiones del país donde el Estado ya no existe porque manda el narco, y será necesario recuperar. ¿Con qué dinero?
Los diputados premian al destructor y su nueva ocurrencia (tal vez no sea la última) con una reforma judicial que dañará la confianza de nuestros socios comerciales e inhibirá la llegada de empresas a México.
Siempre supimos que era un destructor, pero nunca imaginamos el nivel de abyección de los políticos que abanican sus deseos.
Pablo Hiriart
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