México, D.F.- A pesar de las recientes reformas a la ley laboral y de la modernización de la vida, el trabajo doméstico remunerado continúa en la precariedad. Son mujeres, en particular indígenas y adultas mayores, quienes están en la peor situación: en promedio ganan dos salarios mínimos o menos; a 99 por ciento se les contrata verbalmente y a veces por conducto de intermediarios; no tienen prestaciones sociales y su quehacer no está enlistado en la tabla de percepciones de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.
Además, según explicaron los participantes en la mesa Situación actual de las trabajadoras del hogar en México, organizada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Iztapalapa, la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) sólo añadió los descansos que deben tener las empleadas en este sector, que son, para quienes "trabajan de planta", de nueve horas por las noches y tres durante el día, lo que significa la legalización de la jornada de 12 horas.
"Son migajas. La reforma reafirma que las trabajadoras del hogar no son iguales a los otros trabajadores", sostuvo la académica de la UAM-Xochimilco Mary Goldsmith.
Recordó que la reforma fue aprobada después que México votó a favor del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que estipula derechos para estas trabajadoras, entre ellos horarios y jornadas laborales establecidas. "(Con la reforma) México plantea algo considerado retrógrado en la mayoría de los países".
Señaló, además, que en las relaciones laborales entre empleador (empleadora, porque son patronas mayoritariamente) y empleada persisten el paternalismo y la subordinación. Dijo que es común que trabajadoras que se cuentan entre el 75 por ciento sin seguridad social opinen que sus patrones "las consideran parte de la familia. Les regalan ropa usada en lugar de respetar sus derechos laborales", sostuvo.
En su turno, Lorenza Gutiérrez, trabajadora y representante del Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar (Comith), habló de la necesidad de que las empleadas reconozcan su actividad como un trabajo. "Cuando lo veamos así, podremos exigir esos derechos de todo trabajador. Nadie nos reconoce nuestra labor porque se piensa que nacimos para hacer el quehacer. Nosotras, como mujeres, también tenemos sueños".
Enrique de la Garza, de la UAM Iztapalapa, recordó que las trabajadoras del hogar son empleadas informales, como 60 por ciento de los mexicanos que trabajan.
"Dentro del sector informal casi 60 por ciento son asalariados, no son dueños de un pequeño negocio. Ahí hay una relación obrero-patronal que tendría que estar normada por la LFT y no lo está".
En México el trabajo doméstico remunerado lo llevan a cabo alrededor de 2 millones de personas, de las cuales 94 por ciento son mujeres, 10 por ciento es de origen indígena, la mayoría sólo tiene primaria no siempre concluida; son casadas, más de 60 por ciento de ellas gana dos salarios mínimos o menos (al- rededor de 134 pesos diarios o menos) y 93 por ciento no reside en la casa de su empleador.
En la mesa también participaron Martha Patricia Vélez, de la Red Nacional de Trabajadoras del Hogar, y Blanca Esthela Mendoza.
Además, según explicaron los participantes en la mesa Situación actual de las trabajadoras del hogar en México, organizada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Iztapalapa, la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) sólo añadió los descansos que deben tener las empleadas en este sector, que son, para quienes "trabajan de planta", de nueve horas por las noches y tres durante el día, lo que significa la legalización de la jornada de 12 horas.
"Son migajas. La reforma reafirma que las trabajadoras del hogar no son iguales a los otros trabajadores", sostuvo la académica de la UAM-Xochimilco Mary Goldsmith.
Recordó que la reforma fue aprobada después que México votó a favor del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que estipula derechos para estas trabajadoras, entre ellos horarios y jornadas laborales establecidas. "(Con la reforma) México plantea algo considerado retrógrado en la mayoría de los países".
Señaló, además, que en las relaciones laborales entre empleador (empleadora, porque son patronas mayoritariamente) y empleada persisten el paternalismo y la subordinación. Dijo que es común que trabajadoras que se cuentan entre el 75 por ciento sin seguridad social opinen que sus patrones "las consideran parte de la familia. Les regalan ropa usada en lugar de respetar sus derechos laborales", sostuvo.
En su turno, Lorenza Gutiérrez, trabajadora y representante del Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar (Comith), habló de la necesidad de que las empleadas reconozcan su actividad como un trabajo. "Cuando lo veamos así, podremos exigir esos derechos de todo trabajador. Nadie nos reconoce nuestra labor porque se piensa que nacimos para hacer el quehacer. Nosotras, como mujeres, también tenemos sueños".
Enrique de la Garza, de la UAM Iztapalapa, recordó que las trabajadoras del hogar son empleadas informales, como 60 por ciento de los mexicanos que trabajan.
"Dentro del sector informal casi 60 por ciento son asalariados, no son dueños de un pequeño negocio. Ahí hay una relación obrero-patronal que tendría que estar normada por la LFT y no lo está".
En México el trabajo doméstico remunerado lo llevan a cabo alrededor de 2 millones de personas, de las cuales 94 por ciento son mujeres, 10 por ciento es de origen indígena, la mayoría sólo tiene primaria no siempre concluida; son casadas, más de 60 por ciento de ellas gana dos salarios mínimos o menos (al- rededor de 134 pesos diarios o menos) y 93 por ciento no reside en la casa de su empleador.
En la mesa también participaron Martha Patricia Vélez, de la Red Nacional de Trabajadoras del Hogar, y Blanca Esthela Mendoza.
La Jornada
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