martes, 5 de noviembre de 2013

Obispo reporta al Vaticano violencia en Michoacán

Apatzingan, Mich.- El domingo 3 de noviembre, en la misa dominical de las 11:00 horas en la catedral de Apatzingán, Michoacán, el obispo Miguel Patiño Velázquez dedicó la homilía a las víctimas muertas por la violencia criminal. Desde las primeras bancas de la feligresía el ministro se veía más pequeño de lo que en realidad es. Durante su sermón instó a perder el miedo de escribir el nombre de sus familiares ejecutados en un papel y que lo prendieran del celofán blanco de la cruz de madera colocada en el altar para tal fin.
“Esos no son los muertitos que ha habido a causa de la violencia, son muy poquitos”. Los reprendió con dulzura: “No se atreven siquiera a poner su dolor ahí en el papel. Atrévanse a poner a su muertito allí, para manifestar al Señor que los recuerdan este 2 de noviembre”.
El obispo ganó visibilidad nacional con su carta pastoral del 15 de octubre en la que hizo la radiografía del crimen organizado en la región y por reunir a cinco mil almas en una procesión por la paz celebrada el 31 de octubre. Sin embargo, con la difusión de la carta, llegaron las intimidaciones. El párroco de la catedral, Salvador M. González, dice: “La carta no le gustó al crimen organizado. A mí me mandaron cinco amenazas y una de ellas era para el obispo”.
Desde hace un año, la diócesis, que integra 27 parroquias y 70 sacerdotes de la Sierra Madre del Sur y de Tierra Caliente, lleva un registro privado que semanalmente envía a uno de los dicastarios de derechos humanos de El Vaticano, el cardenal Karl Josef Becker. Los casos que le han reportado sus creyentes a través de la línea telefónica, el mail o información verbal durante 2013 son: 920 personas asesinadas, 280 levantadas, 42 secuestradas, 238 desaparecidas, 3 mil familias desplazadas y mil 200 despojadas de sus tierras.
El padre Salvador M. González amplía sobre las intimidaciones contra el obispo Patiño. “Aquí había un hombre que directamente lo esperó y gracias a Dios ya se había ido el señor obispo. “Nos mandaron gente del pueblo, muy atemorizada. Hubo gente que los llevó hasta allá, adonde (los criminales) estaban para mandar decir que si seguía el obispo hablando, que se atuvieran a las consecuencias”, señala. En uno de los casos “era una gente buena con la que mandaron el mensaje, se aprovecharon de ella, porque estaba llorando”, narra el sacerdote en medio de lágrimas. Se justifica: “Nos toca llorar con el pueblo, porque no tenemos nada más que llorar con ellos”.
El padre Gregorio López por su cuenta dice sin detallar: “La semana pasada un comando armado amenazó al padre”. Sin embargo, el ministro niega por su lado haber recibido esas advertencias: “Por lo que va a mí, yo no he recibido ninguna amenaza. Como se está diciendo lo que la gente vive, no me da temor. Yo pienso que si no habláramos, no estaríamos con nuestro pueblo”. El obispo no sólo ha negado dichas amenazas. López, a su vez, dijo a que la noche del domingo 3 de noviembre “una caravana de 40 unidades federales” sacó al religioso de la casa episcopal y lo trasladó a un lugar seguro al cual no se ubicó ante un posible atentado del cártel de Los Templarios.
Javier Cortés, vicario general, desdeñó la alerta: “No deja de ser un rumor. El señor obispo ya tenía una salida a un encuentro de sacerdotes al sur de Michoacán”.
El Universal

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