martes, 9 de diciembre de 2014

Editorial Bamba Política

Ocaso 2014…

Por Lorena R. Arvizu R.

El mes de diciembre es de festejos. Tan pronto llega, la agenda de la mayoría de las personas comienza a ocuparse más de lo habitual.
Existen por supuesto celebraciones de lo más tradicionales, mismas que usualmente se reservan para la familia o los amigos más cercanos; otras donde el elemento llamado “fe” es motor para traslados que se ven en pocos países; algunas menos populares que van dictadas por separado; y otras que, contrario a lo que de manera frecuente sucede, no deberían pasar inadvertidas.
Ejemplo de ello es la que hace 64 años hizo oficial la entonces casi recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy quizá la organización internacional de mayor trascendencia. Desde entonces se estableció el 10 de diciembre como el “Día de los Derechos Humanos”, necesarios desde entonces y (aunque se esperaría lo inverso) así actualmente.
Nuestro país es un ejemplo puntual de ello, más con todo lo acontecido –y conocido– de manera reciente. Alguien me dijo que para esta editorial, última del año, hiciera un recuento breve de lo sucedido en México, pero definitivamente no creo que “breve” pueda ser un adjetivo en donde integrar tantos movimientos. Y justo por eso es que retomo el tema de los Derechos Humanos, porque sobre todo los últimos meses han dotado a este año de características que no pueden sino hacerlo peculiar, insólito, aunque no del todo inesperado.
Desde hace años la creciente ola de violencia que ha perjudicado a la mayor parte de los mexicanos ha dado paso al descontento social. Asimismo, las malas administraciones (locales, estatales y federales) han provocado un hartazgo social. Más deplorable aún, los intentos de que surgieron bajo el supuesto de preservar una seguridad que el gobierno como una de sus primarias funciones debería proveer han sido atacados por este mismo. Criminalizar al defensor y no a los criminales. Un suceso que iniciaría a consensar las voces.
La confirmación de un nuevo aeropuerto, con contratos multimillonarios que serán el emblema de la actual administración y, sin embargo, no se han mostrado ni siquiera los estudios medioambientales pertinentes, tampoco un pago justo a los antes propietarios, quienes fueron víctimas de una de las más recientes represiones en el caso “Atenco”, tampoco resuelto con legalidad por las autoridades. Y dígase de paso, con una planeación poco estratégica pues los espacios seleccionados no se encuentran realmente fuera de la zona urbana, uno de los requisitos usualmente indispensables.
Se suma caso tras caso donde no sólo existe impunidad ante quienes cometen actos ilícitos sino que, además, hay claras violaciones a los Derechos Humanos. ¿Y qué pasa? Nada. México es el país donde todo puede ser posible, malamente de manera negativa.
En los últimos meses de este año, un acontecimiento fungió como detonante: 43 jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa fueron “desaparecidos” por integrantes de la policía. Por fortuna, un cúmulo de voces decidieron buscar, exigir, denunciar, enfrentar y llamar a otras voces. El sonido provocado ha sido quizá el más fuerte en las últimas décadas. Hace mucho que en las calles no se congregaban tantos cuerpos a exigir justicia, que no se reunían tantas palabras y pensamientos sin distinción de origen o los llamados estratos sociales. Es un grito continuo “El grito más fuerte”, que primero clamó por la vida de nuestros 43 que siguen faltando; pero ahora pide más, pide por la vida de todos los que han sido víctimas de represión, censura, inseguridad, desaparición e incluso muerte. En sólo dos años, las cifras apuntan números tan sólo comparables a dictaduras tan crueles como la de Videla en Argentina o de las guerras más voraces como la de Bosnia y Herzegovina. Treinta mil desaparecidos.
De acuerdo a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en México “la impunidad alcanza niveles mayores al 98% (…) y existe una creciente criminalización a la protesta social”.
Lo que tenemos por delante es complejo. El desarrollo de lo que se logre en el proceso puede marcar una brecha histórica, puede que abra la puerta a verdaderas reformas institucionales. Y a una ley aplicable a todos, aún si no se alcanza una plena justicia.
Queremos primero los Derechos Humanos que per se nos pertenecen “que cada uno de nosotros, en todas partes, en todo momento tiene derecho a toda la gama de derechos humanos”.
Y no es sorpresa que sean los principales objetivos para mermar esos derechos los jóvenes, históricos “enemigos” de los gobiernos abusivos en cualquiera de sus niveles. Pero bien han dicho “Nos enterraron, sin saber que éramos semillas”. Y es la germinación de estas las que pueden resultar en los cambios buscados, en el respeto verdadero a los Derechos Humanos: entonces habrá celebración.
En este y todos los meses venideros; en los siguientes años. Queremos justicia, legalidad, desarrollo, amor.
Desde esta redacción les deseamos felices fiestas, alegres pensamientos, propósitos positivos, pero sobre todo una gran y poderosa toma de conciencia.

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