Por Salvador González Briceño*
Relativo éxito representa la captura de Servando Gómez Martínez, La Tuta, líder de los Caballeros Templarios desde 2011. El último de los más buscados, luego de que Joaquín El Chapo Guzmán, cabecilla del cártel de Sinaloa, fuera detenido en febrero de 2014. Ambos dirigentes de organizaciones criminales dedicadas al tráfico, cultivo, procesamiento de enervantes y lavado de dinero, de sustancias de naturales a sintéticas. El Chapo, presente en la lista de Forbes por estar entre los más ricos del mundo. ¿Cómo se sabía el monto?
No se puede poner la medalla el excomisionado de Peña Nieto para Michoacán, Alfredo Castillo Cervantes, que salió del estado en enero pasado cuestionado por un trabajo ambivalente: por una parte, ciertamente el detener a poco más de 400 individuos implicados en la delincuencia —desde servidores públicos, directores, agentes municipales y operadores estatales—, y entre ellos a ¡dos líderes! de las autodefensas (José Manuel Mireles e Hipólito Mora); por la otra, desatender las denuncias ciudadanas, en el sentido que muchos de los integrantes de la Policía Federal Rural creada por él, son integrantes del crimen organizado.
Menos puede festejar Jesús Murillo Karam, el procurador de la República quien el mismo día del anuncio de la detención de La Tuta, ya “cansado” estaba siendo removido del cargo como fiscal, para llevarlo a dirigir otra dependencia (Sedatu) de menor alcance en la jerarquía de la estructura administrativa del Estado. Si bien a Karam le tocó en su momento presentar a El Chapo en los medios de comunicación, a estas alturas padecía el desgaste porque enfrentó, sin éxito — porque sus pruebas no alcanzaron la “verdad científica”—, las indagatorias del caso de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, en Iguala el 26-27 de septiembre de 2014. Un problema que persigue al gobierno de Peña Nieto, y lo seguirá, en tanto se repriman las movilizaciones de protesta antes que esclarecer los hechos.
El funcionario que está dando la cara es el titular de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Pero como parte integrante del gabinete de seguridad, que componen Segob, la Comisión Nacional de Seguridad, en donde participan Sedena, Marina y el Cisen. Luego entonces, al parecer el mérito es del gobierno federal, tampoco de Chong. Pero, con esta táctica de detención de capos, ¿está cambiando la estrategia, adecuando o ciertamente dando resultados? Eso es lo que no queda claro. Y como no se informa, el vació genera descontrol.
Por dos razones: 1) En todo caso, la detención de un capo no termina con la actividad del cártel, en este caso los Caballeros Templarios, como lo denuncia el sacerdote Gregorio López Gerónimo, al informar que el grupo criminal se está reorganizando, y que está surgiendo otro muy violento en “tierra caliente” nombrado Los Viagras; 2) ¿La operación ha sido exclusiva del gobierno mexicano? Porque luego resulta en este tipo de acciones que siempre intervienen agentes extranjeros, principalmente de inteligencia gringa. No se dice al momento, pero se da.
Y participan por invitación o intromisión. Es decir, que si hay agentes de la CIA o la DEA, no es por su “inteligencia” —incluso con el uso de las tecnologías más sofisticadas—, sino porque el gobierno mexicano les abre las puertas, o EU se entromete. Ahí están los acuerdos suscritos en materia de “combate al narcotráfico”, entre EU y México. Bajo el pretexto de la “seguridad nacional”; no la nuestra sino la de ellos. Pero para el “control” del negocio de las drogas. En otras palabras, que incluso la detención de cabecillas es dosificada. El mismo Tuta habló de su “cambio de vida” el 3 de febrero. Las dudas brincan en tanto no se aclaran las cosas. Pero, ¿y la estrategia?
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