México, D.F.- El Papa Benedicto XVI pidió hoy a los católicos rezar por él y por su sucesor en el pontificado, al dirigirse a una multitud reunida en la Plaza de San Pedro para asistir a su mensaje dominical y al rezo del Angelus.
"Os suplico que continuéis rezando por mí y por el próximo Papa, así como por los ejercicios espirituales, que empezaré esta tarde junto a los miembros de la Curia Romana", dijo al pronunciar los saludos en italiano.
Más de 50 mil personas asistieron este domingo a uno de sus últimos actos públicos como obispo de Roma y abarrotaron no sólo la plaza del Vaticano, sino también las inmediaciones.
En su discurso, Benedicto XVI llamó a los católicos a renovarse en el espíritu, a reorientarse decididamente hacia Dios, a renegar al orgullo y al egoísmo por vivir en el amor.
Aseguró que en los momentos clave de la vida se presenta siempre una encrucijada entre elegir el bien o el mal, y llamó a no caer en la tentación de considerar como buenas cosas que, en realidad no lo son.
Desde la ventana de su estudio personal, en el tercer piso del Palacio Apostólico, recordó el pasaje bíblico de las tentaciones del demonio a Jesús en el desierto.
Reconoció que rechazar el mal incluye siempre una lucha, un combate espiritual, porque el espíritu del mal naturalmente se opone a la santificación de las personas y busca hacerles desviar del camino de Dios.
Según el Papa, las tentaciones son "falsas imágenes" del hombre que -en todo tiempo- amenazan la conciencia, disfrazándose de propuestas convenientes y eficaces, incluso buenas.
"El núcleo central de las tentaciones consiste siempre en el instrumentalizar a Dios para los propios fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales", indicó.
"El tentador es astuto: no empuja directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las verdaderas realidades son el poder y lo que satisface las necesidades primarias", apuntó.
Señaló que cayendo en dichas tentaciones Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se vuelve irreal, no cuenta más, desaparece. En un último análisis, en las tentaciones está en juego la fe, porque está en juego Dios.
"En los momentos decisivos de la vida estamos ante una encrucijada: ¿Queremos seguir el yo o Dios? ¿El interés individual o el verdadero bien, aquello que realmente es el bien?", afirmó.
"Jesús tomó de nosotros las tentaciones, para donarnos su victoria. No tengamos, por lo tanto, miedo de afrontar nosotros el combate contra el espíritu del mal: lo importante es que lo hagamos con él, con Cristo, el vencedor", ponderó.
"Os suplico que continuéis rezando por mí y por el próximo Papa, así como por los ejercicios espirituales, que empezaré esta tarde junto a los miembros de la Curia Romana", dijo al pronunciar los saludos en italiano.
Más de 50 mil personas asistieron este domingo a uno de sus últimos actos públicos como obispo de Roma y abarrotaron no sólo la plaza del Vaticano, sino también las inmediaciones.
En su discurso, Benedicto XVI llamó a los católicos a renovarse en el espíritu, a reorientarse decididamente hacia Dios, a renegar al orgullo y al egoísmo por vivir en el amor.
Aseguró que en los momentos clave de la vida se presenta siempre una encrucijada entre elegir el bien o el mal, y llamó a no caer en la tentación de considerar como buenas cosas que, en realidad no lo son.
Desde la ventana de su estudio personal, en el tercer piso del Palacio Apostólico, recordó el pasaje bíblico de las tentaciones del demonio a Jesús en el desierto.
Reconoció que rechazar el mal incluye siempre una lucha, un combate espiritual, porque el espíritu del mal naturalmente se opone a la santificación de las personas y busca hacerles desviar del camino de Dios.
Según el Papa, las tentaciones son "falsas imágenes" del hombre que -en todo tiempo- amenazan la conciencia, disfrazándose de propuestas convenientes y eficaces, incluso buenas.
"El núcleo central de las tentaciones consiste siempre en el instrumentalizar a Dios para los propios fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales", indicó.
"El tentador es astuto: no empuja directamente hacia el mal, sino hacia un falso bien, haciendo creer que las verdaderas realidades son el poder y lo que satisface las necesidades primarias", apuntó.
Señaló que cayendo en dichas tentaciones Dios se vuelve secundario, se reduce a un medio, en definitiva se vuelve irreal, no cuenta más, desaparece. En un último análisis, en las tentaciones está en juego la fe, porque está en juego Dios.
"En los momentos decisivos de la vida estamos ante una encrucijada: ¿Queremos seguir el yo o Dios? ¿El interés individual o el verdadero bien, aquello que realmente es el bien?", afirmó.
"Jesús tomó de nosotros las tentaciones, para donarnos su victoria. No tengamos, por lo tanto, miedo de afrontar nosotros el combate contra el espíritu del mal: lo importante es que lo hagamos con él, con Cristo, el vencedor", ponderó.
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