Ciudad de México.- Nuestros niños están expuestos a diversos peligros y es nuestra responsabilidad protegerlos de cualquier ataque o abuso, sobre todo de los que marcan su actuar para toda la vida.
En México, el abuso y explotación infantil es un problema que nos lastima a tal grado que ocupamos el segundo lugar en el mundo donde se comete el mayor número de agravios en contra de menores de edad, según el Fondo de Naciones Unidas para la Atención de la Infancia (UNICEF). De ahí la necesidad de dirigir nuestros esfuerzos para evitar que sufran cualquier tipo de vejaciones como maltrato físico-psicológico, abuso erótico-sexual o explotación laboral.
Los niños y jóvenes son el tesoro más preciado de nuestra sociedad, de ellos y para ellos es el futuro de México. Cualquier padre de familia en su sano juicio desea lo mejor para sus hijos y cualquier gobierno, del partido político que sea, debe propiciar la tranquilidad y la vida armoniosa de los que mañana sostendrán al país sobre sus hombros.
Es lamentable, debemos avergonzarnos, conocer semana tras semana noticias sobre abuso infantil, basta recordar con pesar el caso de las minas, el del niño Tzotzil humillado por un funcionario público en Tabasco y en esta última semana del grave problema que enfrentan en el Distrito Federal varias niñas que venden dulces en los semáforos y son explotadas sexualmente.
En México desafortunadamente los abusos a los menores de edad son más comunes de lo que pudiéramos pensar. El más común es la violencia en el seno familiar, con maltrato físico y psicológico, sin embargo, la explotación por retribución alcanza también niveles alarmantes al haber en el país alrededor de tres millones de menores que sortean situaciones peligrosas al laborar jornadas extenuantes tanto en la recolección de hortalizas, en las minas o vendiendo en la calle.
Asimismo, hace mella en la sociedad, la utilización de menores de edad que son secuestrados y vendidos a parejas que no pueden concebir, para el tráfico de órganos, utilizados para el trasiego de droga o en una de las más despreciables formas como es el sometimiento sexual.
Soy un convencido, que no debemos permitir continúen este tipo de situaciones que lastiman a nuestra sociedad y causan un daño irreparable en nuestros pequeños. Es inaplazable evitar que estas acciones condenables sigan contaminando y afectando a la sangre nueva del país.
Sin duda, debemos unir esfuerzos, independientemente de posturas partidistas o religiosas, ya que estos problemas lacerantes sólo podremos combatirlos sumando voluntades.
Con satisfacción veo la determinación que el Presidente Peña Nieto tiene especialmente por estos temas, que además de ser sensibles para los familiares de los niños afectados, son situaciones que trastocan el tejido social, de ahí que muchos gobernantes del país, que son padres de familia como lo soy yo, se ocupen y le den la atención que indudablemente amerita.
Mi compromiso como Senador de la República, es impulsar y respaldar los cambios legales necesarios que ayuden a prevenir y castigar el abuso, la explotación y los delitos en contra de los menores de edad.
Concluyo con un respetuoso exhorto, como ciudadano y padre de familia, a unirnos a esta causa, a denunciar cualquier situación que atente contra los derechos humanos de la niñez y que reforcemos en nuestro hogar la importancia de inculcarles, con el ejemplo, el trato digno a nuestro menores.
Cuidemos a nuestros niños, ellos son la sangre nueva de la nación y son los que verán por nosotros.
En México, el abuso y explotación infantil es un problema que nos lastima a tal grado que ocupamos el segundo lugar en el mundo donde se comete el mayor número de agravios en contra de menores de edad, según el Fondo de Naciones Unidas para la Atención de la Infancia (UNICEF). De ahí la necesidad de dirigir nuestros esfuerzos para evitar que sufran cualquier tipo de vejaciones como maltrato físico-psicológico, abuso erótico-sexual o explotación laboral.
Los niños y jóvenes son el tesoro más preciado de nuestra sociedad, de ellos y para ellos es el futuro de México. Cualquier padre de familia en su sano juicio desea lo mejor para sus hijos y cualquier gobierno, del partido político que sea, debe propiciar la tranquilidad y la vida armoniosa de los que mañana sostendrán al país sobre sus hombros.
Es lamentable, debemos avergonzarnos, conocer semana tras semana noticias sobre abuso infantil, basta recordar con pesar el caso de las minas, el del niño Tzotzil humillado por un funcionario público en Tabasco y en esta última semana del grave problema que enfrentan en el Distrito Federal varias niñas que venden dulces en los semáforos y son explotadas sexualmente.
En México desafortunadamente los abusos a los menores de edad son más comunes de lo que pudiéramos pensar. El más común es la violencia en el seno familiar, con maltrato físico y psicológico, sin embargo, la explotación por retribución alcanza también niveles alarmantes al haber en el país alrededor de tres millones de menores que sortean situaciones peligrosas al laborar jornadas extenuantes tanto en la recolección de hortalizas, en las minas o vendiendo en la calle.
Asimismo, hace mella en la sociedad, la utilización de menores de edad que son secuestrados y vendidos a parejas que no pueden concebir, para el tráfico de órganos, utilizados para el trasiego de droga o en una de las más despreciables formas como es el sometimiento sexual.
Soy un convencido, que no debemos permitir continúen este tipo de situaciones que lastiman a nuestra sociedad y causan un daño irreparable en nuestros pequeños. Es inaplazable evitar que estas acciones condenables sigan contaminando y afectando a la sangre nueva del país.
Sin duda, debemos unir esfuerzos, independientemente de posturas partidistas o religiosas, ya que estos problemas lacerantes sólo podremos combatirlos sumando voluntades.
Con satisfacción veo la determinación que el Presidente Peña Nieto tiene especialmente por estos temas, que además de ser sensibles para los familiares de los niños afectados, son situaciones que trastocan el tejido social, de ahí que muchos gobernantes del país, que son padres de familia como lo soy yo, se ocupen y le den la atención que indudablemente amerita.
Mi compromiso como Senador de la República, es impulsar y respaldar los cambios legales necesarios que ayuden a prevenir y castigar el abuso, la explotación y los delitos en contra de los menores de edad.
Concluyo con un respetuoso exhorto, como ciudadano y padre de familia, a unirnos a esta causa, a denunciar cualquier situación que atente contra los derechos humanos de la niñez y que reforcemos en nuestro hogar la importancia de inculcarles, con el ejemplo, el trato digno a nuestro menores.
Cuidemos a nuestros niños, ellos son la sangre nueva de la nación y son los que verán por nosotros.
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