Ciudad de México.- En el Distrito Federal también, prontose quedará sin gobierno: todos los delegados, el poder real en esta capital, dejan sus respectivos chiqueros, para arrancar sus campañas y lograr una diputación. La abrumadora mayoría son los corruptos del PRD, pero en el paquete van corruptos del PRI y del PAN. Si vemos bien los resultados de sus respectivas tareas, ninguno hizo un trabajo serio y digno por la ciudadanía: se afanaron en publicitarse y en adquirir el dinero suficiente para ponerlo en sus cuentas bancarias o dilapidarlo en sus respectivas campañas.
Lo asombroso del caso es que el “ciudadano” jefe de gobierno, Mancera, los reunió y les deseó el mejor de los éxitos, en una inusitada y cínica ceremonia, parte de los nuevos ritos de la sucia vida política que padecemos. En rigor, fue una lamentable maniobra de Mancera para ejercer, aunque sea momentáneamente, el control absoluto del DF. Algunos periodistas han sido severos con la acción gangsteril, la mayoría lo ve como algo normal en una nación envilecida. Sorprende una vez más la ciudad de México, la que vemos tan aguerrida y avanzada, donde desde hace años gobierna “la izquierda” y en donde la ciudadanía parece ciega y sorda. Unas cuantas muestras de malestar y es todo.
Atrás de esto, donde el eje es el PRD, un partido que se desmorona visiblemente, todavía en manos de corruptos e incapaces, que poco se han esmerado en ocultar sus bajezas, está el deseo de ganar la capital, la que posee joyas feas y bonitas. Iztapalapa tiene millones de habitantes y la Miguel Hidalgo es un jugoso botín donde viven infinidad de ricos. Los pronto ex jefes delegacionales le dieron una patada a la ciudad, mostraron que simplemente era un paso en sus carreras políticas. Se van dejando los mismos problemas que hallaron y que prometieron resolver. Pocos partidos harán un trabajo de alianzas. Los perredistas le temen a Morena, pero piensan no necesitar apoyos en una ciudad que es suya. El PRI pregona una falsedad: que ganará más de una delegación. ¿Cuántas con el desprestigio creciente del gobierno federal? El PAN tiene la certeza de su baja aceptación luego de doce años de fracasos espectaculares. López Obrador sabe que conserva, ya sin el PRD, al que convirtió en un despojo, parte de su antiguo poder. Es un caudillo decepcionante, pero con restos de buena suerte con la que ha cubierto toda clase de desatinos y marrullerías. No olvidemos que somos un país acostumbrado a los caudillos y entre más elementales, mejor.
El DF vivirá eternamente el juego de las esperanzas perdidas: ahora sí vienen mejores tiempos. Mientras que quienes nos gobiernan nos pervierten más y nos degradan. ¿Dónde están los ciudadanos dispuestos a enfrentarse a un sistema de complicidades? No aparecen. De pronto un pequeño grupo de agraviados directamente reaccionan. El enojo les dura poco. Mancera ganó de manera espectacular disfrazado de ciudadano. ¿Alguien a estas alturas lo cree? Por pura conveniencia es ahora cercano a Peña Nieto y distante de López Obrador, resultó un excelente equilibrista.
Los perredistas marchan ciertos de su triunfo hacia la Cámara de Diputados. Con su habitual capacidad para falsificar las palabras parecen gritar: ¿Quién le teme a López Obrador? Tampoco le tienen miedo a la ciudadanía. Por lustros hemos permitido que nos saqueen y hagan del DF un desastre.
Está visto que nos gusta ser maltratados. El desprecio de los políticos es evidente, aquí y en Guerrero, en Nuevo León y en Querétaro. Para los políticos somos votos con quienes nunca se adquieren compromisos. Objetos. Queda claro que somos sadomasoquistas.
Ayer martes, y ante las críticas mediáticas, algunos delegados decidieron quedarse en sus cargos. No les preocupa: dicen que serán plurinominales: Jesús Valencia, de Iztapalapa y los de Tláhuac, Tlalpan y Miguel Hidalgo caminan en tal sentido. Por allí, asimismo, van el panista de Benito Juárez y el priista de Cuajimalpa, ante la incertidumbre, esperan instrucciones. Diez optaron por el abandono de sus respectivas delegaciones. Algo es obvio: todos carecen de dignidad y compromiso con los ciudadanos que votaron por ellos. No es grave. La historia se duplicará.
Lo asombroso del caso es que el “ciudadano” jefe de gobierno, Mancera, los reunió y les deseó el mejor de los éxitos, en una inusitada y cínica ceremonia, parte de los nuevos ritos de la sucia vida política que padecemos. En rigor, fue una lamentable maniobra de Mancera para ejercer, aunque sea momentáneamente, el control absoluto del DF. Algunos periodistas han sido severos con la acción gangsteril, la mayoría lo ve como algo normal en una nación envilecida. Sorprende una vez más la ciudad de México, la que vemos tan aguerrida y avanzada, donde desde hace años gobierna “la izquierda” y en donde la ciudadanía parece ciega y sorda. Unas cuantas muestras de malestar y es todo.
Atrás de esto, donde el eje es el PRD, un partido que se desmorona visiblemente, todavía en manos de corruptos e incapaces, que poco se han esmerado en ocultar sus bajezas, está el deseo de ganar la capital, la que posee joyas feas y bonitas. Iztapalapa tiene millones de habitantes y la Miguel Hidalgo es un jugoso botín donde viven infinidad de ricos. Los pronto ex jefes delegacionales le dieron una patada a la ciudad, mostraron que simplemente era un paso en sus carreras políticas. Se van dejando los mismos problemas que hallaron y que prometieron resolver. Pocos partidos harán un trabajo de alianzas. Los perredistas le temen a Morena, pero piensan no necesitar apoyos en una ciudad que es suya. El PRI pregona una falsedad: que ganará más de una delegación. ¿Cuántas con el desprestigio creciente del gobierno federal? El PAN tiene la certeza de su baja aceptación luego de doce años de fracasos espectaculares. López Obrador sabe que conserva, ya sin el PRD, al que convirtió en un despojo, parte de su antiguo poder. Es un caudillo decepcionante, pero con restos de buena suerte con la que ha cubierto toda clase de desatinos y marrullerías. No olvidemos que somos un país acostumbrado a los caudillos y entre más elementales, mejor.
El DF vivirá eternamente el juego de las esperanzas perdidas: ahora sí vienen mejores tiempos. Mientras que quienes nos gobiernan nos pervierten más y nos degradan. ¿Dónde están los ciudadanos dispuestos a enfrentarse a un sistema de complicidades? No aparecen. De pronto un pequeño grupo de agraviados directamente reaccionan. El enojo les dura poco. Mancera ganó de manera espectacular disfrazado de ciudadano. ¿Alguien a estas alturas lo cree? Por pura conveniencia es ahora cercano a Peña Nieto y distante de López Obrador, resultó un excelente equilibrista.
Los perredistas marchan ciertos de su triunfo hacia la Cámara de Diputados. Con su habitual capacidad para falsificar las palabras parecen gritar: ¿Quién le teme a López Obrador? Tampoco le tienen miedo a la ciudadanía. Por lustros hemos permitido que nos saqueen y hagan del DF un desastre.
Está visto que nos gusta ser maltratados. El desprecio de los políticos es evidente, aquí y en Guerrero, en Nuevo León y en Querétaro. Para los políticos somos votos con quienes nunca se adquieren compromisos. Objetos. Queda claro que somos sadomasoquistas.
Ayer martes, y ante las críticas mediáticas, algunos delegados decidieron quedarse en sus cargos. No les preocupa: dicen que serán plurinominales: Jesús Valencia, de Iztapalapa y los de Tláhuac, Tlalpan y Miguel Hidalgo caminan en tal sentido. Por allí, asimismo, van el panista de Benito Juárez y el priista de Cuajimalpa, ante la incertidumbre, esperan instrucciones. Diez optaron por el abandono de sus respectivas delegaciones. Algo es obvio: todos carecen de dignidad y compromiso con los ciudadanos que votaron por ellos. No es grave. La historia se duplicará.
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