Ciudad de México.- Desde hace varios años, una red de corrupción bien articulada trabaja desde el interior del sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y con la promesa de conseguirles una plaza de trabajo, defrauda a decenas de personas, con lo cual obtienen jugosas ganancias.
La cuota por conseguir una plaza en el IMSS es de 60 mil pesos en promedio, y los interesados deben conformarse con la promesa de que “es seguro”, pues los que realizan esta operación son funcionarios en activo del sindicato, lo que utilizan para generar confianza entre las personas que caen en sus redes.
“Tu dinero está seguro, yo te respondo no te preocupes…”, fue la frase recurrente que escuchó Salvador Velázquez, de parte de Armando Figueroa, entonces en la subsecretaria mixta de pasajes del sindicato del IMSS en el Estado de México, quien en la actualidad paradójicamente es el secretario de Honor y Justicia de la sección XXXVII de ese gremio.
Desde ese cargo, Figueroa junto con sus cómplices, han logrado impunidad para sus operaciones mientras que sus víctimas han perdido su dinero, bienes y la esperanza de ingresar a laborar al IMSS.
El viacrucis para Salvador inició en el 2009, cuando se abrió la posibilidad de entrar al Seguro Social con la promesa de una plaza de “manejador de alimentos” con buenas prestaciones y todos los beneficios que implica pertenecer a esa institución y sobre todo a ese sindicato, uno de los más poderosos e influyentes de México.
La promesa era atractiva y Salvador no dudó en conseguir el dinero que le pidió Brenda Dorantes, quien en ese entonces se desempeñaba como delegada del sindicato en el hospital número 58 del IMSS en Santa Mónica, en el municipio de Atizapán, y quien en la actualidad es oficial de personal en ese mismo nosocomio.
La primera entrega de dinero fue de 30 mil pesos, y se hizo en una tienda Oxxo que se ubica justo atrás de la mencionada clínica.
“Confía en mí, no me voy a cambiar de trabajo por este dinero, está segura tu chamba…”, aseguró Brenda, quien prometió que en 15 días se comunicaba con él, para informarle dónde se tenía que presentar para seguir el trámite de ingreso.
Brenda, en efecto, le habló en esa fecha, pero para pedirle otros 30 mil pesos a fin de “agilizar” el trámite y que ingresara sin problemas a la plaza prometida.
Aunque Salvador dudó, ya estaba en el asunto como para dar marcha atrás y entregó ese dinero con la repetida promesa de que no desconfiara, que ellos ya habían metido a muchos al IMSS y esta no iba a ser la excepción.
Todo parecía caminar sobre ruedas. Salvador acudió incluso a las oficinas del sindicato en la calle de Lieja en la ciudad de México para llenar las solicitudes correspondientes.
De hecho la clave para que les entregaran las solicitudes justamente es el nombre de Armando Figueroa.
“Vengo de parte de Armando…”, se comenta al encargado de la ventanilla y de inmediato pasan a los aspirantes a un pequeño salón con pupitres donde se les giran instrucciones para el llenado de las solicitudes.
Los instructores llevan folders y papeles con los membretes del IMSS e incluso entregan un comprobante con sellos, firmas, folio y hasta el cargo al que supuestamente van a desempeñar en la institución.
Solo faltaba que les entregaran la “matrícula” con la que se identifica a los trabajadores del IMSS, pero pasaron los días, semanas y luego meses. Decenas de llamadas a Brenda, hasta que después de un año contactaron personalmente a Salvador con Armado Figueroa.
“¡Está difícil la situación!, pero éstos tratando (de meterlo) por otros medios…”, se justificó Armando ante la tardanza para el ingreso.
Traía bajo el brazo varios folders con documentos de otros aspirantes. “Mira, todos estos también van a entrar”, le aseguró.
Le pasó su número de celular para transmitir confianza, pero nunca contestó en ese número. Pasaron meses y lo único que logró Salvador fue iniciar de nueva cuenta el procedimiento en el 2012.
Pero de nuevo nada, y las respuestas cada vez menos. Del dinero ni sus luces, pese a la promesa de que “estaba seguro”.
Desde finales de 2012, Salvador acude con frecuencia —cada vez menos— a las instalaciones del Sindicato Nacional de Trabadores del Seguro Social (SNTSS) con la esperanza de que se le haga justicia y le regresen su dinero.
Pero no es el único, decenas de aspirantes, viven una calvario similar, decenas de mujeres y hombres que como Salvador, cayeron en manos de una red de corrupción que al amparo de sus cargos en el sindicato defraudan a sus víctimas con total impunidad.
Luis Enrique Zenteno López, actual secretario general de la sección XXXV, aceptó una entrevista en sus oficinas ubicadas en el Estado de México, para abundar sobre el tema o aclarar situaciones. Sin embargo una vez en el lugar prefirió no recibir al reportero.
La cuota por conseguir una plaza en el IMSS es de 60 mil pesos en promedio, y los interesados deben conformarse con la promesa de que “es seguro”, pues los que realizan esta operación son funcionarios en activo del sindicato, lo que utilizan para generar confianza entre las personas que caen en sus redes.
“Tu dinero está seguro, yo te respondo no te preocupes…”, fue la frase recurrente que escuchó Salvador Velázquez, de parte de Armando Figueroa, entonces en la subsecretaria mixta de pasajes del sindicato del IMSS en el Estado de México, quien en la actualidad paradójicamente es el secretario de Honor y Justicia de la sección XXXVII de ese gremio.
Desde ese cargo, Figueroa junto con sus cómplices, han logrado impunidad para sus operaciones mientras que sus víctimas han perdido su dinero, bienes y la esperanza de ingresar a laborar al IMSS.
El viacrucis para Salvador inició en el 2009, cuando se abrió la posibilidad de entrar al Seguro Social con la promesa de una plaza de “manejador de alimentos” con buenas prestaciones y todos los beneficios que implica pertenecer a esa institución y sobre todo a ese sindicato, uno de los más poderosos e influyentes de México.
La promesa era atractiva y Salvador no dudó en conseguir el dinero que le pidió Brenda Dorantes, quien en ese entonces se desempeñaba como delegada del sindicato en el hospital número 58 del IMSS en Santa Mónica, en el municipio de Atizapán, y quien en la actualidad es oficial de personal en ese mismo nosocomio.
La primera entrega de dinero fue de 30 mil pesos, y se hizo en una tienda Oxxo que se ubica justo atrás de la mencionada clínica.
“Confía en mí, no me voy a cambiar de trabajo por este dinero, está segura tu chamba…”, aseguró Brenda, quien prometió que en 15 días se comunicaba con él, para informarle dónde se tenía que presentar para seguir el trámite de ingreso.
Brenda, en efecto, le habló en esa fecha, pero para pedirle otros 30 mil pesos a fin de “agilizar” el trámite y que ingresara sin problemas a la plaza prometida.
Aunque Salvador dudó, ya estaba en el asunto como para dar marcha atrás y entregó ese dinero con la repetida promesa de que no desconfiara, que ellos ya habían metido a muchos al IMSS y esta no iba a ser la excepción.
Todo parecía caminar sobre ruedas. Salvador acudió incluso a las oficinas del sindicato en la calle de Lieja en la ciudad de México para llenar las solicitudes correspondientes.
De hecho la clave para que les entregaran las solicitudes justamente es el nombre de Armando Figueroa.
“Vengo de parte de Armando…”, se comenta al encargado de la ventanilla y de inmediato pasan a los aspirantes a un pequeño salón con pupitres donde se les giran instrucciones para el llenado de las solicitudes.
Los instructores llevan folders y papeles con los membretes del IMSS e incluso entregan un comprobante con sellos, firmas, folio y hasta el cargo al que supuestamente van a desempeñar en la institución.
Solo faltaba que les entregaran la “matrícula” con la que se identifica a los trabajadores del IMSS, pero pasaron los días, semanas y luego meses. Decenas de llamadas a Brenda, hasta que después de un año contactaron personalmente a Salvador con Armado Figueroa.
“¡Está difícil la situación!, pero éstos tratando (de meterlo) por otros medios…”, se justificó Armando ante la tardanza para el ingreso.
Traía bajo el brazo varios folders con documentos de otros aspirantes. “Mira, todos estos también van a entrar”, le aseguró.
Le pasó su número de celular para transmitir confianza, pero nunca contestó en ese número. Pasaron meses y lo único que logró Salvador fue iniciar de nueva cuenta el procedimiento en el 2012.
Pero de nuevo nada, y las respuestas cada vez menos. Del dinero ni sus luces, pese a la promesa de que “estaba seguro”.
Desde finales de 2012, Salvador acude con frecuencia —cada vez menos— a las instalaciones del Sindicato Nacional de Trabadores del Seguro Social (SNTSS) con la esperanza de que se le haga justicia y le regresen su dinero.
Pero no es el único, decenas de aspirantes, viven una calvario similar, decenas de mujeres y hombres que como Salvador, cayeron en manos de una red de corrupción que al amparo de sus cargos en el sindicato defraudan a sus víctimas con total impunidad.
Luis Enrique Zenteno López, actual secretario general de la sección XXXV, aceptó una entrevista en sus oficinas ubicadas en el Estado de México, para abundar sobre el tema o aclarar situaciones. Sin embargo una vez en el lugar prefirió no recibir al reportero.
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